La evidencia es suficiente de que el cuestionamiento a la integración entre países está en aumento. Las señales políticas en Europa y Estados Unidos tienen la misma raíz y es económica: la caída del crecimiento y la pérdida de confianza de la población trabajadora.

Los cambios políticos en Polonia, Austria y Hungría y los triunfos de opositores a la zona euro y la Unión Europea en Francia, Holanda, España y Suecia son aparentemente contra la migración. Pero el fondo es la pérdida de empleos bien pagados y de oportunidades de la clase media.

Los cuestionamientos de Donald Trump son a esa pérdida de empleos en las manufacturas y al abatimiento de regiones que antes florecían como de clase media en ascenso. El mismo rebasa la ideología, como se demuestra al ser compartido por Bernie Sanders.

Tenían que ser líderes fuera de la corriente política y económica dominante los que pudieran ver y articular estas objeciones al modelo económico global. Que se conecten tan naturalmente con un amplio segmento de la población lo explican los datos. Éstos muestran que la mayoría de la clase media en Estados Unidos tiene menor nivel de vida que el de la generación de sus padres. Con la diferencia de que ahora las madres también trabajan.

En el caso británico es más específico, pero su raíz es la misma. Aquí la falta de confianza es contra la migración y la mayor regulación de una Unión Europea cada vez más ambiciosa en homologar leyes y reglamentos, imponiendo al mismo tiempo criterios que no son compartidos por tradiciones nacionales o regionales. Frente a la ventaja teórica de libre acceso a un gran mercado, la desventaja es que hoy el comercio mundial no crece. Y el costo económico de desendeudar a la zona euro puede ser inmenso y repartirse en toda la Unión Europea y no sólo en esa zona.

El bajo crecimiento es el peor enemigo del comercio y la integración globales. El comercio crecía a una tasa 3 veces tan alta como la del crecimiento del PIB mundial en el auge de la globalización. En 2015 creció en volumen apenas 2.8%, cuando el PIB mundial lo hizo en 2.4%. Y el valor del comercio en dólares se desplomó 13.5%.

Así, aunque Donald Trump no gane la elección en Estados Unidos y los movimientos anti-Unión Europea en varios países no logren votos suficientes para separarse de ésta, el daño a la integración global iniciada en la década de los ochenta está hecho.

Si el ciclo económico no apunta a una recuperación de los mercados, por el alto endeudamiento de muchos países, la tendencia es hoy a proteger los mercados internos, buscando mantener el empleo local. El país mejor librado de esta crisis iniciada en 2008, Estados Unidos, está hoy en la posición de ser el que mayores medidas proteccionistas adopte.

De nuevo, sería un error atribuir estas manifestaciones por más proteccionistas o aislacionistas que parezcan a la ideología. Por el contrario, son explicables en sistemas democráticos por un cambio de paradigma económico causado por el desencanto de la clase media.

Por lo lento y prolongado de los grandes ciclos, éste puede verse como una era de desacoplamiento gradual entre países y puede durar décadas. La apertura, la tolerancia a la migración y las fórmulas de integración global no son las políticas favorecidas.

En el ejemplo de Estados Unidos, los mejor preparados para estos cambios serán los países con sistemas económicos y liderazgos políticos flexibles, donde el pragmatismo domine la ideología para identificar nuevas prioridades y formular políticas.

Analista internacional

rograo@gmail.com

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses