Los observadores mexicanos tienen razón, pero sólo en parte, cuando dicen que, en caso de que Estados Unidos insista en una negociación inaceptable para México, nos podríamos salir del tratado sin perder mucho. Esto, porque las tarifas que entonces se aplicarían, de la Organización Mundial de Comercio, seguirían siendo bajas para las importaciones que hace EU.

Pero en otra parte no tienen razón, pues el TLCAN para México es mucho más que un tratado comercial. Es en realidad la garantía para inversiones extranjeras y sello de una cercanía tal, que en 1995 facilitó el gran rescate financiero del país.

Eso es lo que explica que el peso no haya aún encontrado un nivel sostenible y que hoy sólo puede apuntalarse con fuertes aumentos de tasas de interés. Por eso, quien sería el próximo secretario de Comercio de ese país, sr. Wilbur Ross, ha aludido a que la depreciación del peso ha preparado el terreno para una renegociación, pues México tendrá que ceder a las demandas estadounidenses.

EU ha contemplado dos posibles mecanismos para igualar (en su perspectiva) el terreno de competencia con México, de tal manera que no sigan cerrando plantas en aquel país que luego se abran en México para sólo beneficiarse de los menores salarios mexicanos.

Un mecanismo es un cambio en el impuesto sobre la renta a las empresas, el cual permitiría la deducibilidad de costos de producción, pero no si estos son costos de productos importados. Los exportadores, por su parte, sí podrían deducir de su base gravable sus costos de producción de origen local.

Este nuevo sistema de impuestos a empresas tiene el inconveniente de que representaría un cambio que podría tomar tiempo adoptar.

El mecanismo alternativo es, dentro del mismo TLCAN, hacer más exigente la regla de origen, es decir el contenido nacional mínimo que debe tener un producto para gozar de los beneficios del tratado. Esta regla de origen fue originalmente para evitar que cualquiera de los miembros del tratado se convirtiera en una plataforma de exportación, de contenido fuera del tratado, hacia este mercado.

El nuevo gobierno de Estados Unidos puede suponer que México se convirtió en un exportador de bajo valor agregado nacional. Si es cierto que mucho de su exportación consiste en componentes estadounidenses, sin embargo, el hecho de que el producto final provenga de México hace suponer que en México sólo se ha ensamblado y esto ha sido sólo por los menores salarios mexicanos.

Peor aun cuando México tiene un superávit con ese país de 60 mil millones de dólares y al mismo tiempo un déficit con China por más de 50 mil millones.

La queja estadounidense sobre el bajo salario mexicano ha sido una constante desde antes de la firma del tratado. Y, aun así, el diferencial de salarios de 7 a 1 entre Estados Unidos y México no ha disminuido en los 23 años del tratado. La expectativa original, de que el TLCAN haría que el salario mexicano convergiera con el estadounidense no se cumplió y eso es el origen de la sacudida que vendrá.

El TLCAN engloba prácticamente todo en la macroeconomía mexicana y las repercusiones de su revisión van a llegar a todos los sectores estén o no directamente relacionados con la exportación de México a ese país.

De ahí que, aun antes de la renegociación, la inversión ha comenzado a caer y con ello habrá menor creación de empleo y menor consumo. El producto crecería poco, menos de 1% en el escenario más benigno, es decir que la incertidumbre del TLCAN se aclara después del primer semestre. En una negociación con impactos negativos permanentes, México entraría en recesión.

Analista económico.

rograo@gmail.com

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