Texto y fotografía actual: Carlos Villasana y Ruth Gómez
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Miguel Ángel Garnica

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Tal y como pasa hoy en día con las terminales de autobuses, en la época en que corrían ferrocarriles al interior de la ciudad, existían diversas estaciones cuyos destinos variaban. Una de ellas era la Estación Colonia, inaugurada a finales del siglo XIX por Porfirio Díaz.

Su forma arquitectónica constaba de tres niveles, planta baja y dos pisos superiores, con múltiples ventanas. Al centro, lucía un reloj circular que hacía saber a los transeúntes o viajeros, la hora que era en la ciudad.

Sus patios se extendían a lo largo de lo que hoy conocemos como Jardín del Arte y por sus vías corrían los trenes que iban con destino al norte y al oeste, iniciando su viaje sobre la actual calle de Sullivan hasta llegar a Marina Nacional, donde se desviaba un poco para seguir su rumbo a Tacuba, entroncando con el paso del Ferrocarril de Cuernavaca.

Para los festejos del Centenario de la Independencia, la fachada de la Estación Colonia se vistió de arreglos y adornos tricolores, formando parte de los sitios que el entonces presidente Díaz había seleccionado para que sobresalieran en el paisaje citadino. Sin embargo, a finales del mismo año por sus puertas cruzarían decenas de revolucionarios que llegaban o salían de la capital y ya en 1911, en un ambiente triunfante y de júbilo, arribaría a la ciudad Francisco I. Madero para tomar posesión como Presidente de la Nación.

Mucho cemento, olvido… y poca madre
Mucho cemento, olvido… y poca madre

Esta estación siguió funcionando hasta finales de los años 30, cuando el gobierno tomó la decisión de demolerla. Los motivos nunca fueron claros, pero lo cierto es que el ferrocarril como medio de transporte estaba quedándose atrás y quizá fue porque la estación cayó en desuso, porque resultaba caro su mantenimiento o por el afán de desaparecer todo lo que dejó el Porfiriato–aunque algunos íconos de la capital fueron construidos durante esa época–. Sin duda, su demolición modificó el paisaje urbano que rodeaba a la estación.

Mucho cemento, olvido… y poca madre
Mucho cemento, olvido… y poca madre

Sobre sus patios, las autoridades construyeron un inmenso parque y en el espacio que ocupaba la estación optaron por erigir el primer monumento dedicado a la madre. Pues tan solo unas décadas atrás, en 1922, el entonces secretario de Educación, José Vasconcelos había introducido al país la celebración del Día de las Madres, estableciéndose así el 10 de mayo como el día nacional para festejar a las madres.

Este monumento fue erigido tras un certamen convocado por diversas instituciones gubernamentales y un periódico de circulación nacional. El arquitecto José Villagrán García y el escultor Luis Ortiz Monasterio resultaron ganadores e iniciaron los trabajos en 1948.

Mucho cemento, olvido… y poca madre
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El Monumento a la Madre

Fue el 10 de mayo de 1949 que el presidente de aquella época, Miguel Alemán Valdés, inauguró de manera oficial el nuevo recinto, una construcción de cantera con cuatro personajes: una mujer con una mazorca simbolizando la fertilidad, un hombre escribiendo para evocar a la educación y, al centro, una mujer con un pequeño bebé en brazos.

Debajo de la figura central hay una placa con la leyenda: “A la que nos amó antes de conocernos” y con el tiempo se le agregó otra –notoria por la diferencia de sus tipografías y la intensidad de sus colores– que dice: “porque su maternidad fue voluntaria”.

Como todo recinto de esta urbe, los años le trajeron cambios y modificaciones. Cuando fue inaugurado contaba con un par de escalinatas con más de cinco peldaños a sus costados y su descanso formaba una especie de pódium que podía fungir como escenario o simplemente como estancia y una explanada muy sencilla, con un pequeño jardín.

Ya para los años 70 el aspecto era otro, ya se notaba una explanada mejor pensada como zona de descanso, aparecieron jardineras y bancas de concreto que estaban distribuidas de tal forma que el personaje central no perdiera protagonismo.

