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Texto: Cristian Kemchs
Fotos actuales: Germán Espinosa y Yadin Xolalpa
Diseño Web: Miguel Ángel Garnica
Sastres mexicanos reconocen que en la actualidad la sociedad está perdiendo la cultura por vestir a la medida. Y es cierto, cada vez es más difícil encontrar un buen sastre por las calles de la Ciudad de México.
Enfocados en los códigos de la elaboración de un traje y del buen vestir, hoy en día los pocos sastres que sobreviven ejercen su labor también por preservar este oficio de tradición europea el cual llegó a México en 1525, con la conquista de la antigua Tenochtitlan por parte de los españoles y cuyo origen real se atribuye a Italia cuando era necesario confeccionar trajes especiales para los integrantes de las cortes reales.
Sin embargo, quienes se dedican a este quehacer dicen que hoy la juventud prefiere la oferta de la ropa prediseñada, por cuestiones de moda o de marca y no valoran las ventajas de mandarla a hacer con un sastre como: que la hechura es a la medida, las telas son al gusto y, sobre todo, se trata de prendas mucho más duraderas. Dicen también que esta ocupación ya no llama la atención, como antes, de los más jóvenes cuando llenaba de orgullo ser el creador de ropa hecha a la medida.
Tres sastres entrevistados por EL UNIVERSAL narran cómo resisten ante las adversidades que les impone la industria, el mercado, la economía nacional, la moda y la poca importancia que la gente le da al arte de vestir a la medida y a formal.
Jesús Lobato Montiel , Presidente de la Asociación Nacional de Sastres
Un maestro sastre no se forma de la noche a la mañana
Preocupados por la actual situación económica del país y el cero reconocimiento de la mano de obra de los que trabajan en el medio, la Asociación Nacional de Sastres (ANS) comparte su visión del estado en el que se encuentra esta actividad que tuvo su auge en Italia, cuando el sastre comenzó a desarrollar su labor muy cerca de la corte real, pues los individuos de aquellas épocas demandaban vestimentas muy elaboradas, según nos comenta en entrevista con EL UNIVERSAL Jesús Lobato Montiel, presidente del gremio nacional de sastrería.
Con 45 años de experiencia en el manejo de técnicas sartoriales, Jesús, también profesor de Sastrería de Alto Nivel, Técnicas Sartoriales, nos explica que un maestro sastre no se forma de la noche a la mañana, ya que quien quiera dedicarse al arte de crear ropa requerirá “de por lo menos 12 años de formación, con ocho horas de trabajo diario, puesto que la sastrería guarda en sí misma técnicas de trazo muy especializadas, debido a que este oficio ofrece una mayor calidad en los acabados al gusto”.
Esto para las nuevas generaciones pareciera algo desconocido comenta el presidente de la ANS, quien dice que los más jóvenes desconocen hasta el origen de una camisa, una corbata, un pantalón o un americano y retoma con un poco de nostalgia que ahora existe poco interés por aprender el oficio.
“En antaño las sastrerías recibían en sus locales a jóvenes aprendices que iban de los 12 a los 15 años, en donde los aspirantes aprendían a utilizar las herramientas del ‘arte sartorial’ que implican la escuadra, divisional, la curva sartorial, la aguja para coser a mano, la máquina de coser, el dedal y la cinta métrica”, narra Jesús.
Lobato Montiel recuerda lo que para él fueron las épocas doradas de este quehacer, entre los años 30 y los 70, en donde el mercado era muy demandante para la creación de ropa a la medida y que hoy está desapareciendo porque “la sociedad no valora, no le da el justo medio a este oficio, porque la sociedad piensa que ser un sastre es algo muy sencillo y simple, pero no es así, porque implica mucha preparación, mucho estudio, mucho desarrollo para poder lograrlo”.
Ante la pregunta de si eran mal vistos los sastres en el pasado, Jesús Lobato responde que “en este tema se pueden citar varias cosas”, ya que no nada más en épocas pasadas se daban estas situaciones, él dice que “una parte de la sociedad actualmente considera a un sastre como una persona que se dedica a coser, que se dedica hacer ajustes de prendas. En este momento la sociedad considera que la sastrería es un oficio de archivo muerto, pero no es así”.
Con respecto a la situación actual, Lobato menciona que a finales de los noventa el oficio empezó a decaer por la industrialización en México hecho que provocó, entre otras cosas, que la actividad sartorial viniera a menos. El costo para confeccionar un traje a la medida se elevó, “el cliente volteó su mirada hacia productos más económicos, de un uso más inmediato y de fibras también mucho más económicas. Estos sucesos hicieron que viniera a menos la formación de un sastre, su capacitación, su formación intelectual y, por ende, el talento escaseó”.
Es por eso que la Asociación nacional de sastres piensa recuperar este oficio, “pero para esto necesitamos el apoyo del consumidor, que valore más el trabajo de la sastrería... que reconozca que la labor de un sastre es maravillosa... y que en medio está el orgullo, el quehacer y la mano de obra de artesanos mexicanos”.
Baltazar Cruz, sastre y heredero de la reconocida Sastrería y Camisería Stefano
Baltazar y su hijo Alberto, en la tienda Stefano de avenida Monterrey, una de las cuatro que tiene en la Ciudad de México. Su hijo, aunque estudia Biología, aprendió el oficio a los 16 años y lo que más le gusta es ver a la gente contenta portando sus creaciones.
Oficio de herencia familiar donde se puede ganar más que un profesionista
Considerados como artesanos a lo largo de la historia, para la mayoría de las familias que se dedica al arte de confeccionar esta actividad se ha convertido en una valiosa herencia que se comparte de generación en generación como el mayor tesoro que pueden dejar sus padres a sus hijos, como es el caso de Baltazar Cruz, sastre que en este 2017 cumple 30 años de ejercer lo que él considera el mejor trabajo del mundo.
