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Despedir cuarenta años de una impecable carrera como el intérprete por excelencia de la canción mexicana en todo el mundo no es algo que ocurra todos los días. ¿Acaso podemos olvidar que la mayoría de los mexicanos hemos nacido y crecido escuchando la voz de Vicente Fernández? ¿No es él un verdadero embajador de nuestra música más conocida y reconocida en el mundo?
Cuarenta años de ganarse el aplauso del público dentro y fuera de México han llevado a Vicente Fernández a decidir que es hora de tomarse un merecido descanso. Aunque en nuestro país pueda seguir dando conciertos, aun cuando seguimos aplaudiendo su talento, Vicente Fernández ha conseguido con su constancia, con su empeño, con su amor a la música, con su ilusión por México, ser una de las voces mexicanas que se reconocen en el extranjero, porque ha conseguido eso que sólo está al alcance de los mejores: que cuando la gente piense en México, piense en lo bueno que tiene nuestra patria, en su música, en su alegría, en sus canciones. Se retira de los escenarios, pero su música siempre estará de nuestro lado, ni siquiera se va para “volver” porque su voz sigue con nosotros.
Hoy se viven tiempos difíciles para nuestro país. Las malas noticias inundan a diario los periódicos. Las razones para creer que el futuro será mejor no son abundantes en los noticieros. Y las redes sociales hierven a cada minuto con mensajes que reflejan enojo, frustración y por momentos, amargura. México está lastimado, está dolido. Pero justamente en Jalisco, la tierra que nos regaló al gran Vicente Fernández, este sábado pude constatar una vez más que los mexicanos no queremos seguir así. Que queremos transformar la indignación en acción constructiva, no en odio que destruye.
Fueron muchas las personas que me acompañaron al lanzamiento de Yo Con México en la región occidente, precisamente en Guadalajara. Ahí encontré eco a nuestro mensaje, en una sociedad que representa mucho de lo bueno que tenemos en México: unión, ganas de salir adelante con trabajo honesto, organización y esperanza.
Ahí, en Jalisco, pude constatar una vez más que los mexicanos no se creen ese mensaje que nos repiten una y otra vez con enorme insistencia, no sé si por ignorancia o por mala fe: “La corrupción es cultural en México y por eso no tiene solución”. No, la corrupción no es cultural, no es algo con lo que hayamos nacido y que no podamos cambiar. No estamos condenados a soportar gobernantes corruptos ni a vivir bajo la sombra de la impunidad ni del cinismo. Ése no puede ser ni será el destino de México y en Jalisco mucha gente lo tiene muy claro.
También vi que los mexicanos, especialmente los jóvenes, tampoco creen que los problemas del país tienen soluciones mágicas: no creen que el desempleo se resuelve con propuestas simplistas ni demagógicas, ni creen que todo se resuelve cambiando al partido en el poder. Saben que ellos deben ser los protagonistas de la transformación de México, que ellos tienen que convertirse en el cambio que quieren ver en nuestro país. Y por eso tuvo tan buena recepción la propuesta de Yo Con México, la plataforma con la que estamos difundiendo las iniciativas de la sociedad, lo bueno que hace la gente en la cuadra, en la escuela, en el barrio y la comunidad para ayudar a los demás, para mejorar su entorno, para cambiar en algo la realidad cotidiana. La energía de la sociedad jalisciense me dio mucha esperanza sobre el potencial que tenemos para darle la vuelta a la página y comenzar a escribir nuevas historias.
Así que esta semana me llevo a Jalisco en el corazón, por lo que está por venir, representado por la alegría y entusiasmo de sus jóvenes, y por las raíces y la tradición que nos dan identidad, como la música de un gran hijo de Jalisco: Vicente Fernández. ¡Gracias, Chente! ¡Gracias, Jalisco!
Abogada