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En la madrugada del lunes, mientras se celebraba un festival de música electrónica, un individuo armado entró al hotel Blue Parrott en Playa del Carmen, Quintana Roo. Abrió fuego y mató a cuatro personas de nacionalidad extranjera. Otra víctima murió de una caída y al menos 15 personas resultaron lesionadas. El asesino huyó en la confusión que siguió al tiroteo.
Este ataque es todo menos sorpresivo. El deterioro del clima de seguridad en la Riviera Maya es patente desde hace meses. Todo el verano estuvo plagado de ataques a centros de prostitución. A finales de noviembre, el bar Mandala, en pleno corazón de la zona turística de Cancún, fue objeto de un atentado que dejó muertos a tres empleados.
Detrás de todos esos incidentes (y muchos otros), hay una floreciente industria de la extorsión que afecta lo mismo a giros ilegales que a negocios lícitos, muchos de los cuales han tenido que cerrar en meses recientes al no poder pagar más el impuesto a los mafiosos.
Escribí sobre todo eso a principios de diciembre de 2016 (http://eluni.mx/2g2IdnS). Nadie hizo caso. Cuatro meses antes, Juan Pablo Becerra-Acosta describió, con sentido de alarma, la frágil pax narca de Playa del Carmen (http://bit.ly/2jW5OZW). Nadie hizo caso. En mayo de 2016, Eduardo Guerrero incluyó a tres municipios de Quintana Roo (Solidaridad, Benito Juárez y Cozumel) en una lista de zonas de riesgo por presencia de la delincuencia organizada (http://bit.ly/1X8C79b). Nadie hizo caso. A todo lo largo de 2016, la prensa local estuvo llena de reportes de balaceras, enfrentamientos y ejecuciones. Nadie hizo caso.
Y finalmente llegamos al Blue Parrott, a un incidente registrado en un evento internacional y que acabó con la vida de cuatro extranjeros. ¿Ahora si harán caso las autoridades locales, estatales y federales, ahora que está en riesgo la reputación de la zona, ahora que está bajo amenaza el flujo de turistas? Más vale, porque esto pudiera ser el inicio, no el final, de una escalada de violencia.
El mismo lunes, en diversas zonas de Playa del Carmen, se recogieron narcomantas, firmadas por un individuo conocido como El Fayo y por un grupo autodenominado como Zetas Vieja Escuela. En éstas, el grupo en cuestión se atribuye el atentado al Blue Parrott y lanza amenazas en contra de golfos (integrantes de alguna célula asociada al Cártel del Golfo), pelones (miembros de una banda local) y autoridades.
Esa combinación —incidentes de alto impacto y narcomensajes— ha sido en otros estados indicador del estallido de una guerra entre grupos criminales. No sería inusual si los acontecimientos en Quintana Roo anunciaran lo mismo.
Hay que recordar, por otra parte, que las condiciones sociales de la Riviera Maya la hacen propensa a convertirse en el Acapulco del Caribe o la Ciudad Juárez del trópico. Crecimiento demográfico explosivo, expansión desordenada de la mancha urbana, débil capital social, alta concentración de hombres jóvenes con pobres perspectivas económicas, mercados ilícitos pujantes y una economía regional próspera con muchos blancos para la extorsión.
Entonces, por favor, ahora sí hay que hacer caso. En la coyuntura actual, en la era de Trump, el país no se puede permitir perder, por negligencia y complicidad, una más de sus joyas.
EN OTRAS COSAS. Le mando una frase de bienvenida como presidente al señor Donald Trump: sic transit gloria mundi (la gloria del mundo es pasajera).
alejandrohope@outlook.com
@ahope71