El jaque al globalismo se resume en el grito de batalla de los partidarios de abandonar la Unión Europea y del propio Donald Trump: Gran Bretaña para los ingleses; Estados Unidos para los anglosajones.

Se equivocaron los británicos, justificaban su error de cálculo de analistas; se equivocaron los estadounidenses.

En la ruta, la irreflexión convocó al pánico. La noche del martes nuestra moneda se devaluó con mayor virulencia que la mañana
del 20 de diciembre de 1994, preludio de
la macrodevualución.

Como en aquel lunes negro que le abrió la puerta al crack bursátil mundial, la Bolsa de Tokio perdía 5.36% en su índice.

Sin embargo, ayer las aguas empezaron a tranquilizarse, al menos en el terreno bursátil. Se diría que el cielo empezó a escampar ante la expectativa de dos Donald Trump. Uno en campaña y otro en el poder.

Del dicho al hecho habrá un abismo entre el discurso vociferante y los candados del sistema, por más temperamental que sea el huésped de la Casa Blanca a partir del 20 de enero.

De entrada, hay reglas, avaladas por los tribunales internacionales, que impiden cancelar de golpe en forma unilateral el Tratado del Libre Comercio de América del Norte.

El procedimiento exige un acuse previo, un periodo de conciliación y uno más de ajustes.

Aún así, desmantelar las ventajas arancelarias para las exportaciones mexicanas no podría implicar la aplicación de impuestos altos, dada la necesidad de equilibrar los precios del mercado interno de Estados Unidos.

Tampoco, por más que el partido republicano controle el Congreso, podría ser fácil imponerle a la firma Ford un arancel o impuesto de importación de 35% de cara a los automóviles que lleguen a su mercado con la leyenda Made in Mexico.

La alternativa no puede ser selectiva, ni tampoco sin justificar que la exportación ponga en peligro la rama automotriz en su conjunto. Sin embargo, el que quedaría en la cuerda floja sería el Acuerdo Transpacífico de Asociación Económica, cuyo sí o no está en la buchaca del Senado con escasas posibilidades de votación en el intermedio a su renovación.

Y aunque nadie, salvo la oposición ciudadana a un gasto descomunal en plena caída de la economía del país del norte, podría impedir que Estados Unidos construya un muro en su frontera sur, la idea de que el gobierno de
México lo financie sería atentatoria al derecho internacional.

Confiscar los envíos de remesas de los trabajadores migrantes mexicanos atentaría contra los principios en que se sustenta
la Constitución de la nación de las barras y
las estrellas.

Embargar exportaciones o confiscar empresas de capital mexicano en el país de Trump concitaría un repudio internacional de colosales dimensiones.

Y aunque también estaría en la ruleta la posibilidad de deportaciones masivas de trabajadores migrantes, lo que le crearía la tormenta perfecta al país, habría que esperar la reacción de los contratantes.

Lo cierto es que el fenómeno Trump alentará los brotes de xenofobia contra los migrantes en general, con énfasis en latinos y musulmanes. Colocado en la estridencia el discurso degradante, agresiones, insultos y hasta crímenes se multiplicarán.

En la escena, además, estará latente el intervencionismo excesivo de México en el proceso electoral estadounidense, cuyo episodio más grotesco fue la fotografía de un puñado de senadores con playeras pro Clinton.

Ganó Trump, pese a la batería de veladoras en la Catedral que colocó el secretario de Hacienda, José Antonio Meade, a favor de la demócrata.

La gran interrogación son las reacciones de un hombre con más vísceras que cerebro.

Aún así, el mundo no se acaba.

Balance general. Sería la desmañanada, sería el ayuno, el caso es que las caras del secretario de Hacienda, José Antonio Meade y del gobernador del Banco de Mexico, Agustín Carstens, no empataban con el mensaje de solidez en los cimientos de la economía frente a la turbulencia.

En el epicentro estaba el vaticinio de los analistas de que la paridad peso-dólar alcanzaría 25 pesos, y que la economía se contraería 4.5% en el 2017 en la eventualidad de un triunfo de Trump.

Por lo pronto, está en la mesa el acuerdo previo de la Comisión de Cambios de no intervenir el mercado, es decir arriesgar las reservas en subastas de dólares para ubicar el equilibrio. La catarata podría ser incontenible.

Y por lo pronto, las ganancias bursátiles que se habían alcanzado en la certeza de una derrota de Trump, se esfumaron en las primeras horas de la jornada de ayer.

Una de las acciones perdedoras fue la del Grupo Carso del magnate Carlos Slim, quien, sin relación con el asunto, había enfrentado un serio problema con el hoy presidente electo de Estados Unidos.

Adicionalmente, el magnate perdió el escándalo de 5 mil millones de dólares, equivalentes al 9.2% de su fortuna, en las operaciones de pánico que se realizaron a la vera de la inminencia de la derrota de los demócratas.

Slim había declarado que un eventual triunfo de Trump destruiría la economía de Estados Unidos.

Derrotan a Movistar. Ayer la Suprema Corte de Justicia desechó la posibilidad de otorgar un amparo a la filial en México de la Telefónica Española que opera como Movistar, contra disposiciones del Instituto Federal de Telecomunicaciones que a su juicio afectan el equilibrio. Estamos hablando de la cancelación en los contratos de cláusulas abusivas para los usuarios. Una de ellas es la penalidad, calificada de excesiva, para quienes decidan terminar anticipadamente éstos.

Más allá, se obliga a las concesionarias a mantener una cuenta del espectro no utilizado por el público en relación al contratado, para abonarlo al año siguiente.

Adicionalmente, se coloca en letra de molde la obligación de las empresas de transferir las solicitudes de cambio de proveedor de los usuarios manteniendo su mismo número.

Sí, pero no. Aunque a bote-pronto podría deducirse que el presidente electo de Estados Unidos estaría en opción de darle las gracias al ex secretario de Hacienda, Luis Videgaray por la idea, y al presidente Enrique Peña Nieto por su recepción en Los Pinos, a cuya vera revivió su candidatura, lo cierto es que de cara al interior del país la crítica es más virulenta. Lo ayudaron a llegar, dice la oposición.

El hecho es que, pese a la justificación de “sensibilizarlo”, Trump no solo mantuvo un discurso antinmigración, sino lo radicalizó.

albertobarrancochavarria0@gmail.com

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