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Los repetidos llamados del gobernador del Banco de México a un significativo recorte del gasto público en 2016, son raros en él, lo que sugiere que vislumbra un riesgo importante.
Más importante aun, cuando unos días antes había sugerido en una entrevista al diario Financial Times que los banqueros centrales de los países emergentes podrían seguir los pasos de sus contrapartes en las economías avanzadas y con políticas monetarias no convencionales ayudar a sus economías a crecer.
En realidad esa sugerencia de política monetaria no convencional, cuando la Reserva Federal estadounidense (el Fed) ya había hecho un primer aumento de tasa de interés, fue extemporánea. Sería como ir contra una gran corriente en una lanchita. De las economías emergentes salió 1 billón de dólares sólo en doce meses hasta el tercer trimestre de 2015.
Pero el llamado a un ajuste de gasto público es más interesante. Entre otros, resalta la narrativa original del Banco de que México debería distinguirse de las economías emergentes por sus fundamentos macroeconómicos. Se piensa que si se distingue, no tendrá que pasar por las vicisitudes de países que tienen que hacer fuertes ajustes, como Brasil.
Hoy, sin embargo, los mercados están distinguiendo muy poco entre diferentes grados de virtud macroeconómica entre los emergentes. De ahí la depreciación del peso, aun cuando el Banco dio su señal más firme, primero con ventas diarias de dólares y luego subiendo su tasa de interés cuando lo hizo el Fed.
Así, será difícil que México escape a tener que hacer un ajuste fuerte, por dos razones. La primera es que la estampida de inversionistas fuera de los mercados emergentes cada día se parece más a un tsunami que a una ola de huracán. Para quienes venden y compran bonos y monedas, el estereotipo de estas economías es que dependen mucho de productos primarios, o bien de ingresos fiscales del petróleo; recibieron mucho dinero externo durante años que no se invirtió en planta y equipo, sino en papel; sus empresas también se endeudaron en dólares; y hoy mantienen déficits fiscales que tienen que financiar cuando menos en parte en un mercado externo cada vez más cauteloso.
Para ellos ahora no es momento de distraerse buscando distinciones entre países, porque no es aún el momento de regresar a ellos. El movimiento es ir al refugio seguro del dólar, más aun cuando el riesgo de una mayor devaluación de China multiplicaría el tamaño del tsunami.
La segunda razón es que todas estas economías tienen que cambiar al haber recibido fuertes choques y hay que esperar a ver dónde acaban, antes de planear un regreso de inversiones a cualquiera de ellas. Con el desplome del petróleo, un nuevo escenario aparece. Hoy la economía de México no es tan fuerte como antes se veía; ahora el gasto público debe recortarse más, cuando ya inició una desaceleración, por lo menos en el sector industrial, la cual afectará los servicios.
También parte de este nuevo escenario es que Estados Unidos se desacelera. Y Pemex enfrenta una situación financiera en extremo difícil, aun sin pagar a sus proveedores, causándoles más temor para invertir.
Aparte de que hay que esperar cómo acaba Pemex después de esto, el ajuste fiscal, si bien puede ser una vía rápida para acotar el problema del déficit, también traerá consigo menor crecimiento al esperado. El efecto combinado de depreciación cambiaria, caída de precio de las acciones de la Bolsa y recorte fiscal, implica una fuerte restricción a la demanda agregada y una contracción de la inversión.
Analista económico
rograo@gmail.com