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En los días que corren, con El Chapo extraditado y Javier Duarte en una prisión guatemalteca, no hay hombre más buscado en México que Nemesio Oseguera Cervantes, alias El Mencho. Todos dicen estar tras el rastro del líder máximo del Cártel de Jalisco Nueva Generación. Cada una de las dependencias del sector seguridad en México. Cada una de las agencias estadounidenses con presencia en nuestro país.
Para el Ejército mexicano, el asunto es casi personal: la herida por el derribo de un helicóptero militar en mayo de 2015 sigue abierta. Para la DEA, no hay objetivo con mayor prioridad: le atribuyen, entre otras cosas, el arribo de cantidades masivas de fentanilo, provenientes de China, a Estados Unidos.
Pero El Mencho no aparece. Y nadie le ha pasado cerca en más de un año.
En el lustro de su ascenso a la cima del mundo criminal mexicano, Oseguera ha estado cerca de ser capturado en tres ocasiones. En agosto de 2012, se escapó por poco de un operativo de la Policía Federal en Tonaya, Jalisco. En mayo de 2015, el Ejército estuvo a pasos de echarle el guante en Villa Purificación, pero sobrevino la ya mencionada caída del helicóptero y una oleada de narcobloqueos que le dieron espacio para la huida. Por último, en abril de 2016, fuerzas federales tomaron por asalto una finca en el municipio de El Grullo, en la zona serrana de Jalisco, que, según versiones de medios locales, era refugio del elusivo Mencho.
Y desde entonces, nada. El capo no ha aparecido en el radar de ninguna de las agencias que participan en su búsqueda.
¿Por qué? En primer lugar, porque es sobradamente astuto. Según fuentes del gobierno federal, Oseguera ya no usa un celular ni por error. Todas sus comunicaciones se realizan mediante intermediarios. Se mueve continuamente y no pernocta en el mismo lugar más de unos cuantos días al hilo.
En segundo término, porque cuenta con una red de protección. Fundamentalmente local, según me informan, formada en gran medida por policías municipales y estatales de Jalisco y Colima, pero con posibles extensiones hacia dependencias federales.
Tiene, sin embargo, un punto vulnerable: su hijo, Rubén Oseguera González, alias El Menchito, preso en un penal federal de Miahuatlán, Oaxaca. Según algunas versiones, la posibilidad de que el Cártel de Sinaloa atentase en prisión contra su heredero llevó a Oseguera padre a ordenar la liberación de los hijos de Joaquín Guzmán, El Chapo, secuestrados en Puerto Vallarta el año pasado.
Si El Mencho estuvo dispuesto a ceder en ese caso, no es imposible suponer que, para garantizar la seguridad de su hijo, estaría dispuesto a arriesgar la propia. ¿Las autoridades van a apretar en ese punto? Probablemente. ¿Cómo? Difícil adivinarlo.
Más allá del hijo, no parecen haber por ahora muchas pistas a disposición de la autoridad. El líder del CJNG se ha vuelto como la humedad: todos lo sienten, pero nadie lo ve.
Ahora, eventualmente caerá. No hay capo que, al cabo de algún tiempo, no cometa errores ni incurra en imprudencias. Pero ese tiempo de la estupidez y la arrogancia podría estar aún lejano. El Mencho ha mostrado todo menos falta de inteligencia y autocontrol.
A como van las cosas, podríamos tener Mencho y Cártel de Jalisco para un largo rato más.
alejandrohope@outlook.com
@ahope71