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México es un país violento. Muy violento. En ligas mayores de violencia. El año pasado, aproximadamente 25 mil personas fueron asesinadas. Y digo aproximadamente porque no tendremos un dato de Inegi antes de julio. Pero puedo casi asegurarles que por allí va a rondar el total de 2016.
Eso es una bestialidad por donde se le mire. Equivale, más o menos, al total sumado de los 43 países de Europa. Equivale, más o menos, a la población entera de una ciudad pequeña. Es un número suficiente para que los homicidios intencionales sean la octava causa más frecuente de mortalidad en el país.
En términos relativos, usando como métrica la tasa de homicidio, no salimos tan peor en comparación con nuestro vecindario. En América Latina, México es de media tabla. Su tasa de homicidio es inferior a la de Honduras, El Salvador, Guatemala, Colombia, Venezuela, Brasil y muchos países del Caribe.
Pero eso no da para presumir mucho. América Latina es una región excepcionalmente violenta que concentra, más o menos, uno de cada tres homicidios en el mundo (excluyendo a países en guerra civil).
Si ampliamos algo la mirada, ya no salimos tan bien parados. La tasa de homicidio en México (entre 20 y 21 por 100 mil habitantes) es diez veces superior al promedio de los países miembros de la OCDE. Es ocho veces mayor que la de Turquía y dos veces más grande que la de Rusia, ambos países con un PIB per cápita similar al nuestro.
Entonces sí, somos un país muy violento.
Pero no somos Siria. Ni Irak. Ni Afganistán. Ni de cerca.
Y eso que suena a obviedad hay que decirlo porque, la semana pasada, un centro de investigación del Reino Unido —el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS por sus siglas en ingles)— publicó un reporte donde afirmaba que México había sobrepasado a Irak y Afganistán para convertirse en la segunda “zona de conflicto” más mortífera del planeta después de Siria.
Esa afirmación no sólo es falsa, sino que es risiblemente falsa. Primero, la definición de zona de conflicto es básicamente arbitraria (“cualitativa” la llaman los autores del reporte). En los términos del propio reporte, Brasil o Venezuela deberían de estar incluidos y no lo están. De hecho, dos terceras partes de los países del mundo no están incluidos. Peor aún, la inclusión o exclusión parece estar determinada por la disponibilidad de datos, más que por la existencia o no de un conflicto armado. Como Venezuela tiene malos datos, no se le incluye y ya. Tan fácil.
Segundo, el reporte hace la comparación en términos absolutos y no relativos. Pero eso significa comparar peras con manzanas. México tiene tres veces más población que Irak, cuatro veces más que Afganistán y seis veces más que Siria. Ajustando por esas diferencias, resulta que la probabilidad de morir asesinado en Irak o Afganistán es tres veces mayor a la que se enfrenta en México. ¿Y en Siria? Doce veces mayor (http://bit.ly/2r6R2qe).
Tercero, los señores del IISS decidieron, por razones no bien explicadas, que todos los homicidios de México eran resultado del “conflicto”. Uno por uno. Por lo visto no hay pleitos de cantina, violencia intrafamiliar, disputas de vecinos, asaltos que acaban en asesinato, etc. No está claro si hicieron lo mismo en, por ejemplo, Siria o Afganistán, o si sólo contaron allí las bajas directas de un conflicto militar.
En resumen, México no es Suiza, pero tampoco es Siria. Es un país extraordinariamente violento, pero no es un país en guerra. Y afirmar ese hecho no es lavarle la cara al gobierno actual o al anterior. Es sólo afirmar lo obvio: nuestra realidad no se presta a categorizaciones simplistas y analogías bobas.
alejandrohope@outlook.com.
@ahope71