Hoy mucha gente piensa que “todos los políticos son iguales” y que “todos los gobiernos son iguales”. Y es que en todo el mundo la corrupción y la falta de resultados pueden manchar a gobiernos de izquierda, derecha y centro. Pero si vamos un poco más a fondo, veremos que no todos son iguales y que tenemos que ser cuidadosos con esas conclusiones superficiales. Por ejemplo, hoy no daría lo mismo que EU estuviera gobernado por quien ganó el voto popular. México no sería el mismo si Maquío hubiera sido presidente. Hoy nuestro país sufre graves problemas por malas decisiones e indignantes actos de corrupción y abusos del gobierno. Porque no es cierto que da igual quien gobierne.

Pronto en México se decidirá no sólo quién lo gobierne, sino el tipo de gobierno que regirá los destinos de la nación en una hora tan crítica y tan definitoria. El tiempo ha dado la razón y se vive hoy un sincero deseo de cambio hacia un gobierno humanista.

Los gobiernos humanistas son gobiernos que deben servir con dignidad, honestidad y eficacia a los ciudadanos. Son gobiernos comprometidos con principios y valores.

En lo económico: son gobiernos responsables, comprometidos con la libertad, con la economía social de mercado y con la estabilidad de las finanzas públicas. Por eso fueron gobiernos que procuraron en México la disciplina fiscal y redujeron la deuda tal y como se puede ver en los porcentajes del Producto Interno Bruto. Por eso hicieron la mayor obra de infraestructura física y de carreteras en la historia moderna de México. Y entregaron la economía al nuevo gobierno con un déficit cercano a cero y una economía creciendo al 4%

Los gobiernos humanistas tienen centrada su atención en el ser humano. Por eso podemos hablar de la necesaria sensibilidad social que debe estar presente en las decisiones públicas —el gasolinazo de enero fue muestra de lo contrario—. Por eso los principios de subsidiariedad y de solidaridad son aplicables en la economía y en las decisiones de políticas públicas. Y es que el mercado no basta y la intervención del gobierno es indispensable para corregir la desigualdad insultante que prevalece en México. De ahí que, por ejemplo, se crearon programas como el del Seguro Popular, Oportunidades, Setenta y Más y estancias infantiles. Por ello también se fortaleció la industria agroalimentaria y aeroespacial. Además de buscar un avance en las competencias dentro del sistema educativo también se generó la mayor obra de infraestructura cultural y de salud en la historia de México.

Hoy la gente demanda un cambio en el gobierno, porque siente incertidumbre, enojo y miedo. Incertidumbre por lo que pueda pasar con la economía, con su empleo y sus ingresos; enojo profundo por la corrupción e impunidad; y miedo a la delincuencia y a la violencia. Pero el mayor riesgo es que estos tres sentimientos nos lleven a dar un salto al vacío de la demagogia autoritaria, que sin duda hundiría más a nuestro país.

De ahí la responsabilidad de quienes queremos el cambio. Porque hay que advertir los riesgos de la demagogia. Tenemos que trabajar para que la gente valore la importancia de tener gobiernos responsables en el manejo de las finanzas públicas. Gobiernos transparentes, que combatan la impunidad y que inviertan en el progreso. Gobiernos que tengan sensibilidad social y que antes de pedirle sacrificios a la gente se pongan en cintura ellos mismos. Gobiernos que dejen trabajar a los ciudadanos y que reduzcan las cargas fiscales para que la libertad económica produzca mayor prosperidad. Y gobiernos que respeten la libertad de expresión y el Estado de Derecho.

Sobre todo, es claro que quienes creemos en el humanismo político debemos encabezar la lucha contra la corrupción, ese muro que impide a México avanzar y crecer. Porque de nada sirven las leyes si no hay un liderazgo dispuesto a cumplirlas. Y eso es lo que quiere la gente como mínimo, un gobierno que hable con la verdad y que respete y haga respetar la ley y por supuesto que genere bienes públicos. Que sea eficaz.

Abogada

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