La identificación de los pueblos se forja por medio de sus vivencias, tensiones, coyunturas y realidades sociales. Hoy, a casi 100 años de la promulgación de nuestra Carta Magna, presenciamos un documento que ha logrado trascender los momentos históricos por los que ha transitado la sociedad mexicana.
El camino recorrido por el tiempo no ha sido poco ni fácil. La Constitución Política de 1917 cuenta a lo largo de estos años con una gran cantidad de hechos e historias que se albergan como parte de su legado. Es justo reconocer que un testigo importante de la historia de nuestra Norma Fundamental ha sido, es y seguirá siendo EL UNIVERSAL, el Gran Diario de México, dirigido excelentemente por su presidente ejecutivo y del Consejo de Administración, el licenciado Juan Francisco Ealy Ortiz.
Fruto de la realidad y del momento sociohistórico que constreñía a nuestro país; EL UNIVERSAL se funda en 1916, a iniciativa del ingeniero Félix Fulgencio Palavicini, prócer del movimiento revolucionario, constituyente del Congreso de Querétaro, político institucional y defensor de los valores constitucionales que han construido a nuestro sistema iuspublicístico.
Por coincidencia histórica EL UNIVERSAL no sólo fue testigo de la creación y promulgación de nuestra Constitución, sino además participe, propulsor y defensor de sus ideales políticos; los cuales hoy, a sus 100 años, es preciso rememorar.
La Constitución de 1917 nació de una profunda conciencia histórica y social. De hecho, es, sin lugar a dudas, la primera Constitución social en el mundo. Las ineludibles aspiraciones y deseos de igualdad, libertad y justicia social, se materializaron en una Norma Fundamental que, además de ser un instrumento jurídico imperante, era el perfecto reflejo de la efervescencia y de las luchas sociales de los sectores más oprimidos.
Un siglo después, nuestra Carta Magna ha surcado y afrontado los retos que convergen de una sociedad cambiante. Es la representación de un instrumento político, dinámico y evolutivo que reconoce y sigue aplicando los principios que le dieron vida y legitimidad.
En el marco de su historia, nuestra Constitución se ha amoldado y, también, ha propiciado cambios paradigmáticos en lo social, institucional, cultural, político y, en general, en todos los ámbitos de la vida pública y privada; ya sea: al reconocer a los partidos políticos; visibilizar y configurar un Estado multicultural y plural; modernizar y concretizar los derechos humanos y; facultar al Congreso a legislar sobre infinidad de materias apremiantes en el acontecer diario.
En su presente y futuro, el diálogo y los consensos entre las principales fuerzas políticas, han permitido evidenciar con suma contundencia que nuestra Constitución es un órgano viviente y dinámico como lo señalaba Karl Loewentein. Las reformas estructurales han dando nuevamente vida a todo nuestro sistema normativo; encarando las necesidades de una sociedad moderna y global, y construyendo las bases para el desarrollo económico de un Estado competitivo.
La sociedad mexicana ya no afronta las mismas condiciones sociales de aquel lejano 1917. Ahora, el principal reto es resignificar al Estado y a sus instituciones. Para ello, la Constitución se repliega y hace gala de su vinculatoriedad al convertirse en la principal herramienta jurídica para cesar a la impunidad, dar certeza y legalidad a las acciones e instituciones públicas.
Contar 100 años de historia no ha sido fácil. Por ello, es necesario conmemorar nuestra Constitución, y dar una mención especial al diario EL UNIVERSAL, quien en concordancia con la democratización del Estado mexicano, es prueba de la vigencia y del dinamismo de nuestra Constitución.
Senador de la República