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El comediante estadounidense Louis CK (cuyo padre es un economista mexicano, pero esa es otra historia) tiene una secuencia donde dice “Me encanta ser blanco. En serio, realmente me encanta. Si no eres blanco, no estás disfrutando todo lo que podrías. Esta condición es total y completamente buena. Pero permítanme aclarar esto: No estoy diciendo que las personas blancas son mejores. Estoy diciendo que ser blanco es claramente mejor. ¿Quién podría siquiera discutirlo?”
Louis CK utiliza esta broma para resaltar el privilegio general que le ofrece su color de piel. Y aunque describe la situación en Estados Unidos, la conclusión se puede aplicar a México, donde existe una especie de revulsión emocional a discutir el tema.
Para muestra está el agitado debate alrededor del nuevo Módulo de Movilidad Social Intergeneracional (MMSI) del INEGI publicado hace un par de semanas. El MMSI presentó, por primera vez, resultados sobre educación, ocupación y percepción de la situación económica para la población mexicana de acuerdo a 11 categorías de color de piel. Cualquiera que haya visto los comerciales, telenovelas y revistas sociales del país aceptará que en México la vida de una persona con tez blanca es más divertida, plena y atractiva (como dice Louis CK: ¿quién podría siquiera discutirlo?). Sin embargo, el MMSI presenta algunos datos duros que evidencian la diferencia en acceso a derechos básicos, como la educación. De acuerdo a esta base de datos, hay 62 millones de personas en México entre 25 y 64 años de edad. Las primeras siete categorías (las de piel más oscura) incluyen a 31.2 millones de personas; las otras cuatro (de tez clara) incluyen a 30.6 millones. De la mitad morena, una de cada nueve personas terminó la educación superior. En cambio, una de cada cuatro personas de la mitad más blanca cuenta con al menos estudios universitarios. Otra manera de decirlo es que quien nace con piel blanca en México tiene más del doble de probabilidades de terminar la universidad.
Pero lo más sorprendente es la negación de esta realidad. El INEGI sufrió acusaciones de racismo por hacer públicos estos resultados. En las redes sociales se dieron múltiples ejemplos de personas de piel oscura que han logrado éxito profesional y educativo para desmentir el – de acuerdo a algunos- “radicalismo racial” de nuestro instituto de estadística. Ante esto, dos puntos: los privilegios del color de piel existen a pesar de que exista gente con piel morena exitosa; y la negativa de abordar el tema es inaceptable y beneficia al status quo.
Los datos del MMSI (y otras fuentes) están allí para quienes los quieran revisar. Los contraejemplos utilizados por comentaristas como David Páramo sufren de una falla analítica grave: no toman en cuenta lo que hubiera sido si no existieran los diferentes privilegios por color de piel. La pregunta importante no es ¿cómo siendo de piel morena te ha ido tan bien?, sino ¿qué más habrías logrado de no existir prejuicios en relación al color de piel? Los académicos llaman a esto el contra-factual y es por definición imposible de observar pero no de imaginar. ¿Cuánto más esfuerzo tiene que hacer alguien con piel morena en este país para lograr lo mismo que alguien de piel blanca? En este país, ser de piel morena cuesta.
Para entender por qué es inaceptable no hablar de estos temas con la evidencia disponible, hay que mirar a nuestro vecino del norte. La lucha por los derechos civiles en Estados Unidos se considera la cumbre de la reivindicación afroamericana cuyo punto más alto es la aprobación del Acta de los Derechos Civiles de 1968. Desde entonces, el tema de la discriminación, marginación y exclusión política de la población afroamericana se ha convertido en tabú. Tanto así que cualquier político – Barack Obama incluido – que hable del tema es acusado de utilizar “la carta racial”. El debate público en Estados Unidos evita así el tema doloroso del privilegio blanco y la marginación por color de piel, mientras las minorías latinas, negras u otras sufren de violencia urbana, sistemas judiciales sesgados y pérdida de derechos políticos. Quienes se benefician de esta ceguera son los mismos grupos que se oponían a la lucha por los derechos civiles de los años 60s.
En México no podemos seguir ignorando la discriminación por color de piel –hay que desmitificar ese tabú. El MMSI es un paso para entender las brechas y fomentar las políticas públicas que aseguren para todas las personas mexicanas los mismos derechos y oportunidades, sin importar el color de piel.