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En estos días, en la ciudad más nombrada de las últimas semanas, París, se llevará a cabo la reunión internacional más importante en relación con el cambio climático. El nombre oficial es Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, incluye la reunión de las partes del Protocolo de Kyoto. En general, se le conoce como la vigésima primer Conferencia Internacional sobre Cambio Climático o bien: la COP21.
El tema ha venido creciendo en la agenda internacional, con algunos acuerdos como los que me constan se alcanzaron exitosamente en la COP16 en México. Por ejemplo la creación del Fondo Verde, los mecanismos de reducción de emisiones por deforestación y degradación de suelos, o el fortalecimiento en la investigación y tecnología. Pero sobre todo, ahí, en Cancún, los países desarrollados y en desarrollo se comprometieron a seguir trabajando en el combate al cambio climático bajo el principio de “responsabilidades comunes pero diferenciadas”.
En la COP21 estarán presentes los mayores expertos en materia de cambio climático de todo el mundo. La evidencia científica, negada todavía por algunos, es muy clara: la acción humana está afectando el sistema climático de la Tierra y, de no tomarse medidas de mitigación y prevención, estos cambios afectarán radical y negativamente la forma en la que viven, producen y consumen nuestras sociedades.
Hace unos meses, el 24 de mayo para ser precisos, el papa Francisco firmó su encíclica titulada Laudato si’. Se llama así porque inicia con una alabanza pero tal y como se escribe, el tema central es “el cuidado de la casa común”. “El clima es un bien común de todos y para todos” dice el Papa en la mencionada carta. Este documento no es de difícil lectura. Parte de un diagnóstico de la realidad señalando las consecuencias del calentamiento global, el agotamiento de los recursos naturales, las migraciones, la desigualdad provocada. El desarrollo y el análisis de los temas, obviamente, se realizan también a la luz de la fe así como a través de la propuesta para una ecología integral que permita juzgar cómo debe enfrentarse el tema y al final establece una serie de acciones. Advierte del peligro que implica que el criterio económico y financiero someta otros criterios humanos.
A propósito de la COP 21: La Ley de Transición Energética todavía no ha sido aprobada en el Senado de la República. Fue aprobada en la Cámara de Diputados en la pasada legislatura, el 15 de diciembre de 2014. No hemos electo nuevos senadores, así que no pueden poner como excusa el cambio de legislatura. Esta ley supuestamente formaba parte del paquete de la reforma energética. Pero al final, ya no hubo voluntad política para aprobarla, o quizás se le opusieron otros intereses económicos y financieros que han logrado dejar a un lado el bien común.
José Luis Luege, articulista del EL UNIVERSAL, escribió que México estableció una meta importante para reducir las emisiones de gases efecto invernadero. Estas metas son del 30% de reducción para el 2020 y se ha comprometido a generar 35% de la electricidad con energías renovables. Es urgente la ley.
El presidente de la República está en París y no va a poder presentar esta nueva ley como una contribución de México a la lucha global contra el cambio climático. Pero hay otra oportunidad: ya viene el papa Francisco, a quien por cierto se le ha invitado a dar un discurso al Senado de la República. Si acepta, quizás los legisladores podrían aprovechar para decirle que ya aprobaron la Ley de Transición Energética. Así cumplirían con México y tendrían una buena noticia para compartir con el Papa. No estaría nada mal.
Abogada