Los desequilibrios comerciales entre países siempre llevan a la larga al proteccionismo. El desequilibrio significa que un país acumula un superávit de comercio exterior y así mantiene su crecimiento, mientras otro país acumula un déficit, el cual resta a su crecimiento. Mientras estos desequilibrios sean pequeños y temporales, no hay problema. Si se tornan permanentes y son grandes, habrá problemas.
Previo a la crisis global, en 2007, había un gran desequilibrio entre los déficits comerciales de Estados Unidos y otras economías anglosajonas y los superávits de China y Alemania. El déficit estadounidense era de 5.6% de su Producto Interno Bruto, insostenible, como también lo era el superávit chino de 6.5% y el de Alemania (5.3%). El superávit de la zona euro era apenas de 1.1%, lo que significa que otros países de la zona (España, Portugal, Grecia e Italia) tenían grandes déficits.
La crisis de 2008 llevó a una recesión breve, pero seguida de una lenta recuperación en Estados Unidos, lo que ayudó a reducir su déficit a 3% del PIB en 2015. Al reducirse las compras de este gran importador global, el superávit de China se redujo a 3.6% del PIB. Aun así, el desequilibrio comercial global se mantuvo alto, como se ha mantenido el exceso de capacidad en muchas industrias y el desempleo.
Esta situación ha llevado a muchos gobiernos a ocuparse de su propia situación interna y mucho menos de la situación de otros países o de la globalización. Sin embargo, en los países donde las exportaciones representan mucho de su PIB, como Alemania (47%), China (22%), y entre otros México (35%), la preocupación por el cambio global es muy alta.
Hoy Estados Unidos quiere seguir reduciendo su déficit, porque en cierta medida éste representa importaciones que se podrían reemplazar por producción nacional y así aumentar el empleo y el ingreso de sus electores.
El planteamiento de Trump preocupa, sobre todo en la zona euro, cuya recuperación requiere que Estados Unidos mantenga sus compras de productos europeos. China está preocupada, pero menos, ya que una reunión entre los dos mandatarios ya tuvo lugar y sobre todo porque sí ha hecho un esfuerzo por aumentar su consumo interno para depender menos de exportaciones. México, por su parte, está resignado a una renegociación del tratado con ese país.
La alarma llevó a la directora-gerente del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, a advertir contra el “proteccionismo estadounidense”, llamado que causó disgusto en Estados Unido. De ahí la respuesta tajante del secretario de Comercio estadounidense, Wilbur Ross, quien precisamente se apoya en los datos de los superávits comerciales para argumentar que el proteccionista no es Estados Unidos, sino China, Europa y Japón.
El mundo está en un ciclo de corrección de estos desbalances globales y en varios países hay agotamiento de tolerancia al bajo crecimiento económico, al tiempo que tienen altos déficits comerciales.
En el caso de Estados Unidos, por su importancia geopolítica, siempre habrá fuerzas que acoten el grado en el que las medidas de su gobierno se apliquen, todo en el interés de evitar un colapso del sistema global. Esta moderación ya fue vista en el hecho de que el Tesoro estadounidense no denominara a China como manipulador de su moneda y en el tono más suave sobre el TLCAN.
Pero no hay que confundir esta dureza seguida de suavidad estadounidense como caprichos políticos de alguien. Están determinados por un ciclo largo de corrección de grandes desequilibrios globales que causan cambios internos en cada país.
Analista internacional.
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