Décadas después, la zona aledaña se empezó a dar a conocer por ser un sitio de explotación sexual, ocupada por el comercio informal y, con la aparición del Metrobus, nació uno de los cruces más congestionados de la capital por su cercanía con la Avenida de los Insurgentes y Paseo de la Reforma.

Mucho cemento, olvido… y poca madre
Mucho cemento, olvido… y poca madre
Mucho cemento, olvido… y poca madre
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A pesar de que tanto el Monumento como la explanada se rehabilitaron en 2012 –en la que se instaló la “Campana de la Amistad”, obsequio de Corea del Sur, y se añadió un estacionamiento subterráneo–, a finales del año pasado EL UNIVERSAL anunciaba que se planeaba una nueva remodelación para todos los espacios públicos sobre la avenida James Sullivan, mismo que “se financiará mediante aportaciones de desarrolladores inmobiliarios, informaron autoridades del gobierno capitalino y la delegación Cuauhtémoc”, decía una publicación de esta casa editorial de octubre pasado.

En septiembre la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda lanzó una convocatoria para el concurso de “Regeneración del Paseo Urbano Monumento a la Madre” y para diciembre de 2016, EL UNIVERSAL informaba que el ganador del concurso de construcción del nuevo paseo urbano sería el grupo Rzero+PARA, representado por el arquitecto Alejandro Zárate de la Torre.

El proyecto contará con un presupuesto máximo de 150 millones de pesos y su construcción dará inicio a lo largo de 2017, trabajando sobre un área de 37 mil 500 metros cuadrados para que los ciudadanos conozcamos el estatus del proyecto, el gobierno puso a nuestra disposición el siguiente .

Las condiciones actuales

Hace un par de días, EL UNIVERSAL acudió a la zona para conocer el estado en el que se encuentra y pudimos atestiguar un pésimo estado de conservación: en la parte trasera del monumento hay una larga fila de indigentes durmiendo, los costados de la explanada lucen graffiteados, sobre la explanada estaba tirado otro indigente y había trozos de piedra.

Los jardines que lo acompañan están secos y sólo encontramos a un par de peatones descansado. Nos acercamos a Adriana, una señora que estaba sentada sobre el borde de la jardinera y le preguntamos cómo sentía el ambiente, nos comentó que en el día no le daba miedo estar ahí porque es un cruce muy transitado y “casi siempre hay policías, por el Senado” pero admitía que en la noche ya no se sentiría tan tranquila.

Mucho cemento, olvido… y poca madre
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Al preguntarle su opinión sobre lo que dicen las placas del monumento, Adriana nos dijo “mira, la verdad es que yo nunca creí en eso de que podías amar a alguien sin verlo, ni me imaginaba con hijos, pero cuando me embaracé y me empezó a crecer la panza lo comprendí, es un amor inexplicable. Aunque eso sí, eso del instinto materno no sé si exista, hay mujeres que no quieren ser madres y no está mal”, finalizó.

Así, más allá de la concepción de maternidad o de los ideales que dieron origen a esta obra, ubicada entre las calles de Sullivan y Villalongín, dividiendo las colonias Cuauhtémoc y San Rafael, lo cierto es que este espacio se ha deteriorado y pocos de los capitalinos son conscientes de su significado, o incluso no tienen noción de la hermosa estación Colonia que antes estuvo ahí, y esto se debe principalmente a que las autoridades  no se preocupan en dejar testimonio, al menos con una placa , de la historia de los espacios de la ciudad.

Mucho cemento, olvido… y poca madre
Mucho cemento, olvido… y poca madre

Fotografía antigua: Colección Villasana–Torres.
Fuentes: Artículos “Recuperan explanada del Monumento a la Madre”, de Shareni Guzmán, “Realizarán rehabilitación de parque en Monumento a la Madre” de Gerardo Suárez y “Destinan 150 mdp para rehabilitar Monumento a la Madre” de Phenélope Aldaz, EL UNIVERSAL.

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