Del terrorismo hay muchas cosas que se saben, hay otras cosas que se investigan a diario dado que se trata de un fenómeno en constante evolución (en cuanto a métodos de reclutamiento, estrategias para implementar ataques, tecnología de comunicación, etc.), y también hay muchas cosas que se asumen solo porque suenan “lógicas” o “sensatas”.
En este último rubro se ubican algunas de las propuestas de Trump como por ejemplo “bombardear a ISIS hasta el infierno”, o “prohibir la entrada a musulmanes”. Y por supuesto que devolver golpes a quienes nos atacan, destruir sus bases y centros de operación, o bien, restringir la migración de aquellos sitios de donde supuestamente “proceden” los ataques, son medidas que pueden tener aceptación. Solo que no funcionan. No funcionan porque el terrorismo es una clase de violencia cada vez más compleja, híbrida, que produce metástasis, que se vale de las mismas medidas con las que se le combate para reproducirse. Tristemente, no hay mejor prueba de lo que indico que su crecimiento. A pesar de todas las acciones de inteligencia del último par de décadas, a pesar de haber destruido las bases de Al Qaeda en Afganistán, de haberle atacado en
Pakistán, Yemen, Irak y en tantas otras partes y de haber eliminado a Bin Laden, 2014 fue el año con mayor número de muertes por terrorismo en toda la historia, seguido muy de cerca por 2015 y 2016. Una de las escisiones de Al Qaeda, el “Estado Islámico”, ya es el grupo más mortífero de todos los tiempos y hoy opera en 28 países diferentes.
Además, hay otros 273 grupos que, junto con ISIS, son responsables de 8 a 9 veces más muertes en 2016 que en 2001. En ese año, Al Qaeda contaba con unos 300 miembros enAfganistán. Actualmente, solo ISIS cuenta con varias decenas de miles. Así que lo que necesitamos son diagnósticos más adecuados, y revisar las estrategias de combate a este mal, no reproducir y dar mayor fuerza a las estrategias fallidas.
Primeramente, la complejidad del fenómeno implica desmenuzar los diagnósticos por región e incluso por localidad. Aunque el terrorismo es siempre el terrorismo, hay enormes diferencias en sus diversas manifestaciones, entre sitios como Irak, Afganistán, Pakistán, Siria o Nigeria –los países con más ataques en el globo-, y el terrorismo cometido en países como Francia, Bélgica o EU. Diferencias en cuanto a frecuencia, en cuanto a número y tipos de víctimas, en cuanto a métodos elegidos e incluso en cuanto a las características y perfiles de muchos de los atacantes. En los países donde se ubican los centros operativos y las mayores filiales de las organizaciones, el terrorismo se correlaciona con violencia perpetrada por el Estado, violaciones a derechos humanos, corrupción, y, sobre todo, con inestabilidad y conflicto. En cambio, en países desarrollados como Francia o Bélgica donde operan células mucho más pequeñas o donde la mayor parte de atentados (más del 70%) son perpetrados por lobos solitarios, el terrorismo se correlaciona mucho más con variables socioeconómicas, con pobreza, desempleo, delincuencia juvenil y marginación (Maggiolini y Varvelli, 2016).
Sin embargo, el fenómeno se ha ido complejizando aún más. Muchos terroristas proceden, en efecto, de las zonas más física y socioeconómicamente marginales de las grandes ciudades, varios de ellos tienen antecedentes criminales y/o son reclutados en las prisiones. Pero otros son profesionistas de clases medias y cuentan con carreras y destrezas en áreas de las que grupos como ISIS se han sabido beneficiar. No obstante, lo que parece haber en común en los procesos de radicalización de terroristas en países desarrollados, es un sentido de falta de integración, la percepción de no formar parte de esas sociedades. Si esto se explora con más detalle, podemos encontrar también una ruptura generacional, como lo explican Maggiolini y Varvelli en el último reporte del Índice de Terrorismo Global. Es un sentimiento de vacío de identidad que el islam radical puede llegar a ocupar. Olivier Roy (Le Monde, 2015) lo pone de este modo: No estamos ante la radicalización del islam, sino ante la islamización del radicalismo.
A todo eso hay que añadir un elemento adicional. Las noticias en nuestros tiempos no son solo locales. De modo que a ese vacío identitario hoy también pueden contribuir asuntos globales como lo es la percepción de injusticia de alguna intervención internacional, o la injusticia del derrocamiento y encarcelamiento de líderes de la Hermandad Musulmana en algún país como Egipto. Esas percepciones se pueden entretejer de muy diversas maneras con las condiciones locales e individuales de un potencial atacante, lo que puede contribuir a que se una a alguna organización existente, pretenda viajar a recibir entrenamiento, se someta a instrucciones o adiestramiento a distancia, o bien, simplemente se levante una mañana y tome la decisión de disparar a la gente en un bar o un café.
Entonces, si se desea combatir al terrorismo se requiere de combinaciones de estrategias híbridas que incluyan elementos como los siguientes: (a) medidas de inteligencia (locales, regionales e internacionales) para detectar movimientos de células y grupos que se encuentren operando, trasladándose o planeando ataques, así como para monitorear a atacantes en potencia, (b) policías y agencias de seguridad suficientemente capacitadas para evitar, de manera quirúrgica, que esos ataques se materialicen, (c) estrategias de des-radicalización a nivel local, lo que implica trabajo intenso con las comunidades y gobiernos locales, (d) esfuerzos de colaboración internacional para contribuir a la estabilización y construcción de condiciones de paz, en el mediano y largo plazo, para diversos conflictos como los de Siria, Irak, Libia, Yemen o Afganistán, por citar algunos. Es una tarea monumental porque, además de todo, esas estrategias tendrían que ocurrir en un marco de respeto a las libertades y derechos de las sociedades involucradas.
El problema es que Trump pretende caminar en direcciones precisamente opuestas a lo arriba señalado. Unos ejemplos: (a) Al prohibir la entrada a EU de personas que proceden de ciertos países musulmanes, se está entrando en conflicto directo con los gobiernos de esos países (y otros más) cuya ayuda se requiere para compartir inteligencia y desactivar varios de los atentados que continuamente se desactivan, (b) más aún, se está entrando en conflicto con las comunidades de musulmanes en EU y otros países occidentales, las cuales en 30% de los casos, son quienes proveen de información y advierten de potenciales atacantes o atentados antes de que sucedan (Shapiro, 2017), (c) se contribuye a los procesos de radicalización de individuos tanto en EU como en otros países y con ello, se incrementa el caldo de cultivo para que grupos terroristas recluten o se valgan de los sentimientos negativos que se van produciendo; los extremos se alimentan mutuamente, y (d) el bombardeo indiscriminado a las grandes organizaciones elimina o daña sus bases, a veces liquida a sus liderazgos y merma sus operaciones centrales, pero no detiene sus metástasis, sus operaciones en otros sitios (como París, Bélgica o Niza) donde los bombardeos no funcionarían, ni tampoco detiene la inestabilidad, el mayor motor de terrorismo en países subdesarrollados (IEP, 2016).
Como conclusión, dadas las circunstancias, probablemente Trump no solo no va a “erradicar al terrorismo de la faz de la Tierra” como prometió, sino que podría convertirse uno de sus mayores promotores.
@maurimm