En el Valle de México, son las 5 am y, mientras muchos todavía dormimos, miles de personas comienzan su travesía para llegar a sus trabajos o a la escuela. Algunos abordan sus autos, otros atraviesan calles en medio de la oscuridad para subirse a microbuses desvencijados, a unidades piratas o a cualquier otro modo de transporte que les acerque a su destino. Pero lamentablemente no están solos, los acecha un enemigo constante y voraz: la delincuencia.

Las historias de asaltos, acosos sexuales, violaciones y hasta homicidios por tratar de defender el patrimonio se repiten constantemente. Historias de desesperación que tienen hundido en el terror a los mexicanos son comunes entre los usuarios, y ante ello, casi todos toman sus precauciones para entregarle lo menos posible a los delincuentes.

El miedo y la desesperación han llegado a tal grado, que la gente ha comenzado a hacer justicia por propia mano. Salen a las calles con el riesgo de todos los días y decididos a defender lo suyo. La gente guarda silencio si algún “héroe urbano” los defiende, y si en la rebatinga el ladrón pierde la vida, nadie irá a denunciarlo. No los justifico, pero me pregunto: ¿En qué nos estamos convirtiendo?

Este terror está documentado, la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (Ensu) del Inegi reporta que, a septiembre de 2016, 71.7% se siente inseguro en el transporte público, siendo el lugar —después del cajero automático en la vía pública— en el que la gente se siente más insegura. La pregunta es ¿qué hace la autoridad?

Las acciones gubernamentales no han dado resultados. Por ejemplo, en el Estado de México, el operativo Plan TRES, Transporte Estatal Seguro, no funcionó. Aunque el secretario de Gobierno José Manzur afirme que el robo en transporte público ha disminuido en 5% en relación al año pasado, la realidad es que los robos no dejan de ocurrir en el día a día. La propia Envipe 2016 refiere que el delito más frecuente en Estado de México es el robo o asalto en la calle o en el transporte público, seguido de la extorsión y el fraude. Las cifras de homicidios son atroces: al menos 15 personas —5 en Ecatepec— han muerto en asaltos este año, principalmente por tratar de resistirse.

Como se aprecia, el problema es complejo y tal parece que no existe la voluntad por parte de las instituciones para atender este problema, bueno ni siquiera se cuantifica de manera homologada en el país. En la Ciudad de México, la estadística delictiva incluye este delito como uno de alto impacto social y lo desagrega en robo al interior del Metro, a bordo de taxi y a bordo de microbús. Pero en otras entidades aún y cuando el problema existe, no se registra en las estadísticas.

La ausencia de cuantificación del problema es tal, que el Secretariado Ejecutivo no incluye el robo a transporte público en su catálogo, entonces: ¿cómo se puede pensar en una estrategia, sin tener estadísticas que nos permitan medir el problema?

Hablar de transporte público significa hablar de calidad de vida, pensemos en las personas que pasan más de dos o tres horas en el transporte, y que además tienen que hacerlo aterrorizados porque no sólo hay problemas de movilidad, también hay un problema de inseguridad que no permite a las personas viajar con tranquilidad. Por ello, si de verdad a las autoridades les importa la gente, deberían invertir esfuerzos para solucionarlo de fondo.

Debo decir que me parece insuficiente la instalación de costosos sistemas de videovigilancia, geolocalización o botones de pánico, que los propios autotransportistas están colocando. Urge una mayor coordinación de las autoridades para prevenir, facilitar la denuncia, sancionar y otorgar atención oportuna a las víctimas del transporte colectivo. Los problemas de los ciudadanos no pueden esperar a que inicien las campañas electorales.

Presidenta de Causa en Común.
@MaElenaMorera

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