A raíz de las movilizaciones de la CNTE para echar abajo la reforma laboral-educativa, ha resurgido el lenguaje y la óptica de la famosa “Lucha de clases” pregonada por el marxismo en el siglo XIX. Dicen los maestros movilizados que su vocación nacionalista y popular los lleva a defender la educación pública y gratuita. Pero en ninguna parte de esa reforma se lee que vaya a privatizarse la educación o que pierda su gratuidad. La CNTE, con su exitosa trayectoria de presión y chantaje, puso nuevamente al Estado mexicano contra la pared, pues bien se sabe que en México, salvo alguna excepción, o se cae en abierta represión —que implica uso desproporcionado de la fuerza y violación a derechos humanos— o en la omisión total, dando a los manifestantes amplia ventaja para conseguir sus propósitos por la vía ilícita y violenta. Aquí no sabemos aplicar la fuerza pública sin caer en represión.

En la CNTE y muchos de los grupos que la apoyan, prevalece no una lógica democrática, que permite la defensa de los intereses propios dentro de la ley y sin afectar a terceros, sino la vieja visión revolucionaria, según la cual la causa propia (legítima, por definición) justifica la violación del orden jurídico y la afectación de los grupos rivales; la burguesía, desde luego. El Estado es el comité ejecutivo de esa burguesía (o la mafia del poder, si se quiere) y por eso se vale desafiarlo con lo que haga falta, sea legal o no. De ahí que uno de los apologistas más destacados de la CNTE, Luis Hernández Navarro —que considera a los maestros “luminosos soldados de la civilización”—, avale sus métodos de presión. Más aún, afirma que “Louise Michel, educadora y combatiente en la Comuna de París (1871), escribió que ‘la tarea de los maestros, esos soldados oscuros de la civilización, es dar al pueblo los medios intelectuales para rebelarse’. Herederos de esa gesta libertaria, pareciera ser que los profesores de la CNTE se han echado a los hombros esa misión” (La Jornada, 26/jul/16). Su papel no es pues educar a los niños y jóvenes en los conocimientos básicos, sino preparar al pueblo para la revolución. Y por eso Hernández Navarro justifica las acciones que han afectado a numerosos empresarios: “En legítima defensa, como última medida de presión, los maestros han respondido afectando los negocios de quienes los han humillado, ofendido y dañado” (La Jornada, 2 /Ago/16).

La grave afectación de intereses del empresariado (incluyendo medianos y pequeños) lo ha llevado a reaccionar frente a la debilidad y omisión del Estado. Y el mensaje que mandan esas cúpulas es que si se trata de usar la coerción y el chantaje en defensa de los intereses propios (como la CNTE), también ellos podrían hacerlo ante la inacción del Estado, que no cumple su cometido básico de preservar el orden y proteger derechos ciudadanos. Por supuesto, ni la acción ilegal de los maestros, ni la omisión del Estado (ni desde luego tampoco la represión ilegal), ni las eventuales medidas ilegales de los empresarios, fortalecen nuestra frágil democracia. En cambio, todo ello genera tendencias hacia la anarquía, que a su vez provoca pulsiones autoritarias. Pero la CNTE descalifica las acciones empresariales como un “chantaje” indebido (como si sus propias acciones no lo fueran). Y dicen de los empresarios que es “uno de los sectores económicos que por décadas ha sido el más beneficiado por las políticas neoliberales”. Sin duda pero, ¿eso justifica la afectación de sus intereses (y de muchos pequeños empresarios también) por la vía ilegal? Para esos grupos de izquierda radical (incluyendo a Morena), desde luego que sí, aunque los afectados no sean sólo grandes empresarios, sino de todo tamaño, además de sus empleados que podrían perder el trabajo. No importa; su involuntario sacrificio será en aras de La Causa. La lucha revolucionaria de clases pues, que puede y debe prescindir de la democracia, pues al fin y al cabo es “burguesa”. Y por eso, no hay negociación que valga, ni puntos intermedios, ni concesiones al gobierno.

Profesor del CIDE

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