Siempre he sentido por la lucha libre una fascinación especial. Me marcó en mi infancia tepiteña cuando íbamos a la Arenita local donde luego nos subíamos al ring para emular a nuestros ídolos. Un momento imborrable en mi vida fue cuando el mismísimo Santo me acarició la cabeza y me regaló un billete de 50 pesos porque mi madre, costurera, le había bordado una capa; ahora soy brother de su hijo. En aquellos años disfruté luchas de Antología en la México con personajes como el maestro Enrique Llanes o la popular Tonina Jackson y el horripilante Cavernario Galindo, que comía víboras antes de cada combate. En la Coliseo de Guadalajara nunca olvidaré la pareja increíble de la nueva sensación El Rayo de Jalisco al lado del veteranísimo Rito Romero, creador de la espectacular Tapatía, enfrentados a los odiosos Karlof Lagarde y René Copetes Guajardo.

Aunque debo confesar que había una modalidad que me caía bien gorda: las batallas campales. Porque se daban de trancazos y patadas todos contra todos. Aquello era un auténtico despiporre. Además, las traiciones eran gachísimas; los que eran compañeros en las luchas de tríos o parejas, en las campales se descontaban o se picaban los ojos. Y por supuesto no había referee.

Me acordé de todo esto por lo que acaban de hacer en el INE: anticipar una batalla campal primero para 2016 y luego en 2018. Y es que a eso equivale el que le hayan mantenido el registro al Partido Verde. El mensaje está muy claro: quienes se suban al ring electoral pueden hacer lo que se les pegue la gana: marrullerías, golpes bajos, atropellos y pasarse las leyes por el arco del triunfo. Porque la pregunta es obligada: ¿se puede ser más tramposo de lo que ha sido el Verde durante este 2015?

La exigencia de retiro de registro de 162 mil mexicanos fue echada al bote de la basura por los consejeros Marco Antonio Baños, Ciro Murayama, Enrique Andrade, Benito Nacif, Beatriz Galindo, Adriana Favela y el consejero presidente Lorenzo Córdova, quien convalidó la decisión de mantenimiento del registro argumentando que sí, que “el Partido Verde violó la ley, pero no obstaculizó ni impidió la recreación de la democracia”, lo que recuerda aquello de “ni nos beneficia ni nos perjudica sino todo lo contrario” y que en el futbol equivaldría a no expulsar a un jugador marrano porque sólo le quebró la pierna al rival, pero no lo mató. El resto de los argumentos de los consejeros abogados del Verde por ahí andan: “no es Herri Batasuna, el brazo político de los terroristas de ETA”. Y que, como ya le han aplicado multas por más de 500 millones, el partido propiedad de Jorge Emilio González —trácala público y hasta sospechoso de un crimen— ya ha sido suficientemente castigado.

Sólo cuatro consejeros sacaron la cara: José Roberto Ruiz Saldaña, Pamela San Martín, Javier Santiago y Arturo Sánchez. Sus argumentos para el retiro del registro fueron tan contundentes como inútiles: campañas ilegales, anuncios fuera de plazo, reparto masivo de dádivas y hacer de la violación del Estado de derecho su estrategia electoral. Algo más: “un partido político permanecerá y una institución perderá”. Lo dicho, en las próximas elecciones ganarán los rudos la batalla campal y el INE no será referee. ¡Mejor que traigan al Tirantes!

Periodista.

ddn_rocha@hotmail.com

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