Texto y fotos actuales: Uriel Gámez Hernández
Diseño web: Miguel Ángel Garnica

Don Cuco sostiene entre sus manos un trozo de tela atorado entre varillas de metal. Todo parece ser un caos que no tiene remedio. Aquella pieza que don Cuco maneja con soltura entre sus manos, mientras la examina, es un paraguas descompuesto desde hace año y medio, que bien podría irse a la basura; pero que su dueña, la señora Araceli, quiere que lo reparen porque le tiene afecto y no quiere deshacerse de él, por eso lo llevó con don Cuco: el artesano que revive estos objetos que consideramos desechables.

La reparación le costará a la señora Araceli entre 100 y 150 pesos, cantidad suficiente para comprar hasta dos o más paraguas nuevos, pero para ella bien vale la pena el gasto, al tratarse de un objeto que lleva tiempo en su familia y que es de mejor manufactura que la mayoría disponible en el mercado.

A unos pasos del Teatro Blanquita se encuentra la paragüería París, uno de los pocos establecimientos especializados en la venta y compostura de paraguas en la capital, sitio en el que don Cuco se encarga de reparar y dejar como nuevos estos artículos que ayudan a protegerse del sol o la lluvia.

Paragüero: el oficio que no hay a quien heredar
Paragüero: el oficio que no hay a quien heredar

“Voy a cumplir 41 años en el oficio, el negocio va a cumplir 60 más o menos”, cuenta a EL UNIVERSAL el hombre de 57 años de edad.

Esta paragüería la fundó el señor Valeriano Fernández y su cuñado en la década de los 50. Esta familia llegó de Orense, España, a la capital mexicana y pusieron el negocio. Cuando el dueño falleció, su esposa y su hija quedaron al frente y don Cuco siguió con ellas a pesar de las bajas ventas.

“Llegué aquí a los 16 años un primero de septiembre de 1975 con ganas de aprender y trabajar. Fueron inicios difíciles porque no sabes nada de esto”, cuenta don Cuco. Tardo tres años en aprender  el oficio.

Aunque comenzó a trabajar desde los nueve años; aquellos empleos, que incluían varios locales de comercio y hasta desempeñarse como niñero, lo curtieron para el trabajo al que ha dedicado su vida.

El local funge también como afiladuría, pues la piedra utilizada para esta práctica es originaria de la ciudad donde nació el señor Fernández. Don Cuco no sabe qué relación tiene una actividad con la otra,  pero realiza las dos.

Paragüero: el oficio que no hay a quien heredar
Paragüero: el oficio que no hay a quien heredar

Paraguas cosidos a mano con nylon de importación

En el local venden paraguas de una compañía de Vigo, España. La  diferencia con los de aquí, dice don Cuco, es que esos tienen reparación, porque hay  piezas para sustituir, los otros no. Sin embargo, en la actualidad  los dos tipos son chinos.  Antes los paraguas llegaban en “obra negra” y se armaban en el local. Se realizaban los cortes de tela, se cosían a mano y otros detalles a máquina. Utilizaban nylon repelente y eran importados de Italia, Alemania, Francia, Brasil y Puerto Rico, que eran los de mayor calidad, ahora todo es chino. Nunca hubo una fábrica de paraguas mexicanos, sólo mano de obra.

A partir de los años noventa empezó la importación china, rememora don Cuco. Desde esa fecha en el  trabajo se dio un bajón, pues desde hace 16 años empezó a llegar todo armado. “En China también hay cosas muy buenas, desgraciadamente cuando llegan los productos chinos a México nos mandan lo peor. Cuando aparece China en el mapa, desaparece la fayuca”, dice don Cuco.

Paragüero: el oficio que no hay a quien heredar
Paragüero: el oficio que no hay a quien heredar

El paraguas, símbolo de poder y elegancia

“El paraguas desde su nacimiento, está conectado a la representación simbólica del poder”, se lee en la página web del Museo del Paraguas y del Parasol de Italia (Museo dell’Ombrello e del Parasole en italiano), el único en el mundo. En naciones como China, Egipto e India la sombrilla se usa desde hace 3 mil años; en estos sitios usar este artefacto no era para todos pues “los reyes persas eran los únicos mortales que podían protegerse del sol por una sombrilla; con mayor democracia, en Egipto ese privilegio era garantizado para todos los nobles”, refiere la página web. Sólo los poderosos tenían derecho a usarlos.

En México el uso de este accesorio tuvo su esplendor en los siglos XIX y XX cuando la moda francesa estaba presente en las señoritas de las ciudades del país. En la capital se organizaban paseos como el de Plateros. Gustavo Casasola en el tomo cuatro del libro Seis siglos de historia gráfica de México escribe: “Era indispensable ir diariamente para ser alguien. A pie, en coche, eso no importaba, pero era necesario”. En estos paseos las mujeres que iban en carruajes utilizaban las sombrillas para cubrirse del sol; el resto, sombreros.

