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Algo le dijo Donald Trump a Enrique Peña Nieto en una llamada telefónica. Algo sobre el envío de tropas estadounidenses a México. Algo que bien pudo ser una amenaza, una oferta de apoyo o una broma. O las tres simultáneamente. O las tres sucesivamente. O ninguna. Con Trump, nunca se sabe.
Pero algo es indudable sobre ese algo: el gobierno mexicano acabó avergonzado y a la defensiva, tal como ocurre cada vez que tiene una interacción con el Agente Naranja.
Así sucedió en agosto pasado, cuando a alguien de nombre Luis y apellido Videgaray, se le ocurrió que era buena idea darle a Trump trato de jefe de Estado, gesto correspondido con un discurso rabiosamente antiinmigrante horas después de la malhadada visita.
Así sucedió hace unos días cuando Peña Nieto mandó a sus negociadores (uno de nombre Luis y apellido Videgaray) a la Casa Blanca y fueron recibidos con una emboscada, una orden ejecutiva para iniciar la construcción de un muro fronterizo, criminalizar migrantes y (probablemente) suspender la asistencia económica a México, a la cual le siguió además una avalancha de tuitazos humillantes que obligaron (por suerte) a la suspensión de un viaje del Presidente de México a Washington.
Así sucedió ahora con la llamada de las mil lecturas, la de la broma, la oferta y la amenaza, la que fue descrita en Los Pinos como “constructiva”. Sí, tan constructiva que a alguien en la Casa Blanca se le ocurrió que era buena idea filtrar a la prensa no una ni dos, sino tres veces el contenido de la llamada. Y no cualquier contenido, sino el extracto que más ámpula podía levantar en México. Bien, pero bien constructiva la cosa.
Todo esto le pasa al gobierno por andar con prisas y por querer matar a toda costa la incertidumbre que genera el señor de los tuitazos. ¿Quiere Trump reunión, aunque su gabinete siga incompleto? Para allá van Videgaray y Guajardo, a aventarse horas y horas con el yerno Kushner y el nazi Bannon ¿Quiere llamada? Pues se la tomamos. O hasta le marcamos.
Lo peor de todo es que nada puede eliminar la incertidumbre que genera Trump. Nada que no sea su eventual destitución (ya sea por la vía electoral u otro camino). El hombre se jacta de ser eternamente impredecible. El hombre ha crecido y prosperado rompiendo su palabra. Nada de lo que diga hoy vale un pepino mañana.
Si ese es el caso (y creo que lo es), no tiene ningún sentido tratar de acelerar una negociación con el gobierno de Estados Unidos, ya sea sobre el TLCAN, el muro, los migrantes o la relación de seguridad. Lo siento mucho, amigos empresarios y compañeros políticos, pero el asunto no va a quedar “resuelto” mientras Trump siga en la Casa Blanca.
Además, ¿por qué se querría negociar hoy con Trump, cuando está cerca o muy cerca del ápice de su poder, y no en seis, nueve o doce meses, cuando ya cargue varias derrotas a cuestas, cuando ya el desgaste del poder haya empezado a hacer de las suyas?
La política de México debería de ser por tanto la trinchera administrativa y la guerrilla burocrática. ¿Renegociación del TLCAN? Con gusto, pero primero tenemos que acordar una mecánica de trabajo que incluya la conformación de múltiples equipos temáticos, apoyados en grupos de expertos que elaboren documentos de posición y análisis técnicos sobre diversos incisos y subincisos del tratado ¿Seguridad fronteriza? Ídem: necesitamos una aproximación integral que considere las implicaciones cruzadas —económicas, políticas, sociales, ambientales— e incorpore a una gama amplia de especialistas para considerar a detalle cada una de las aristas del problema.
En resumen, lo mejor que podemos ganar hoy es tiempo. Serenidad y paciencia, para citar a un clásico.
alejandrohope@outlook.com.
@ahope71