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En el discurso del pasado viernes, el Presidente de la República dijo que México ha sufrido un grave deterioro en la confianza de los ciudadanos en sus instituciones públicas, en las autoridades.
Y tiene razón. La pérdida de confianza en las instituciones, en la autoridad, en los partidos políticos ha sido tan fuerte que pone en peligro la esperanza en la política. La confianza se ha perdido porque actos y omisiones de quienes en lugar de fortalecerla han dado motivo para que se pierda.
Es cierto que el conflicto de interés que evidentemente está presente en el caso de la casa blanca y de Malinalco, del que hoy ofrecen disculpa, dañaron enormemente la investidura presidencial, la confianza en el gobierno, la confianza en los partidos políticos en gran parte por el pasmoso silencio de la oposición ante el hecho.
Desde el nombramiento de Virgilio Andrade, nadie esperaba un ejercicio de la función pública de manera independiente. Los cuestionamientos fueron inmediatos porque para esas alturas, ya no se creía en nada. Así es que para nadie fue una sorpresa que la resolución terminara diciendo que todo fue legal.
Una disculpa tardía llegó acompañada de una exoneración legal. La disculpa siempre es bienvenida, pero resulta muy incómodo cuando se dice que en realidad fue una confusión y una mala interpretación, que resultó una ofensa casi imaginaria.
En el mismo acto, se prometió la presentación de las iniciativas de ley para desarrollar el Sistema Nacional Anticorrupción previsto. De acuerdo a la reforma constitucional, la ley secundaria tiene que aprobarse antes de mayo de 2016 y los estados tienen que ajustar sus normas en los siguientes meses a la publicación de estas leyes. La Cámara de Diputados tiene una conformación muy distinta a la que los ciudadanos decidieron; es una Cámara que tiene la mitad de los integrantes del partido que sólo tuvo cerca de 30 por ciento de los votos. Esa Cámara hará la ley, la exigencia debe ser fuerte por parte de los ciudadanos para que realmente sea efectiva.
Nadie puede negar que los casos de corrupción, grandes y pequeños, se multiplican por todo el país. Tiene razón el Presidente en que debe recuperarse la confianza. El problema que veo es que para recuperar esa confianza perdida en el gobierno se requieren tres cosas: transparencia, compromiso y congruencia.
Transparencia en torno a la actuación del gobierno en todos los ámbitos. ¿Quién decide los contralores de los órganos de la administración pública?, ¿qué acciones se tomarán para informar los proyectos del nuevo aeropuerto?, ¿cómo van a transparentar cada licitación con contratistas vinculados con altos funcionarios?
Recobrar la confianza requiere compromiso. Pero no con los amigos del gabinete o los compañeros del partido. Requiere un compromiso real con el bien común, con el interés general, con el país entero. ¿Qué significa que ya se acabó la “sana distancia” entre el PRI y el Presidente?, ¿votarán en contra de la legalización de “los moches” los diputados del PRI?, ¿cómo asignarán el presupuesto?, ¿por qué no baja la gasolina?
Recuperar la confianza requiere congruencia entre lo que se dice y lo que se hace. ¿Estarán los dichos a la altura de los hechos? ¿Habrá la voluntad y la capacidad en el gobierno para esclarecer hechos que no se han aclarado?
Queda mantenernos vigilantes para exigir cuentas y no dejar que la indiferencia y la apatía le sigan pavimentando el camino a la corrupción y la impunidad que tanto daño nos sigue haciendo. Es hora de confiar, sí. Pero en nosotros mismos, en nuestro poder como ciudadanos para cambiar tantas cosas que ya no podemos permitir.
Los integrantes de la Cámara de Diputados son responsables también de que se recupere la confianza a través de las leyes secundarias del Sistema Nacional Anticorrupción a fin de que realmente sirvan para combatir dos grandes lastres en nuestro México: impunidad y corrupción.
Abogada