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Como rayo en cielo sereno tronó la noticia: “la SEP ha anunciado que no se llevarán a cabo las evaluaciones para ingresar o permanecer en el magisterio”. Las tres y pico de la tarde. ¿Será cierto? ¿No se tratará de una broma, o del uso indebido de la página de la Secretaría? Leo de nuevo la nota de esta tarde en EL UNIVERSAL: “la dependencia informó que se suspenden indefinidamente los procesos para el ingreso, promoción y permanencia en educación básica y media superior”. Breve y seco. Alega el arribo de “nuevos elementos a considerar en el proceso de evaluación”. No aporta más. Anuncia.
Las llamadas y mensajes abundan. ¿Qué pasa? Y las conjeturas son varias: han sido derrotados por la disidencia; es un cálculo político pues está muy cerca el 7 de junio y, como habrá líos postelectorales, para qué echarle encima la inevitable inconformidad de todos los integrantes del magisterio que no consigan el nuevo y esquivo título nobiliario: Idóneo. No se la iban a acabar. Más bien, otro dice, quieren ganar votos de los agradecidos por la cancelación. Ya verás que luego del 7, vuelven a los exámenes.
La noticia vuela. Incredulidad, enojo, la burla cruda: ¿No parece un mensaje del @deforma? y el lamento. Son las reacciones que registro. Por si fuera poco, llega un aviso del INEE a los medios de comunicación: “Ante la información emitida por la SEP… la Junta de Gobierno reitera su compromiso con la Reforma Educativa e informa que ha convocado a una sesión extraordinaria para fijar su posición y comunicarla”. Órale. Esto sí que viene en serio: ni ellos sabían. Es un trancazo y de pronóstico reservado. ¿Qué irán a decir? ¿Se van a fajar como órgano autónomo, o van a doblarse ante la presión de los hechos consumados? Sin el aval de Los Pinos (¿orden directa?) esto no puede suceder. ¿Qué escenario tenían enfrente para semejante golpe de timón? Misterio. Crece la suspicacia: No nos confiemos, hay mar de fondo.
El anuncio dice que se paran los motores evaluadores fuera de borda para atender “nuevos elementos en el proceso de evaluación”. No es lógico: Ayer mismo, quien esto escribe, estuvo estudiando en el portal oficial los parámetros, perfiles y criterios para el ingreso, la promoción y la permanencia. Hay un “simulador” para practicar el examen. Todo estaba listo: decenas de miles de aspirantes inscritos; ubicados los que serían la primera ronda de profesores, ya en servicio, sometidos a examen. ¿Qué pudo pasar?
A ciencia cierta no hay quién, al pardear la tarde, pueda tener una respuesta exacta. Pero sí se puede proponer una hipótesis con los elementos a la vista: no hemos estado ante una Reforma Educativa (se carece de un horizonte pedagógico y formativo renovado), sino frente a una modificación en los términos del arreglo corporativo que regula los procesos para ser, estar y permanecer como profesor. La clave —el medio legitimador— ha sido la noción de mérito; el productor de los criterios, un ente autónomo; y el instrumento, los exámenes (mal) llamados objetivos, aplicados por la SEP. Accionar los frenos y derrapar, como se hizo ayer, es muy incongruente con lo que los impulsores de la reforma “más importante” decían sostener. Entonces, hubo una razón superior, razón de Estado, para mandar parar el proceso de forma tan abrupta. Es decir, otra vez, y de forma contundente, razones políticas se imponen a la lógica educativa. La misma historia de medio siglo atrás. ¿Más claro? Ni el agua. Volvieron.
Profesor del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México. @ManuelGilAnton
mgil@colmex.mx