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Texto: Luis Javier Maciel Paniagua
Foto actual: Luis Javier Maciel Paniagua
Diseño web: Miguel Ángel Garnica
Una nota de EL UNIVERSAL del 19 de enero de este año daba cuenta del estado financiero del Teatro La Capilla en Coyoacán. Ese día las paredes de la antigua hacienda, teñidas de rojizo, contenían a medio centenar de personas: periodistas, camarógrafos, críticos, actores y directores de teatro. Un hombre que apenas pasa los 50 años, francés y de complexión delgada, daba aquella noticia sorpresiva: el Teatro La Capilla —inaugurado por el poeta, ensayista, dramaturgo e historiador mexicano Salvador Novo— entraba en periodo de resistencia por falta de recursos económicos.
Su nombre es Boris Schoemann, director —junto con la compañía teatral Los Endebles— del inmueble desde el año 2002. Acompañado de los directores de teatro Hugo Arrevillaga, Adrián Vázquez, entre otros, más que dar una conferencia de prensa, iniciaron una tertulia sobre la historia del edificio, su tradición y trascendencia en la escena mexicana desde el 22 de enero de 1953, cuando Novo lo inauguró con la obra El presidente hereda, de Cesare Guiolio Viola, que tuvo una temporada de 142 funciones.
El Teatro Ulises de Salvador Novo y Villaurrutia
Salvador Novo, junto con Xavier Villaurrutia y la mecenas Antonieta Rivas Mercado, fundó el Teatro de Ulises en 1927, un foro de teatro experimental en la calle de Mesones 42. En este teatro inició sus labores como dramaturgo, con trabajos de las corrientes de vanguardia que predominaban en la escena europea. No obstante, el poeta decidió abrir otro foro.
Gracias al apoyo económico de un empresario, Salvador Novo decidió en 1953 adquirir el terreno, ubicado en la delegación Coyoacán; su intención original era abrir un Cine Club y ese año dirigió a su proveedor económico una carta —publicada por la Fundación Salvador Novo en un medio de circulación nacional— donde le reveló lo difícil que fue tomar esa decisión: “Le he alquilado La Capilla a Gustavo Alatriste (esposo de Silvia Pinal) para Cine Club (...) Las diarias funciones, es de suponer que nutran al refectorio, que habré pues de abrir por las noches, con todas las monsergas consiguientes de más personal, pianista, bodega surtida y eventuales visitas de inspectores en busca de mordida. Trataré de arreglármelas para no esclavizarme por las noches…”.
En la revista Teatro en 1954, Novo contó cómo compró el terreno: “Un amigo arquitecto me aconsejó la compra de un terreno de mil metros que daban muy barato —a treinta pesos el metro cuadrado— en la calle de Madrid número 13, Coyoacán (...) Había sido una hacienda (la Hacienda El Carmen), y el pedazo que me proponían conservaba, casi totalmente en ruinas, una pequeña capilla desmantelada y sucia. Admito que haya sido por una deformación profesional, pero es el caso que le vi a esa capilla cara de teatro”. Después del gasto, el poeta esperó a juntar el dinero suficiente para construir en él.
Salvador Novo, junto con Xavier Villaurrutia y la mecenas Antonieta Rivas Mercado, fundó el Teatro de Ulises en 1927, un foro de teatro experimental de Mesones 42, teatro donde inició sus labores como dramaturgo, y por eso fueron considerados vanguardistas.
Novo adaptó La Capilla como teatro y mandó levantar tres departamentos en el predio. Dos decidió rentarlos y en el tercero abrió el restaurante El Refectorio. Novo también era un gran cocinero y abrió el restaurante con la idea de que los espectadores al salir de la función pasaran a tomar la cena.
La Capilla, espacio vanguardista de los años 50
Tanto por el negocio como por la calidad de los montajes, La Capilla fue un espacio de gran vanguardia en los años 50, donde el ensayista se codeaba con personajes como el ex presidente Adolfo López Mateos y la actriz María Félix. También ahí fue representado el trabajo de autores pertenecientes a las nuevas corrientes artísticas que tocaban el absurdo, la homosexualidad y la miseria social, como Eugéne Ionesco, Jean Cocteau, Eugene O’Neill, Tennessee Williams y Samuel Beckett, de quien Novo dirigió por primera vez en nuestro país el clásico Esperando a Godot, en 1955.
Pero en 1968 el teatro sufrió de bajas audiencias por la impopularidad de Novo, por apoyar la intervención militar en las universidades del país en sus escritos, como por sus declaraciones en el periódico Novedades: “Que entre los estudiantes que andaban fuera de las escuelas, y los soldados que andaban fuera de los cuarteles, todo acabó en un amorosobazuqueo”. Un año después, el Cronista de la Ciudad de México —como fue reconocido— sufrió dos infartos, motivo por el cual se enclaustró en casa para trabajar. Entonces el teatro estaba derruido totalmente y la casa, abandonada.
