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Hace unos días, el Senado de nuestro país tomó la acertada decisión de otorgar la presea Elvia Carrillo Puerto a Rosario Marín por su trayectoria destacada a favor de los derechos humanos. Ella fue, como todos sabemos, tesorera de Estados Unidos de América, lo que la convierte en la mexicana que ha ocupado el puesto más alto en el gobierno de aquella nación. Pero aun si no hubiera ocupado ese elevado encargo, la historia de superación de Rosario la convierte en una inspiración para mujeres y hombres.
Estudió en la actual Escuela Secundaria Técnica 20 de la colonia Agrícola Pantitlán, recuerda con agrado lo mucho que aprendió en México hasta los 14 años, cuando viajó a Estados Unidos siguiendo a sus padres, que buscaron mejores ingresos. Rosario estudió y trabajó como recepcionista hasta terminar su carrera profesional en la Universidad de California en Los Ángeles. Al graduarse, Rosario tenía una promisoria carrera en el sector financiero. Su hijo, con síndrome de Down, en realidad le abrió una perspectiva más y añadió a sus compromisos la defensa de los derechos de los niños con discapacidad. En el servicio público se convirtió en funcionaria del gobierno estatal, concejal y alcaldesa de Huntington Park. Siendo ya una de las mujeres latinas más distinguidas en Estados Unidos, fue nombrada tesorera por el presidente George W. Bush. De este modo, la firma de esta mexicana le daba la vuelta al mundo en cada uno de los billetes verdes que representan el poder económico de Estados Unidos.
La historia de Rosario Marín contradice a quienes, como Donald Trump, siembran en Estados Unidos un discurso de odio y desprecio hacia México y los mexicanos. Rosario también deja sin argumentos a todas las personas que creen en ese discurso, porque albergan en su mente la idea de que el lugar de nacimiento, la clase social, el color de la piel o el género definen a las personas y lo que pueden lograr.
Es por ese compromiso con el bien común y con el destino de los demás que Rosario Marín me parece una mujer admirable, con quien siempre he compartido ideales y esperanzas. Felicidades, Rosario, por haber sido reconocida por el Senado de tu país de origen, de tu “México amado” que es también tu patria. Eres un orgullo para todos los mexicanos y especialmente para todas las mujeres de nuestro país.
El discurso de Rosario Marín en el Senado de la República es completo, está lleno de amor a México y también al país que la recibió, donde tuvo una vida con dificultades. Nos habla de la dignidad humana, de los valores que aprendió de su familia, de las mujeres, de la violencia hacia ellas, de las personas con discapacidad y de los inmigrantes. También dedicó líneas muy fuertes con respecto a la amenaza que significa un liderazgo como el de Trump. Rosario habló de su decisión de ser puente entre dos naciones y defensora de los inmigrantes en Estados Unidos. Una cita de su discurso nos explica el inicio de un gran camino: “… me fui a radicar a California siguiendo a un padre trabajador que emigró en busca de mayores oportunidades para sus hijos, en una historia de migración como tantas miles que definen la cultura y la relación de los dos países”.
POR CIERTO. Rosario Marín, Alfonso Cuarón, Alejandro González Iñárritu, Emmanuel Lubezki, Salma Hayek, los astronautas José Hernández y Ellen Ochoa, Alondra de la Parra, son sólo un puñado de mexicanos o hijos de mexicanos de los que hay por millones en Estados Unidos y que nos recuerdan que el talento y el esfuerzo no tienen nacionalidad, frontera o estatus migratorio, son mexicanos de los que estamos muy orgullosos. Y también lo estamos de Tomás, Marcela, Pepe, Pablo, Juan, María, Juanita, Lupita y millones más que trabajan honestamente y de manera ardua en “el otro lado” y que merecen nuestra solidaridad y nuestro reconocimiento.
Abogada