La reestructura del gabinete tiene implicaciones internas y externas que habrá que analizar con mucho detalle. La primera es la resurrección de Videgaray, que implica que el Presidente considera (o siempre consideró) que la decisión de invitar a Trump a México era la correcta, decisión a la que en su momento Osorio y Ruiz Massieu se opusieron.

Videgaray tendrá que demostrar que abrir un canal de diálogo con la administración estadounidense, teniendo como casi único elemento su personalísimo aval, puede dar frutos.

No me cabe duda que el nombramiento presidencial implica un gesto de buena voluntad a un Trump que ha tenido hacia México gestos poco amistosos en estos días como presidente electo (Carrier, Ford).

Hoy está claro que para México lo mejor que puede ocurrir es mantener el status quo, lo cual es ciertamente poco alentador, pero hoy por hoy no podemos imaginar nada diferente.

Es una gran oportunidad para la Secretaría de Relaciones Exteriores el tener a un secretario tan poderoso como Videgaray, pero también observo que es un riesgo para México que la principal apuesta nacional para relacionarse con una administración tan hostil sea el buen manejo de una relación personal.

(La versión extendida aparecerá mañana)

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