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El pasado 17 de marzo Dignificación de la Política, la asociación civil que dirijo, realizó su tercer foro temático con el tema “Pobreza y Desigualdad”. Tuvimos el honor de contar con las ideas y propuestas de Gerardo Esquivel, Mercedes González de la Rocha, Miguel Reyes, Héctor Rubio y Ricardo Raphael. Moderado por Claudia Calvin, el panel fue extraordinario. Los invito a visitar la página de la asociación para consultar la relatoría.
Resumo aquí cinco obstáculos para superar la pobreza y la desigualdad:
1. El bajo crecimiento económico. No podemos abatir la pobreza y la desigualdad sin crecer más. El problema es que tenemos una política fiscal que no piensa en el crecimiento o la redistribución del ingreso, y que ve en los ciudadanos a sujetos de recaudación, no a personas que necesitan elevar su productividad y acceder a mejores oportunidades de desarrollo.
2. La falta de calidad y efectividad del gasto social. Tenemos una política social orientada a alimentar votos duros y clientelas, lo que, lejos de resolver, perpetúa la pobreza y la desigualdad. Los programas sociales deben poner en el centro a la persona y a las condiciones para que tenga una vida digna.
3. La corrupción y la impunidad. México es el país con más desigualdad entre los miembros de la OCDE y también el país con más altos niveles de corrupción. En varios artículos he señalado que la corrupción y la impunidad son un muro en el que nos estrellamos todos por igual.
4. La ausencia de un Estado de derecho efectivo. La desigualdad está marcada también por la falta de oportunidades, especialmente en el acceso a la justicia. Es la desigualdad que se presenta cuando una adolescente prefiere que no se denuncie a sus atacantes, porque sólo va a traer consecuencias negativas. En el empresario que ya sabe que si denuncia entra en “la lista negra” del gobierno y puede quebrar. En la indígena que es maltratada y abusada por la autoridad por vender chicles en la plaza para darle de comer a sus hijos.
5. La discriminación. En el foro se hizo referencia a una nueva conversación que debemos tener como país: la desigualdad y la pobreza no sólo son un tema económico y mucho menos sólo político, como lo escribiera un articulista. También son producto de la discriminación. Y por eso, tenemos que reconocer que no somos una sociedad en la que quien trabaja más gana más y le va mejor, ni tampoco una sociedad que recompense las ideas, el esfuerzo, o la innovación. Por ello las oportunidades se reparten de manera tan injusta.
Una conclusión de nuestro foro fue que ni la economía podrá crecer ni la democracia podrá prosperar si no reducimos la pobreza y la desigualdad. México ya no puede ser el país de las “enormes desigualdades de trato”, como afirmó Ricardo Raphael. México ya no puede tener esos números indignantes que Gerardo Esquivel nos presentó sobre desigualdad. Tampoco puede seguir siendo un país donde el trabajo formal y digno sea tan escaso, como lo señaló Mercedes González, o un país enfermo de “programitis” que no cuida la dignidad de la persona, como lo dijo Héctor Rubio. Y es que como nos dijo Miguel Reyes: tenemos que cambiar la conversación.
Estoy convencida de que tenemos que construir una economía del Bien Común, en la que las personas sean fines, no medios. La intervención del Estado en el combate a la pobreza y a la desigualdad debe darse para brindar a cada persona la posibilidad de salir adelante con la dignidad de su propio esfuerzo. Y el principio de subsidiariedad cobra una dimensión fundamental. Se trata de que la intervención del Estado sea sólo la necesaria y que la libertad de la persona sea la mayor posible. Sólo así dejaremos de ser un país de beneficiarios cautivos y nos convertiremos en un país de ciudadanos libres.
Abogada