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El principal problema con la enfermedad por el virus de Zika es que aún ignoramos mucho más de lo que quisiéramos saber, me decía con cierta preocupación hace algunos días, Guillermo Ruiz Palacios, uno de los infectólogos mexicanos con mayor reconocimiento internacional. Es el actual Comisionado para los Institutos Nacionales de Salud. Nos debe tranquilizar saber que alguien con su capacidad técnica está al tanto de lo que la ciencia —nuestra mejor aliada— nos puede ofrecer en estos casos. Seguramente, en coordinación con Pablo Kuri, Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, un epidemiólogo con solvencia académica y quien está muy probado en las tareas de campo, es decir, en la realidad de las zonas de mayor riesgo, le seguirán de cerca la pista al virus, tomarán las decisiones pertinentes y nos mantendrán oportunamente informados.
En realidad el problema del Zika no es nuevo. Se descubrió desde mediados del siglo pasado en Uganda, pero al igual que ocurrió con el virus del Ébola, que se identificó un poco después en el Congo, tal parece que a esos temas les damos importancia hasta que se reportan casos fuera de África y entonces sí: hay que preocuparse. El mundo en que vivimos podrá estar muy globalizado, pero cada vez es más injusto, más desigual y menos solidario de lo que pensamos. Las asimetrías que tenemos en materia de salud son sencillamente inadmisibles. El Zika es una contundente muestra de ello.
Probablemente eso explique, al menos parcialmente, la vehemente reacción de la Organización Mundial de la Salud ante los brotes explosivos que han reportado Brasil y Colombia. Las críticas internacionales que recibieron por la lenta respuesta frente a la epidemia del Ébola los ha dejado tocados. ¿Se trata de una sobrerreacción? O ¿Es una respuesta precoz y oportuna, como lo mandan los cánones de la salud pública?
En nuestro país, los primeros casos autóctonos se reportaron a finales del año pasado. Al corte del fin de semana, no habría más de 60 casos confirmados, me comentó el Subsecretario Kuri. Casi todos en el sureste. Chiapas, sobretodo. Pero van a incrementarse conforme lleguen las lluvias y suban la temperaturas, no hay duda. El mosquito que infecta (Aedes aegypti), es considerado como “la máquina perfecta para transmitir virus”. Es el mismo que transmite Dengue y Chikungunya. Esos dos nos han pegado fuerte en México. ¿Habrá casos de pacientes que puedan infectarse simultáneamente con más de uno de ellos? ¿Quienes han tenido ya alguna de esas infecciones, estarán más protegidos? O, por el contrario, ¿Quedan más sensibles?
El período de incubación va de tres a doce días. Una proporción importante de los infectados no presenta síntomas, y cuando estos ocurren son poco específicos: fiebre, dolor de cabeza, ardor de ojos, ronchas en la piel, cansancio, dolor muscular. Las molestias duran aproximadamente una semana, diez días, no más. El diagnóstico en el laboratorio se hace por un método conocido como PCR. No es sencillo pero en México, el Instituto Nacional del Diagnóstico y Referencia Epidemiológicos lo maneja bien. Entre que se toma la muestra de sangre y se tienen los resultados pueden pasar un par de días. La mayoría de los casos de Zika son leves. Hay que tomar líquidos, guardar reposo y usar algún analgésico, sin más. Todavía no hay vacuna para prevenir la infección, es (era) una enfermedad de países pobres, no hay (había) un mercado que hiciera rentable la inversión.
¿Hay alguna otra forma de infectarse que no sea por la picadura de mosquito? En principio no, pero… el prestigiado Centro para la Prevención y el Control de Enfermedades de los Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés), ha informado recientemente de tres posibles casos de contagio sexual. De confirmarse esta vía como mecanismo factible de transmisión del virus, el problema se va a complicar. ¿Habría que empezar a promover el uso del condón en las zonas de mayor riesgo?
La principal forma de prevenir la infección, es evitar ser picado por un mosco portador del virus. En ciertas regiones del mundo, donde el mosquito es endémico, esto no es fácil. La voz de alarma surgió ante la posibilidad de que durante el embarazo, la infección con el virus pudiera ocasionar una malformación congénita grave: la microcefalia. Es una condición rara pero que inevitablemente enciende focos rojos tanto en los padres de las criaturas como en los sistemas de salud. La malformación se ha asociado a otras infecciones durante el embarazo, tales como la rubéola y la toxoplasmosis, entre otras.
El Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU ha puesto el dedo en la llaga: las embarazadas son el principal grupo de riesgo. “Las leyes y políticas que restringen el acceso a los servicios de salud sexual y reproductiva deben revisarse con urgencia”. En muchos países de América Latina, y México no es la excepción (véase si no, el número de embarazos en adolescentes, que ha repuntado absurdamente en los últimos diez años), el acceso a los anticonceptivos es limitado. Pero el Comisionado, valiente, fue todavía más allá: que las mujeres tengan la información, el soporte y los servicios necesarios para ejercer su derecho a decidir sobre su maternidad. Si se documenta científicamente la relación entre Zika y microcefalia, la interrupción del embarazo en estos casos está justificada, y debe hacerse en condiciones de seguridad e higiene. La angustia de saber que estás embarazada y contraer Zika debe ser abrumadora. Urge una campaña que informe, sin alarmar.
La posibilidad de presentar otras enfermedades neurológicas como consecuencia de la infección por Zika no son menores. El síndrome de Guillain-Barré, por ejemplo, es un trastorno inmunológico que se ha asociado también con la infección de este virus. Se dañan las células nerviosas causando debilidad muscular que puede llegar a presentarse como una parálisis progresiva. Generalmente es autolimitada, y dura algunas semanas o meses. En ocasiones puede dejar secuelas permanentes y, en casos extremos, llegar a causar la muerte. De cualquier forma, el cuadro clínico no es trivial.
Con todo lo anterior me quedo con la idea de que en México estamos tomando en serio el problema; tenemos profesionales competentes para afrontarlo y hay que estar preparados juntos, gobierno y sociedad. Yo no subestimaría su magnitud. Me preocupa la violencia sexual que aún subsiste contra la mujer y la actitud de ciertos gobernantes que se limitan a decir: “pues que no se embaracen”, como si se embarazaran solas. El Zika puede ser un buen motivo para retomar la agenda de los derechos sexuales y reproductivos. No hay mal que por bien no venga.
Ex Secretario de Salud