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A la mayoría de los mexicanos, no sé si a usted también, “nos sobra mucho mes al final del sueldo”. En lugar que nos alcance el salario para terminarlo, o nos sobre para ahorrar un poco, cuando el dinero se acaba, aún nos quedan días, o semanas, que sobrellevar: no alcanzan los centavos para pagar las cuentas y sacar el gasto. Es cuando uno busca si, acaso, se quedó en el pantalón un billete de cincuenta.
Del mismo modo, “nos sobran muchos problemas educativos al final del sexenio”. Cada administración hace su reforma o revolución educativa. Como todas han sido, y son, históricas, el tema que “mi” reforma es la que el porvenir reconocerá como la verdadera, se trueca en hueca propaganda del gobierno en turno.
El secretario Aurelio Nuño dio a conocer el Acuerdo 07/06/17, publicado en el Diario Oficial de la Federación (DOF), que contiene los Planes y Programas de Estudio para la Educación Básica: aprendizajes clave para le educación integral. Son 458 páginas.
La nueva estrategia entrará en vigor para prescolar, los dos primeros grados de primaria y el inicial de secundaria, en el periodo 2018-2019. En el resto al año siguiente. Aún no hay calendario escolar para el ciclo que arranca el 2018, pero supongamos que empieza, como el actual, el 22 de agosto. Habrán pasado, entonces, 80 días desde las elecciones del 4 de junio, y les quedarán 108 (el 5% de 2mil 191 días que son un sexenio) para terminar su administración. De cada 100 días, dedicaron 95 a “someter” al magisterio a evaluaciones con base en un modelo educativo que el secretario y su coro califican como inadecuado, memorístico y rudimentario. El nuevo, reluciente de modernidad, se pondrá en marcha ya cuando la presidencia esté por fenecer y el Congreso renovado.
Expone, en las primeras cuartillas, los antecedentes de la reforma, votada a toda prisa por el Legislativo, dado que estaba ya pactada con, por y para las élites. Señala que el Modelo Educativo y los planes y programas proceden, en gran medida, de las consultas que se organizaron en 2014: nada más falso. En ese entonces, como parte del equipo de testigos sociales de los seis foros dedicados a la educación básica, asistí a ellos. La SEP dispuso una serie de temas. Cada ponente tenía 5 minutos, reloj en mano, para exponer lo que quisiera. Al terminar su turno, seguía otro y así, sin cesar, hasta que finalizaba la jornada. Ni un minuto para el diálogo en las distintas mesas que, en paralelo, se desarrollaban. Las secciones sindicales, y las autoridades de los estados sede de las reuniones, acapararon los espacios para estar seguros de poder presumir una gran participación, de tal manera que lo poco que se podía decir estaba, además, controlado. El reporte independiente sobre la consulta dio a conocer los límites del proceso y la imposibilidad de producir, con el simple amontonamiento de propuestas, un modelo educativo: que lo que se requería era llevar a cabo, con todo lo que implicaba, una serie amplia de procesos de diálogo con y entre el magisterio. La voz ausente.
El funcionario recuerda la “discusión” del modelo educativo en 2016 y la síntesis que se realizó. Y luego un grupo de expertos, brillantes, ordenó todo y decidió lo que habrán de aprender los alumnos en los 12 años que van del prescolar a la secundaria. Ahora, hechos la raya, capacitarán al magisterio (enmudecido) para que enseñe (sic) a aprender a aprender, producirán los nuevos libros y materiales de apoyo y cambiarán —de muevo— los planes de estudio en las Normales.
En el siglo XXI, ninguna generación ha terminado la educación básica en el mismo programa con el que inició. En 2011, Calderón cambió todo a un año de irse. ¿Coincidencia? No: resultado ineludible del uso político de las cuestiones educativas. Otra vez. Contando cuentos, pepenando votos.
Profesor del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México.
mgil@colmex.mx
@ManuelGilAnton