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Texto y fotos actuales: Aura García
Diseño web: Miguel Ángel Garnica
Al entrar al departamento sin darte cuenta viajas a través del tiempo. De pronto ya no estás en el siglo XXI, sino en los primeros años del siglo XX. Paredes de madera y mosaicos estilo art decó te rodean. Todo es de otra época. A la vista no encuentras ningún mueble moderno y las líneas simples y rectas del piso de la cocina te permiten imaginar que vives en 1930. El estudio, ni se diga, dos sillones chaparritos y una mesa discreta te dan la bienvenida.
Cocina del departamento de Ernesto Kruger, vecino del edifico Río de Janeiro.
Este lugar en el que estás parado es uno de los pisos del edificio Río de Janeiro, ubicado en la Colonia Roma, en la esquina de Durango y Orizaba. El dueño de aquel hogar te ha mostrado los interiores de su casa y te platica, como todo un conocedor, la historia del edificio. “Fue remodelado en los años 40 y por eso es como si fueran dos en uno. Afuera es un castillete y por dentro es como Miami”.
Las diferencias entre estos estilos se deben a la remodelación que sufrió el edificio en 1942, la cual fue dirigida por el reconocido arquitecto Francisco J. Serrano. Él y su equipo fueron los encargados de trasladar la corriente Decó a los interiores del edificio, la cual contrastaba con la fachada de naturaleza ecléctica, que significa la mezcla de varios estilos formales y ornamentales del pasado.
Vista privilegiada y foco de curiosos
“Éste de aquí es el palco más extraordinario, porque gracias a él he sido testigo de todo tipo de cosas que pasan en el parque. A los ciclistas desnudos, los que realizan una rodada cada cierto tiempo, les encanta pasar frente a la plaza… Es un efecto muy divertido, primero ves a uno, luego son dos, tres y cuando menos te das cuenta ya está todo lleno”, comentó Ernesto Kruger durante la entrevista, dueño de uno de los departamentos que alberga el edificio.
Desde el palco la vista es panorámica: perros de todas razas corren hacia la fuente y se avientan un chapuzón, como si fueran niños jugando en toboganes, la réplica del David posa majestuosa y decenas de personas transitan por las esquinas de la Plaza que lleva el mismo nombre del edificio, Río de Janeiro. Si bien, algunos detalles están ocultos a la vista del espectador, los árboles se encargan de enmarcar el paisaje digno de una pintura.
Ernesto jamás imaginó vivir en un lugar histórico. Éste es su palco.
Este departamento no aloja ningún mueble moderno, porque Ernesto decidió no romper con el estilo Decó de los interiores.
“La verdad es que me siento como patrimonio histórico de la Roma, todo el día, a todas horas, hay alguien tomando fotos a mi ventana. Eso me resulta muy peculiar. No imaginé que fuera así, pero en realidad no me molesta porque si te pones a pensar en ello, los curiosos no tienen tanta oportunidad de espiarte. Son instantáneas, no una vigilancia constante”, comentó el vecino.
Con respecto al nombre de la plaza, el arquitecto Edgar Tavares aseguró durante una entrevista con EL UNIVERSAL, que el nombre original era Parque Roma. “Los vecinos del lugar lo conocieron así. Así lo llamaban todos, pero fue José Vasconcelos a quién se le ocurrió cambiarlo, para agradecer el trato que le dieron los mandatarios de Brasil en una visita que realizó a ese país”.
El también cronista de la colonia rememora y hace coraje nada más de pensar en ello. “Es como si a ti te cambiaran el nombre por una ocurrencia. Mira a tu alrededor, lee los nombres de las calles: Londres, Orizaba… ¿Qué tiene que ver Río de Janeiro?”
Arquitectura que “desentona”
Hubo un tiempo en el que las copas de los árboles no ocultaban al edificio Río de Janeiro y sus tabiques deslumbraban a quien pasara por en medio de la plazuela. Ese tiempo ya no existe y ahora la construcción está oculta por la vegetación; sin embargo, acercarse a su fachada aún resulta una experiencia majestuosa.
El edificio alcanzó la fama a principios del siglo XX y parte de su grandeza sigue intacta. Para verificarlo sólo hace falta prestar atención a los detalles. Las grecas, la textura del ladrillo y los balcones fungen como objetos hipnotizadores, que pueden trasladar a sus espectadores a otro país, e incluso a otra década.
La construcción fue edificada en el año de 1908 y a pesar del paso del tiempo aún conserva misterio en sus entrañas. Desde su inauguración fue señalada por poseer un estilo arquitectónico distinto al “afrancesamiento” de la colonia y quienes lo señalaron, tenían razón.
Río de Janeiro fue construido con detalles distintivos de la arquitectura inglesa, pues el ingeniero que lo diseñó era originario de Gran Bretaña. Su nombre era Regis A. Pigeon. Él fue el encargado de incluir en su fachada la mansarda (tejado inclinado) que distinguió por aquellos años los departamentos del país europeo y, asimismo, diseñó el techo en forma de cono y los vanos falsos que rematan cada esquina.
Precisamente, aquellos detalles -en el techo y las ventanas de este edificio- le harían acreedor a su mote: La Casa de las brujas.
Edifico Río de Janeiro, ubicado en la esquina de Durango y Orizaba.
Gracias al libro Vivir en la Roma, escrito por el arquitecto Tavares, fue posible comprobar que este edificio fue construido por orden de Porfirio Díaz, para celebrar el Centenario de la Independencia y que en sus inicios figuró como el hotel de lujo donde se hospedaron visitantes del extranjero. Eran cuatro departamentos, todos tenían chimenea y, en ese entonces, los coches con caballo ingresaban al recinto por Durango.
