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Gane o pierda el daño está hecho. La irritación latente de una mayoría de estadounidenses (WASP) blancos, protestantes clasemedieros, nativistas y encerrados en sus fronteras por la creciente presencia de los “invasores morenos”, conocidos como mexicans, afloró por todo el país. En Estados Unidos al que fue presidente le dirán toda su vida presidente, y de igual manera al que estigmatizan como violador, narcotraficante o criminal. Por eso México debe contestar los agravios y pronto.
Los mexicanos de Estados Unidos son en su mayoría pobres, explotados, marginados, iletrados, como eran en México, como la mayoría de los que no se han ido. No importa que en Estados Unidos encuentren trabajo, estaban excluidos del desarrollo en México y ahora siguen excluidos en ese país.
La exclusión de ciertos grupos: etnias, pobres, analfabetas, mujeres, jóvenes, homosexuales, opositores políticos, significa apartar, hacer a un lado, segregar o marginar. Los excluidos se van porque tienen problemas de salud, vivienda, educación, seguridad, escolaridad y empleo. La paradoja es que a donde llegan no pueden acceder a posiciones que les permitan subsistir de manera autónoma. Están impedidos para el bienestar y los desarrollos personales, están desprotegidos socialmente. No tienen acceso a los satisfactores básicos, ya no digamos a los bienes culturales o sociales. Como estaban en México, solo que en inglés.
La comunidad mexicana en Estados Unidos está sola y sin recursos. Los mexicanos forman el grupo más desvalido de los migrantes: tienen limitaciones para comunicarse en inglés, (Limited English Proficient LEP). tienen menor nivel educativo, bajos ingresos, poca experiencia laboral, altas tasas de pobreza y falta de seguridad médica respecto a los demás migrantes. No obstante nada les quita su carácter de compatriotas que comparten una misma visión del mundo y la vida, una herencia ancestral común, una historia compartida. Son parte de la nación mexicana, así vivan en East LA, en el Lower West Side Chicago o en el East Harlem de Nueva York. A pesar de todo se las arreglan para enviar remesas millonarias a sus familias en México. Recursos más cuantiosos que los que dedica el gobierno federal a la pobreza.
El discurso de Trump incendió conciencias. La facilidad con que han prendido masivamente las referencias a los mexicanos: “esa gente” (Those people) a la que hay que construir una muralla (the beautiful wall) que además México debe pagar y deportarlos, así sean once millones, es la cara del nuevo nacionalismo blanco e intolerante que, gane o pierda Trump, estará presente en el futuro.
La solidaridad que México ha demostrado a los migrantes es precaria y poco inteligente: contestar las injurias con injurias, olvidando a Rousseau: “Las injurias son las razones de los que no tienen razón”. Algunas declaraciones de banqueta, otras informales y algunas francamente ridículas, como la del gobernador Eruviel Ávila en Los Ángeles.
Hace falta un plan que reivindique lo mexicano y a los mexicanos en Estados Unidos. Hay que ir en búsqueda del nacionalismo perdido. Ejemplos: un grupo de mujeres en Estados Unidos pide votar en contra de Trump en este spot que circula por televisión y redes sociales: (http://link.brightcove.com). Jorge Castañeda lanzó una iniciativa que debe respaldarse para contrarrestar el daño: proudtobemexican.com. Lo mismo hace en redes @Arturo_Sarukhán.
Una embajada en Washington y 51 consulados generales no son poca cosa. Están a cargo de la imagen del país en EU. Con la colaboración de quienes les hablan a los estadounidenses claves al oído: a los empresarios pro-Nafta, a los hispanos aliados de México, a las iglesias, a los profesores universitarios, a los think tanks, a quienes les conste que más que hablar de trade, el lenguaje de la relación bilateral es shared production. Habrá que ver en dónde vale la pena y en dónde ya perdimos la batalla. Coyunturas inéditas, respuestas inéditas. Y, claro, nacionalistas como lo hubiera hecho el general Lázaro Cárdenas, cuya inspiración tanta falta hace.
Investigador del SNI
@DrMarioMelgarA