Los sacudimientos recientes en los mercados han causado confusión entre analistas y en varios casos hay errores en el análisis de causalidad. En los hechos más recientes, culpan a la caída del precio del petróleo por la recesión en los países productores, la reducción del gasto de capital de las empresas petroleras y así la menor inversión y crecimiento en Estados Unidos.

Por supuesto que el menor precio del petróleo afecta negativamente la inversión en ese sector. Pero la causa original de esa reducción, así como del resto de impactos, sigue siendo la crisis iniciada en 2008 que ya tiene con nosotros siete años.

Su misma duración no deja duda de que en 2008 estuvimos a punto de caer en una nueva Gran Depresión, excepto por algunas medidas oportunas que se tomaron. Sin embargo, no quedó resuelta y ahora ha mutado a casi una deflación global. Parece increíble que una crisis tan antigua no haya podido ser resuelta. Sin embargo, hay que ver sus varias mutaciones y juzgar si las políticas anticrisis fueron las correctas.

Primero fue la explosión de la deuda de hipotecas en Estados Unidos y otros países europeos en 2008 y 2009. Ésta se convirtió en recesión global, pero fue atacada con una respuesta también global con tres medidas: expansión de gastos públicos (política fiscal), relajamiento al máximo de políticas monetarias, y tolerancia de depreciaciones de muchas monedas. Con esto pronto regresó el crecimiento, pero se confundieron quienes creyeron que estaba ya superada a principios de 2010.

Segundo, la crisis impactó a la periferia del euro, economías dependientes de que Estados Unidos y otros países crecieran como antes y siguieran comprándoles. Al no hacerlo por la recesión y luego la lenta recuperación, en 2010 iniciaron las crisis de deudas soberanas impagables en el euro, a la fecha sin resolver. Un error fue que no aceptaron devaluaciones cambiarias dentro del euro.

Tercero, como Estados Unidos crecía poco y la zona euro estaba en recesión, vino una desaceleración global en 2013-2015 que envolvió a los países emergentes. Puede verse el error de muchos analistas que esperaban que estos países fueran el motor de una recuperación global. También está sin resolver.

Cuarto, China como gran economía emergente y exportador a Estados Unidos y Europa se desacelera en 2015. Por el gran tamaño de su excesiva inversión, contagia a los exportadores de manufacturas y materias primas, muchos de ellos también economías emergentes. Esta fase de la crisis apenas comienza.

El precio del petróleo comienza a caer por la desaceleración global en 2014 y ahora por el efecto China y países emergentes. Se agrava por la mayor producción de Irán y Libia.

Muy pocas economías superaron la crisis sólo porque tomaron medidas fuertes y oportunas, contradiciendo a la ortodoxia establecida, especialmente Estados Unidos y Gran Bretaña. Pero no la han superado en definitiva, no mientras puedan contagiarse del resto del mundo. La crisis sigue instalada en la zona euro, China y las economías emergentes, así como en sectores (minería, industria básica y, más recientemente, la manufactura global).

Cada país debe lidiar con esta crisis en su propio ámbito. Es inimaginable hoy una coordinación global como la de 2009. China es el principal riesgo. Si se adhiere a la ortodoxia, va a terminar con una prolongada deflación.

México ha sido y seguirá golpeado porque la crisis lo toca en tres lados y por eso el impacto financiero y cambiario continuo: como economía emergente, como productor de petróleo y como parte de la manufactura global.

Analista económico

rograo@gmail.com

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