Paragüero: el oficio que no hay a quien heredar
Paragüero: el oficio que no hay a quien heredar

Años posteriores el  paraguas pasó de la elite a la mayoría de los hogares de todos los sectores sociales. Ahora no resulta extraño que en diferentes cruceros, en la época de lluvias, nos encontremos a un vendedor promocionando diferentes tamaños, colores y precios de los paraguas. Incluso estos artículos se han sustituido por plásticos con “capucha” que se venden en cinco pesos.

EL UNIVERSAL también buscó la opinión de otra paragüería ubicada cerca de Metro San Cosme, pero el locatario no tuvo interés en brindar información. Cerca de allí hay un local más pero que ya no se dedica a fabricar o reparar, pues ahora importa paraguas a los cuales imprime serigrafía y vende a las empresas que a su vez los usen como productos de publicidad para sus marcas y servicios.

Paragüero: el oficio que no hay a quien heredar
Paragüero: el oficio que no hay a quien heredar

Ya nadie quiere hacer ni arreglar paraguas

Don Cuco no tiene un promedio de paraguas para arreglar a la semana;  ahora la gente ya casi no los lleva a reparar, pues lo sustituyen por otro nuevo, más barato que la reparación.

“Los paraguas cada vez son más comerciales, más desechables”, dice.

Aunque hay paraguas para todos los gustos: los elegantes, los largos, en los que el mango puede ser de madera, plástico, forrados de cuero; los cortos, los de diseñador, etc.

Los precios de la reparación de estos artefactos dependen de la falla, aunque el tiempo en la reparación sea corto: don Cuco demoró 30 minutos en el arreglo del paraguas de la señora Araceli.

La falla más recurrente es que se averíe el automático (con el que se abre el paraguas) oque se rompan las varillas o la tela, la cual ahora es difícil de sustituir porque ya no se fabrican  de diferentes tipos y tamaños como ocurría antes.

Paragüero: el oficio que no hay a quien heredar
Paragüero: el oficio que no hay a quien heredar

“Este  oficio está en  extinción. No porque yo lo diga, sino porque ya nadie quiere arreglar paraguas, ya nadie quiere trabajar, ya nadie quiere hacerlos, y no hay interés en esta actividad”, dice con tristeza don Cuco.

—¿Usted tiene alguien a quien heredar el oficio?

— No. Tenía  un sobrino  trabajando aquí conmigo, pero se salió hace año y medio porque quería ganar más. Habló con la patrona y  ella, por desgracia, le dijo que no le podía pagar más, entonces él se fue.

Paragüero: el oficio que no hay a quien heredar
Paragüero: el oficio que no hay a quien heredar

—¿Entonces la temporada buena de venta es de abril a septiembre?

—Nada más diga temporada, no diga buena, porque hoy ha sido una temporada horrible, este año no hubo buenas ventas. Se ha caído el cielo en diferentes rumbos, pero ni eso ayudó.

No lo tire, arréglelo

“El problema de aquí es que hoy está lloviendo y nos voltean a ver pero cuando la lluvia se termina, suena feo decirlo, pero ni para papel de baño sale. Termina septiembre y se acabó. Octubre, noviembre, diciembre y enero es la muerte aquí; en febrero no hacemos nada. La paragüería es un negocio de temporada, no podemos decir que es constante”, sentencia don Cuco.

Por eso, él aún elabora sombrillas de la época del Porfiriato, pero no para uso cotidiano, sino para las quinceañeras, las novias, o las niñas que harán su primera comunión, en donde este artículo conserva su estética tradicional.

Paragüero: el oficio que no hay a quien heredar
Paragüero: el oficio que no hay a quien heredar

Mientras don Cuco se concentra en dar las puntadas finales a la tela del paraguas que repara, permanece en silencio.  Por un momento, suspende el relato sobre su trabajo.

En cuanto al futuro del local y la continuidad de su arte, don Cuco se muestra pesimista y nos dice: “Esto desaparece totalmente en diez o quince años más, por desgracia”.

Fotos antiguas: Archivo fotográfico de EL UNIVERSAL y Seis años de historia gráfica de México de Gustavo Casasola, Tomo 4.

Fuentes: Página web del Museo dell’Ombrello e del Parasole; entrevista para EL UNIVERSAL de paragüero don Cuco de la Paragüería y afiladuría París; Libro Seis años de historia gráfica de México de Gustavo Casasola, Tomo 4.

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