El temor a la pérdida del Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN) en México ha causado llamados a que nuestro país firme otros acuerdos con Asia, ratifique el Tratado Trans-Pacífico (que Estados Unidos y Japón ya desecharon) o incluso se “integre” económicamente con Asia. Estos llamados tienen poco sustento económico.

Los tratados especiales, más allá del comercio espontáneo entre países, deben partir de una relación muy establecida y no de deseos. La integración requiere aun más, una interrelación e interdependencia económicas naturales que muestren que hay tendencia en sus niveles de vida a converger.

Con Estados Unidos, aun 22 años después del TLCAN, México no muestra convergencia. Por una parte, 60% de los 51 millones de trabajadores empleados que reciben remuneración, según el Inegi, tienen ingresos hasta por tres salarios mínimos (11 dólares por día). Comparado con el salario mínimo estadounidense (que está aumentando a más de 8 dólares la hora), esto es una sexta parte y en la industria manufacturera el diferencial se amplía.

Tan alto diferencial no se redujo durante los años del TLCAN, a pesar de que el valor en dólares de las exportaciones mexicanas de manufacturas se multiplicó por ocho. En contraste, el Producto Interno Bruto de la manufactura mexicana sólo creció 70% en 22 años, o 2.4% anual.

Una queja del equipo de Trump contra el TLCAN es que en la década de 1970 el diferencial de salarios entre los dos países era de 3 a 1 y ahora es de más de 6 a 1.

Si esto es así con Norteamérica, ¿cómo se puede plantear hoy que México se integre con Asia, como si se tratara de escoger en un menú?

China, a quien algunos consideran como el líder que reemplazaría a Estados Unidos en el comercio global, es una exportadora neta. Por su tamaño tan grande, su cuenta corriente que tiene un superávit de 3% de su Producto Interno bruto (PIB), para sus socios representa grandes déficits de comercio. México tiene con China un déficit de 65 mil millones de dólares.

Más aun, China requiere mantener y, si es posible, ampliar este superávit para su crecimiento sostenido, pues tiene gran exceso de capacidad instalada que hoy amenaza con una crisis. En efecto, por la recesión global de 2008 y el desplome del crecimiento de sus principales mercados en Europa y otras regiones, para seguir creciendo tuvo que aumentar su gasto interno.

Este fue con aumento de crédito a sus empresas estatales, muchas de las cuales no son rentables. Después de años de aplicar esta estrategia, el resultado ha sido enormes carteras vencidas en su sistema bancario que tan sólo la agencia calificadora Fitch estima en 20%, nivel de crisis.

Como muchas de las deudas de empresas chinas están en dólares, el temor ha hecho que ciudadanos y empresas traten de sacar capitales antes de que la moneda se devalúe, aun por encima de lo que ya se devaluó en agosto de 2015. La deuda de empresas en China equivale a 250% de su PIB. Sólo en noviembre salieron de China 70 mil millones de dólares y hasta octubre 530 mil millones. China está hoy aplicando controles directos a la salida de capitales, entre otros, un límite hasta de 5 millones de dólares para pagos de empresas al exterior.

Sin desestimar los grandes avances de China, no parece estar en su mejor momento para ser líder del comercio libre. La salvación de México frente a los problemas del TLCAN no está en Asia ni en ningún otro lado que no sea México mismo, entre otros en el fortalecimiento de sus debilitadas cadenas productivas, por más difícil que esto parezca.

Analista económico.

rograo@gmail.com

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