Misterio y crimen
La colonia Roma oculta en una de sus calles esta construcción, desde hace más de un siglo. La oculta como si fuera su preciado tesoro del pasado y junto con él nos esconde cientos de años en historias.
El edificio, que tiene cuatro torreones, destaca entre los departamentos y negocios de alrededor por las leyendas que lo acreditan como “la Casa de las Brujas”, pero también lo hace porque sus paredes, patios y fachada fueron testigos de una serie de asesinatos perpetrados años atrás.
¿Quiénes asesinaron en las inmediaciones del edificio? ¿Cuáles son los nombres de las víctimas? ¿Cuál fue el motivo del homicida? Todos estos detalles son conocidos gracias a Desfile del amor. Sí, un libro de ficción escrito por Sergio Pitol, que aunque rescata algunos hechos y personajes históricos inventa los homicidios dentro del condominio.
Para sorpresa de muchos, la construcción no sólo es famosa por su estilo o por su ubicación; también lo es porque sirvió de inspiración al escritor y traductor durante la redacción de una de sus novelas más reconocidas.
La historia, que incluye a esta construcción como el detonador de una minuciosa investigación, inicia con el siguiente párrafo: “Un hombre se detiene frente al portón de un edificio de ladrillo rojo situado en el corazón de la colonia Roma… Durante décadas, el edificio ha constituido una extravagancia arquitectónica en ese barrio de apacibles residencias de otro estilo”.
El ganador del Premio Cervantes 2015 se encargó de rememorar por medio del protagonista, Miguel del Solar, los años mozos de la construcción y sus elegantes inquilinos, pertenecientes a la alta alcurnia de la sociedad; sin embargo, también habla de la etapa obscura del edificio Río de Janeiro e incluso lo califica, alrededor de los años 80, como un lugar espeluznante, deteriorado y gastado por el paso de los años.
Respecto a este tema, el inquilino entrevistado, Ernesto Kruger, señala que sí fue cierta esa parte de la historia, la del deterioro, y especifica que los departamentos incluso tuvieron que recuperarse. “Hubo un periodo en que era peligroso vivir aquí, daba miedo que te asaltaran. Toda la azotea estaba cubierta por vecindades en mal estado. Una vecina, que aún habita el edificio y que es dueña de varios departamentos, se encargó de salvar esta construcción histórica de la colonia. Compró varios de ellos y los remodeló. Invirtió mucho de su tiempo y dinero para darle una mejor vista a este lugar”.
Otro de los vecinos del edificio, Juan Medellín, quién llegó a vivir allí desde su nacimiento, comentó que Pitol incluso rentó un departamento en “La casa de las brujas”, por un periodo de casi un año. Durante una entrevista, rememoró que él mismo fue quien buscó al escritor para que pudiera alquilar el piso “la gente se moría por vivir en el edificio, era un lugar muy codiciado. Más bien, es un lugar muy codiciado”.
El señor, de ochenta años de edad, aseguró que la zona se ha transformado de una manera increíble. Recordó que cuando tenía alrededor de seis años, todos los alrededores del edificio estaban vacíos. No había tantas casas ni departamentos e incluso afirmó que el Río de la Piedad le quedaba a unas cuadras de camino. Allí, jugaba por las tardes al cuidado de su nana.
El gemelo perdido y su conexión
El edificio conocido como “Casa de las brujas” tiene un hermano gemelo que nació también en el siglo XX, sólo que éste fue construido en la colonia Juárez. La fachada de los dos edificios remonta a los clásicos departamentos de los barrios londinenses; las dos fueran diseñadas por la misma persona.
El edificio gemelo fue construido dos años después que el de la plaza de Río de Janeiro.
El de Juárez, ubicado en la intersección de Berlín y Versalles, fue construido dos años después y también sirvió para dar hospedaje, sólo que en aquel entonces lo ocuparon personas de la embajada de Francia en México. Tal parece que los edificios hermanos fueron construidos de prisa y para resolver un problema de espacios; sin embargo, pasaron a la historia de sus respectivas colonias por “desentonar” y, a la vez, aportar algo nuevo y extravagante a la vista de los vecinos.
Ernesto Kruger, por ejemplo, acepta su amor por la colonia y confiesa que a pesar de haber echado raíces en otras partes, siempre regresa al lugar que lo vio nacer. “Tengo seis años de vivir aquí, ubico muy bien la zona porque crecí en la calle de Tabasco y conozco la Roma como la palma de mi mano”.
Los edificios han sido objetos de admiración y asombro. Al de la Roma, incluso le han dedicado poemas, libros y canciones. El siguiente fragmento fue escrito por Eduardo Suárez del Real, en el año de 2002: La Roma no tenía mar/ pero escuchábamos partir los barcos cada noche/ Desde nuestro puesto en popa de la Casa de las brujas/ sólo oteábamos un gris muro y algunas palomas iguales /que habían sobrevivido al hambre de los primeros náufragos.
La foto principal del texto, cortesía del archivo fotográfico de Manuel Ramos, data de los años veinte. Aparece la actriz Dora Vila en medio de la plaza Río de Janeiro y a sus espaldas podemos ver la “Casa de las brujas”.
Fotos antiguas: Archivo Carlos Villasana- Torres
Fuentes: Vivir en la Roma, entrevista con el arquitecto y cronista Edgar Tavares, testimonios de Ernesto Kruger y Juan Medellín.