Proveniente de estado de Oaxaca, Baltazar cuenta que llegó a la Ciudad de México en 1987 “para buscar nuevos horizontes”. Recuerda que le tocó “una buena época en esto de la sastrería yo no sabía nada, empecé de cero, empecé a hacer unos trazos, estudie 6 años y así sucesivamente”.
Actual propietario de la reconocida Sastrería y Camisería Stefano, Baltazar Cruz narra cuando conoció a Raúl Caballero Caño, fundador de las sastrerías que ahora él atiende y el maestro que le cambió la vida.
“Raúl me llevó a Italia, a Madrid, donde aprendí muchas cosas. Soy muy afortunado, he conocido a mucha gente, presidentes, actrices, rectores, políticos, empresarios, infinidad de personajes de todas las clases sociales".
“Después de 10 años de trabajar con el señor Raúl Caballero me independicé, pero 10 años más tarde el destino me hizo regresar como dueño, luego de recibir una llamada de mi maestro quien me dijo por teléfono que me hacía cargo de los negocios, cosa que hago desde su muerte, siguiendo la tradición con mis hijos a quienes estoy enseñando para que ellos puedan seguir con este trabajo que nos ha dado tanto”.
Baltazar dice que no ha sido difícil trabajar de sastre, pues considera que es un trabajo muy sano y limpio. Se necesita mucha atención, práctica, cualidades y sobre todo exige puntualidad y calidad porque los clientes son exigentes.
“Me gustaría que muchos jóvenes aprendieran. En mi negocio tengo jóvenes aprendiendo con mis hijos. Este es un oficio en el que si uno se prepara se puede ganar más que un profesionista”.
La Sastrería y Camisería Stefano vende trajes confeccionados con tela nacional cuyos precios que van desde los 8 mil 500 pesos hasta creaciones con telas italianas desde los 10 mil 500 pesos, aunque también tiene trajes con telas importadas que son muy caras, las cuales rondan entre los 25 a 30 mil pesos o más, pero Cruz dice que estos precios no son cualquier inversión, porque sus creaciones pueden durar entre los 10 o 15 años.
Ante estos precios que podrían asustar a la clase media y baja, Baltazar comenta que hay gente que gasta dinero en trajes que compra en el extranjero, son trajes industriales que con dos o tres lavadas ya no sirven, por eso él hace un llamado a la gente para que valore la mano de obra de los mexicanos, la cual nos asegura vale mucho, pues en su experiencia en Italia sus colegas extranjeros le compartieron que, si por ellos fuera, se llevarían a todos los mexicanos a que fueran a trabajar allá. Sin embargo, reconoce que actualmente se “están acabando los buenos sastres, pues muchos ya murieron o se retiraron y sólo hay pocos jóvenes sastres”.
Su hijo, Alberto Cruz de 23 años, quien aprendió el oficio cuando tenía 16 años, comenta para El Gran Diario de México que lo que más le gusta de continuar con esta tradición es la de poder diseñar y experimentar con las creaciones que le encargan.
Fernando Bonilla Macedo, sastre que ofrece más servicios de reparación en el Centro Histórico
Las composturas, el otro mercado de la sastrería
En la actualidad más de la mitad de las personas que han tenido un acercamiento con algún sastre ha sido para actualizar o reparar alguna prenda, aquellas sastrerías donde las pilas de ropa son el escenario común en el que se desarrollan los sastres que atienden a un mercado que no cuenta con un poder adquisitivo para mandarse a hacer un traje o ropa a la medida y que ha obligado a este sector de trabajadores a dejar de perfeccionar las técnicas de confección de vestimentas finas.
Fernando Bonilla Macedo, es uno de ellos, comenta para EL UNIVERSAL que a pesar de venir de una familia de sastres, su formación se limitó a la reparación de prendas, pues nos dice que la exigencia cuando él entró al oficio era simplemente la reparación de pantalones, camisas, playeras y vestidos.
Su ingreso semanal puede llegar a ser de mil 200 pesos, pero “si la semana está buena” puede que llegue a sacar un poco más, “en general me recupero, a pesar de que reconozco que este mercado ya no es rentable.
“Mi vida como sastre cada día la veo con más tendencia a desaparecer. Mucha de la ropa ya es desechable. La moda ahora cambia más rápido, ya nada es igual a lo de antes, es increíble pero me han llegado a traer trajes de 1960 y están en perfectas condiciones, nada que ver ahora con las preferencias de la gente que gusta de los productos de marca.
La gente defiende la marca a capa y espada, pero no saben que mandar a hacer un pantalón es mucho mejor, pues en primera va ser a tu medida, en segunda uno puede escoger los materiales y lo mejor de todo es que este pantalón si vas con alguien que trabaje bien, seguro te durará muchísimo más tiempo”.
Fernando reconoce que la gente piensa que es más caro, pero él dice que a la larga es más económico hacerte un pantalón, a comprar marcas carísimas hechas con malos materiales. Él invita a la gente a acercarse a los sastres, que apoyen la mano de obra nacional.
Aunque pareciera increíble México cuenta con un reconocimiento mundial gracias a los maestros sastres que han desarrollado actitudes y habilidades de enorme calidad. Ahora que nos encontramos ante una nueva etapa en la que se pretende reivindicar el consumo nacional, se debería voltear al sector de la sastrería para valorar e impulsar de nuevo la costumbre del buen vestir, ya que si de economía se trata una prenda hecha a la medida es más duradera y te hace ver mejor.
Fotos antiguas: Archivo EL UNIVERSAL.
Fuentes: Entrevistas con los sastres Baltazar y Alberto Cruz, Jesús Lobato Montiel y Fernando Bonilla Macedo.