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Empezó mal 2017. Muy mal.
En el primer mes del año se acumu-laron 2 mil 152 víctimas de homicidio doloso en todo el país, casi 600 más que en el mismo mes de 2016. Eso equivale a un incremento de 38.6% a tasa anual, un ritmo de crecimiento no visto desde 2010.
Para poner las cosas en perspectiva, acabamos de tener el mes de enero más sangriento desde que el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) empezó a llevar la cuenta en 1997. En enero de 2011 —hasta ahora el peor enero de la historia contemporánea del país— se registraron mil 867 averiguaciones previas por homicidio doloso; el mes pasado, el total fue mil 938 (Nota aclaratoria: el SESNSP empezó a reportar el número de víctimas y no sólo de averiguaciones previas en 2014. Es por tanto imposible hacer comparaciones con víctimas antes de ese año).
Algunos optimistas irredentos dirán que el número de homicidios se ha estancado en los últimos siete meses. Y sí, eso sería buena noticia, salvo por un detalle: lo mismo sucedió en varios años previos. En junio de 2015, fueron asesinadas mil 544 personas; en enero de 2016, el total mensual fue mil 553 (y ya vieron donde estamos un año después).
Esta es, además, una escalada nacional, no focalizada en unas cuantas localidades. En comparación con el mismo mes del año pasado, el número de homicidios se incrementó en 26 de 32 entidades federativas.
En algunos casos, el aumento fue espectacular. En Baja California Sur, el incremento fue de 685%. Y no, no es un error de dedo: el número de víctimas de homicidio doloso en ese estado peninsular pasó de 7 en enero de 2016 a 55 el mes pasado.
Por su parte, Colima siguió en su imparable trayectoria ascendente: allí el incremento fue de 180% contra el mismo mes del año pasado. En Hidalgo, tierra del secretario de Gobernación, Migue Ángel Osorio Chong, la tasa de crecimiento fue de 129%; en Zacatecas, 76%; en Chihuahua, 68%; en Sinaloa, 51%; en la Ciudad de México, 50%.
En total, diez entidades federativas reportaron un total mensual superior a 100 víctimas. En enero del año pasado, sólo tres estados rebasaron esa cota.
¿Y qué explica esta oleada de violencia? Como lo repito todos los meses, no lo sé. Con toda probabilidad, se trata de alguna combinación de factores, entre los cuales tal vez se cuenten los siguientes: 1) la creciente fragmentación del submundo criminal, 2) la activación de conflictos entre algunas de las grandes bandas del narcotráfico (particularmente el Cártel de Sinaloa, el Cártel de Jalisco Nueva Generación y la banda de los Beltrán Leyva), 3) el crecimiento del tráfico de heroína hacia Estados Unidos, 4) la transición simultánea en los gobiernos de una docena de estados, 5) las dificultades de implementación del nuevo sistema de justicia penal, y 6) la insuficiencia de recursos federales para hacer frente a la escalada.
Cualquiera que sea la explicación, hay un hecho incontrovertible: el país está entrando en zona de crisis. Al ritmo de enero, se van a registrar más homicidios en 2017 que en 2011, el año más violento de la administración Calderón. Y, dado que el gobierno ya no tiene ni la voluntad ni los recursos ni la imaginación para enfrentar el problema, la situación va a empeorar antes de que empiece a mostrar señales de mejoría.
¿Cuánto? No sé, pero mucho no es mala respuesta.
alejandrohope@outlook.com
@ahope71