En Estados Unidos se observa una realidad doble. Por un lado, los medios y los círculos políticos están ocupados con los tropiezos y errores de la nueva administración de Donald Trump. Por el otro, los mercados muestran buenas expectativas de sus compromisos de impulsar la economía.

De ahí el fuerte aumento de la confianza del consumidor, el índice de la Bolsa en nivel sin precedente, la confianza de las pequeñas y medianas empresas, el aumento de crédito y los precios de las acciones del sector financiero. Estos responden al proyecto de reducción de impuestos, desregulación e impulso a la infraestructura.

La misma presidenta de la Reserva Federal, Janet Yellen, hasta ahora tan cautelosa para cualquier aumento de tasas de interés, dijo la semana pasada que “no sería sabio” retrasar el alza de tasa “por demasiado tiempo”. Dicha alza sólo confirmaría un mayor crecimiento.

México debería hacer un esfuerzo para distinguir que, aun con dificultades políticas, los mercados aceptan la agenda económica de Trump, con excepción de la comercial, por ser proteccionista. Pero, aun así, ya aceptan un trato diferencial entre países y de ahí que en el caso de Canadá se espere que la relación comercial se sostenga sin mayor alteración. No así con México.

El comercio con México presenta problemas para la nueva visión estadounidense proteccionista en materia comercial y de inmigración. De ahí que el diálogo entre ambos gobiernos sea poco efectivo hasta ahora.

Una interpretación que ha cobrado fuerza entre los inversionistas estadounidenses es que los dos gobiernos esperan que la renegociación del TLCAN tome 12 meses o más. Si esto es cierto, México está ante un problema.

Primero, porque para México el TLCAN es mucho más que un tratado comercial, más bien una garantía a la inversión privada de que las políticas de libre mercado de México van a permanecer. Una espera de 12 meses para la renegociación congelaría la inversión en México y haría casi segura una recesión. Los activos mexicanos perderían el premio de valor que hoy tienen.

Entre otros, por esa razón la inversión fija bruta en los últimos tres datos mensuales se estancó, empujada por caídas en maquinaria y equipo importados y en construcción no residencial. Si ese es el caso en los últimos meses de 2016, es probable que sea peor en 2017, y aun más si la duda sobre la renegociación del TLCAN se mantiene. Es un tratado demasiado importante como para dejarlo en el limbo por mucho tiempo.

Aun aceptando que la principal causa de incertidumbre está fuera del control de México, el gobierno y los empresarios deberían tomar rápida consciencia de que el paradigma económico ya cambió. Si no lo aceptan así, van a seguir recurriendo a argumentos teóricos del libre comercio que el equipo estadounidense no tiene interés de escuchar.

Si en México hicieran este trabajo de reflexión, podrían separar los ataques al TLCAN que tienen un argumento objetivo de aquéllos otros que no lo tienen. Y con eso lograrían un gran avance, preparándose con alternativas realistas para la renegociación. Así, ésta no tendría por qué prolongarse 12 meses o más.

Un problema con una renegociación prolongada es que, si el tratado renegociado fuera concluido cuando ya esté en marcha la campaña presidencial de 2018, el Congreso mexicano estaría renuente a aprobarlo si se percibe que México cedió a presiones estadounidenses. O bien, por el solo hecho de ser propuesto por un gobierno que ya va de salida.

Lo más delicado del TLCAN son los tiempos políticos y por eso el gobierno debería buscar una salida rápida.

Analista económico

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