Por escándalos, el presidente no ha parado. Lo que hemos visto desde el despido fulminante del director del FBI no es nada nuevo. O cuando menos no debería serlo. Escándalos hubo desde su candidatura. El video de Access Hollywood que se dio a conocer días antes de las elecciones en el que Trump presumía al conductor Billy Bush que él podía agarrar de donde quisiera a cualquier mujer si quería, solo porque era famoso, pareció el último clavo en su ataúd y, sin embargo, sabemos que hoy está sentado en la silla presidencial.
A pesar de todos los escándalos, Trump es presidente. La pregunta es, ¿por cuánto tiempo más?
A juzgar por la historia estadounidense, hasta que los republicanos quieran. Para que a Trump lo saquen de la Casa Blanca antes de que concluyan sus 4 años debe hacérsele un proceso de impeachment.
Éste implica que en la Cámara de Representantes se presenta el caso y si una mayoría de los representantes considera que hay condiciones para el proceso, éste avanza al Senado. Si al menos 2/3 partes de los senadores encuentran que el presidente es culpable, éste es removido del cargo y el vicepresidente asume sus funciones.
Como hoy los republicanos controlan ambas cámaras la respuesta a si Trump termina o no su mandato la tiene ese partido.
Para que los demócratas pudiesen hacer viable un proceso de impeachment en contra de Trump tendrían hoy que sumar a 25 republicanos en la Cámara de Representantes y 14 Senadores, sin que ningún demócrata se eche para atrás.
A la fecha solo tres presidentes han sido sometido al proceso de impeachment: Andrew Johnson (1868) y Bill Clinton (1998 y 1999), que no fueron encontrados culpables y permanecieron en el Ejecutivo; y Richard Nixon (1974), quien renunció antes de que se iniciara el proceso.
Mi apuesta es que una vez más Trump va a sortear este escándalo, como ha sorteado tantos otros. Mal y de malas, pero lo sorteará. Mucho se deberá a que los republicanos parecen ser incapaces de poner al país antes que al partido. No quieren quitar del Ejecutivo a alguien que a todas luces no tiene el temperamento ni las habilidades para ejercerlo.
Pero más allá de Trump, es preocupante ver lo distraído que se encuentra EU en su crisis política interna. Tan distraído que las labores diplomáticas y de contención de conflictos o de actos criminales internacionales que usualmente desempeña el país, sus instituciones y los medios de comunicación hoy se encuentran completamente volcadas a las idioteces (no tienen otro adjetivo) de Trump y su equipo de inexpertos.
El segundo tema es, ¿qué sigue para los que enojados por la situación en EU votaron por Trump? ¿Qué va a pasar con los que se volcaron al nacionalismo y populismo del magnate y que vean que él tampoco les responde? ¿Qué sigue?
APOSTILLA: Esta semana el gobierno mexicano tuvo que hacer algo ante un asesinato más de un periodista, el séptimo en lo que va del año. Ese algo fue que se juntaron Peña Nieto, los gobernadores y el gabinete de seguridad para hablar de la indignación que sienten por esta situación y para prometer que esta vez sí se va a resolver el caso y los asesinos de Javier Valdez se enfrentarán a la justicia. Tanto en el evento como en las palabras del Presidente hay motivos de indignación. Volver a escuchar y ver la enoooorme indignación, que va acompañada de una enoooorme impunidad es indignante. Me indigna esa indignación. Por favor señor Presidente, ya no se indignen y mejor acaben con la impunidad.
@AnaPOrdorica