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Tizayuca es uno de los pocos rincones hidalguenses de la zona metropolitana de la Ciudad de México. En el punto medio de la autopista federal México-Pachuca, fue (o es) una posible sede alterna para el nuevo aeropuerto capitalino. Y, a últimas fechas, es un espacio de mucha bala, mucha sangre y mucho muerto.
El pasado jueves, un grupo armado irrumpió en una fiesta infantil y asesinó a cuchilladas a once personas, entre ellas siete mujeres y dos menores de edad. Hasta ahora, se ignora la causa de la salvajada. El fiscal del estado de Hidalgo, Javier Ramiro Lara Salinas, aseguró, en un bonito acto de criminalización de las víctimas, que pudo haberse tratado de un “ajuste de cuentas”, ya que algunos de los muertos tenían antecedentes penales.
Esa masacre es, por supuesto, un acto extremo, pero no es un hecho aislado en Tizayuca. En mayo pasado, una mujer fue encontrada muerta en su domicilio, con un cuchillo clavado en el abdomen. En abril, un hombre y una mujer fueron asesinados en un cuarto de un hotel de paso. En marzo, el líder del sindicato de trabajadores del ayuntamiento murió de dos balazos en la cabeza cuando salía de su casa. La misma suerte en el mismo mes corrió un ex líder de taxistas del municipio. Aún antes de la matanza del jueves, Tizayuca iba en camino a tener el año más violento de su historia reciente.
Eso no es privativo de la localidad. Hidalgo parece estar en la fase temprana de una escalada de violencia. En los primeros cinco meses del año, fueron asesinadas 99 personas en el estado, según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP). Eso no suena a mucho comparado con entidades vecinas, pero representa un incremento de 60% con respecto al mismo periodo del año pasado.
Además, el problema no se reduce al homicidio. La región de Tula, donde se ubica una refinería de Pemex, se ha convertido en un centro importante de robo de combustible. Hace cinco meses, explotó en esa zona una bodega atiborrada de huachicol. A finales del año pasado, dos policías estatales fueron detenidos por participar en una banda de robo de gasolina.
Por su parte, en el municipio de Tepeji del Río, el robo al autotransporte de carga y de pasajeros se ha vuelto una epidemia. Ese tramo de la autopista México-Querétaro es señalado por la Cámara Nacional del Autotransporte de Carga (Canacar) como uno de los más peligrosos del país. Asimismo, se han presentado diversos incidentes donde bandas criminales arrojan piedras a autobuses foráneos para obligarlos a detenerse y asaltar a los pasajeros.
Por otra parte, existe en el estado una sensación de miedo en las zonas urbanas que no es consistente con la idea de que no pasa nada. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Seguridad Urbana (ENSU), publicada por el Inegi, la percepción de inseguridad en Pachuca era en abril pasado similar a la de Ciudad Juárez y superior a la de Tampico.
En resumen, estamos aquí ante un estado que luce tranquilo en comparación con casi todos sus vecinos, pero que muestra señales tempranas de deterioro. Una comunidad donde once personas acaban masacradas a cuchillazos en una fiesta infantil tiene algo que no está bien, por decirlo de manera muy suave.
Es obligación de las autoridades entender y atajar ese algo antes de que se vuelva un mucho y el mucho se vuelva incontenible. Como en Colima, como en Puebla y como en demasiados lugares.
alejandrohope@outlook.com.
@ahope71