El teatro heredado a un médico ortopedista
Tras la muerte de Salvador Novo en 1974, La Capilla fue heredada a Salvador López Atuñano, un médico ortopedista que fue director del Hospital Juárez durante 40 años; no obstante, él decidió rentar el lugar a Jesusa Rodríguez en 1980, una directora y actriz que, al lado de Liliana Felipe, lo reinauguró con una nueva idea escénica: el teatro cabaret El Hábito.
A partir de ese momento, La Capilla tenía dos espacios muy distintos: uno en el que se presentaba todo tipo de teatro: ópera, miniópera, teatro de experimentación; y el otro, El Hábito, un laboratorio de experimentación sobre sátira política con música.
Uno de los montajes más representativos en El Hábito, fue El juicio a Salinas (1995): Hecho a raíz de un libro de Helio Flores (cartonista de EL UNIVERSAL desde 1971). En El Hábito, Enrique Fernández Tellaeche, Cachirulo, entretuvo a todos los que alguna vez fueron niños y lo vieron a través de su programa de televisión Teatro Fantástico, porque ya crecidos se interesaban en verlo durante una función de cabaret en la que se mofaba de él mismo (en 1991, video en el siguiente enlace: http://hemisphericinstitute.org/hemi/es/hidvl-profiles/elhabito-performances/item/183-habito-cachirulo/183-habito-cachirulo).
También ahí la cantante Chavela Vargas regresó a los escenarios, después de 13 años de silencio musical. (El video de su regreso, en 1991, se puede ver en el siguiente enlace: http://hemisphericinstitute.org/hemi/es/hidvl-profiles/elhabito-performances/item/355-habito-chavela-vargas/355-habito-chavela-vargas)
Hoy en día el Teatro La Capilla tiene 63 años de existencia. El foro principal presenta las obras más sobresalientes de la dramaturgia contemporánea, como era el deseo de Salvador Novo desde 1953.
El Hábito fue remodelado y renombrado como El Vicio, por la compañía de cabaret Las Reinas Chulas, que administra el lugar y ofrece espectáculos acompañados de alimentos.
Sala Salvador Novo, espacio en donde dan clases actores y dramaturgos
También el edificio conserva un restaurante en su interior, contiguo a la editorial Los Textos de La Capilla, fundada en 2007 con el propósito de publicar autores contemporáneos mexicanos y extranjeros. Asimismo, recién se acaba de inaugurar un espacio, que lleva por nombre Sala Novo, en el que se ofrecen talleres al público en general, teniendo como maestros a los directores, actores y dramaturgos más reconocidos de la Ciudad de México.
Aquella nota del teatro La Capilla publicada en enero de este año por EL UNIVERSAL daba cuenta que este recinto entró en un periodo de resistencia y subsistencia, debido a que le fue retirado el apoyo gubernamental México en Escena, que significa la suma de un millón 800 mil pesos anuales. Esto le permitía ser el único recinto cultural que otorgaba el 100% de ingreso de taquilla a las compañías jóvenes o emergentes que pagaban de renta mil 400 pesos por ensayo, y el 70% de la taquilla a las compañías que no pagaban renta. Esto con el fin de impulsar nuevos proyectos.
Hoy La Capilla es un escenario de gran prestigio
En ese enero algunas personalidades hablaron de su paso por el espacio que dirige Los Endebles, entre ellos Adrián Vázquez. El autor de Wenses y Lala compartió que toda su carrera ha estado ligada al Teatro La Capilla, incluso desde que fue estudiante en la universidad: “La primera vez que yo pisé La Capilla como creador fue por invitación de Boris, cuando todavía era estudiante de la Universidad Veracruzana. Para mí fue maravilloso que me pusiera las mismas condiciones que las que me ponían allá en La Caja, el teatro de la universidad, cuando La Capilla sí lo tenía todo: técnicos, taquilla, infraestructura, y La Caja estaba abandonado (…). Desde 2007 hasta la fecha no hay un año que yo no haya dado función aquí”.
Adrián Vázquez continuaba: “La Capilla es un referente del teatro que se hace en el país, y además un nido de creadores emergentes comprometidos. También es un modelo de gestión para los teatros independientes, a nivel técnico de gestión y artístico”, concluyó Schoemann durante la conferencia de prensa del 19 de enero de 2016. “Yo quiero demostrar que La Capilla de cada peso que ha recibido ha generado tres pesos más, ¿qué teatro hace eso? (...) Para eso estamos los teatreros, para crear espacios de resistencia, espacios de desahogo, porque si la sociedad no tiene esos espacios, está cabrón”.
Foto antigua: Hemeroteca de EL UNIVERSAL, 1991
Fuentes: EL UNIVERSAL en la conferencia de prensa “Teatro La Capilla en Resistencia”, convocada en enero de 2016 por Boris Schoemann; sitio web del Teatro La Capilla, RVRSA; Revista de la Universidad de México y sitio web del Instituto Hemisférico de Performance y Política.