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El martes pasado celebramos en México el Día de la Madre, una fecha profundamente arraigada en nuestra sociedad que desborda en festejos, al punto de volver caótico el tráfico en la Ciudad de México y es una osada empresa intentar conseguir una mesa en algún restaurante.
En fin, a este cúmulo de celebraciones me gustaría añadir además de mi felicitación, una reflexión sobre el significado que tiene para la mujer esa maravillosa tarea de ser madre en el mundo actual, marcado por grandes y profundos cambios en todos los órdenes y que dista mucho de la situación que prevalecía en 1922 en que se instituye el día 10 de mayo para su conmemoración.
Los censos de población que por aquella época se empezaron a levantar, dan cuenta de que la población en nuestro país se conformaba, al igual que hoy, por un número mayor de mujeres que de hombres, y que en las actividades económicas su presencia era mínima o nula, salvo en tareas asociadas a labores domésticas o en trabajos más o menos formales, como el de costureras en empresas de confección de ropa.
La Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo de 2011 nos revela otros datos, tales como que de los 83.7 millones de personas de 14 y más años, 9 de cada 10 trabajan; proporción que equivale a 80.3 millones de personas, de las cuales 42.9 millones son mujeres (53.5%) y 37.3 millones son hombres (46.5%). La mayor presencia de las mujeres en el trabajo total (remunerado y no remunerado), se explica, es debido a su ocupación en el trabajo no remunerado y su creciente inserción en el mercado. También refiere que los hombres de menor edad tienden a permanecer mayor tiempo en la educación y los adultos a retirarse del mercado laboral, mientras que las jóvenes aunque estudien tienen que realizar trabajos domésticos y las mujeres en los rangos más altos, incluso después de retirarse de la actividad económica, continúan haciéndose cargo de las actividades del hogar.
Si bien es cierto se han abierto a las mujeres espacios entonces inimaginables, al frente de un gobierno dirigiendo los destinos de su nación, como distinguidas parlamentarias con impecable discurso en tribuna, en la alta dirección de importantes corporaciones nacionales y trasnacionales, capitaneando modernos aviones que cruzan los océanos, e incluso orbitando la tierra en una sofisticada estación espacial, y en otras muchas ocupaciones en prácticamente todos los sectores, lo cierto es que con ello sobrevienen nuevos retos y desafíos.
Su incorporación en el mercado laboral, además de no darse en términos de igualdad con los hombres (persisten condiciones laborales diferenciadas y todavía el embarazo en algunos casos es motivo de despido con argucias que disfrazan discriminación), no las releva de las tareas de cuidado y crianza de sus hijas e hijos y de las labores del hogar, antes bien, han de cumplir con ambas, lo que se traduce en una doble jornada.
Muchas mujeres son jefas de familia, por lo que el desempeño de un trabajo productivo no es privilegio de crecimiento personal, sino una responsabilidad no compartida. Otras tantas, cumplen arduas jornadas en el campo que la migración de sus esposos les ha impuesto, y muchas más han visto trunco su futuro por una maternidad impuesta, producto de la violencia de género o la falta de una adecuada educación, más que del anhelo de ser madres.
Frente a este panorama, nuestro papel como madres, como formadoras de las generaciones que tomarán las riendas de nuestro país, constituye una poderosa influencia hacia el cambio cultural, interiorizando en niñas y niños la convicción de que mujeres y hombres tienen igualdad de derechos y oportunidades, que las tareas domésticas y la crianza y cuidado de las y los menores, no son privativas de ellas, sino una responsabilidad e increíble experiencia que debe ser compartida.
Mi invitación a desplegar esta influencia para incidir en la formación de seres humanos que aprendan a vivir en igualdad y respeto, erradicando discriminación y violencia, con ese profundo amor con el que les llevamos en cálidos brazos durante sus primeros meses de vida para luego acompañar sus primeros pasos, abrigando anhelos y esperanzas de un mejor futuro.
Ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación
@margaritablunar
mbluna@mail.scjn.gob.mx