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Una cosa son los resultados sobre el reparto del botín político entre los partidos, y otra interpretar “lo que quiso decir el elector” con su voto. Existe siempre la tentación de leer los resultados —y por ende atribuir la intención de los electores— a partir de las preferencias o prejuicios del analista en cuestión. Pero sin información más fidedigna, esos análisis quedan en mera especulación o proyección de fobias y filias de quienes los elaboran. El voto antiPRI en varias entidades pudo haber sido emitido como protesta al mal desempeño del gobierno federal, o como castigo a la corrupción de los gobiernos locales salientes, o por la buena imagen y trayectoria del candidato ganador, o por la iniciativa a favor de los derechos de la comunidad lésbico–gay de Peña Nieto. ¿Cuál prevaleció? No lo sabemos a simple vista. Las encuestas de salida y poselectorales pueden ayudar a aclarar el panorama cuando preguntan la principal razón para emitir el voto. La única encuesta de la que tengo conocimiento sobre las razones del voto es del Gabinete de Comunicación Estratégica (y sólo sobre Veracruz); ahí, cerca del 70% de electores antiPRI dijo votar como castigo a la corrupción del gobernador; 20% por el mal desempeño del gobierno federal y sólo 4% contra la ley promatrimonio gay. De lo que se desprendería que se trató más de un castigo al PRI que un premio al PAN, que simplemente fue el receptáculo de ese voto por ser la mejor opción para la alternancia.
Pero los resultados en sí mismos también sugieren cosas interesantes. Por ejemplo, considerándose una de las peores debacles del PRI (junto con la de 2006), pese a todo, ese partido por sí solo obtuvo 29% de la votación en promedio donde se disputó la gubernatura; la misma que ha mantenido desde hace varios años (esa obtuvo en 2006 para el PRI en el Congreso, y también en 2012, y también en 2015). Es por ahora el piso electoral del PRI, por lo que es precipitado darlo por derrotado para 2018. Con sus aliados (PVEM y Panal) la votación se eleva al 34%, que lo hace competitivo aunque no seguro ganador (tiene mucho en contra). El PAN obtuvo 30%, pero ese no es su piso electoral; en la elección federal de 2015 cayó al 21%, que es más o menos su piso. Nada garantiza que ese 30% prevalezca para 2018. Se lo tiene que ganar el PAN (combatiendo en serio la corrupción). Morena alcanzó 12% que no le bastaría ni de lejos para ganar la Presidencia, pero AMLO tiene muchos más votos que su partido. Varios no habrán votado por Morena por no ser opción real de gobierno en la mayoría de entidades (pero sí lo será en 2018). Por otro lado, si la elección hubiera sido nacional en lugar de local, hubieran perdido el registro el PVEM, Panal, MC, PT y Encuentro Social, algo que agradaría a muchos ciudadanos. Pero esos son los partidos que fueron premiados en 2015 (salvo el PT). Por otra parte, al sumar todos los votos del PAN y el PRD (aun donde no fueron en alianza), superarían a los del bloque del PRI y sus aliados (37%). De ahí que se explore la posibilidad de ir en juntos también en la elección presidencial (lo que no es fácil, aunque tampoco imposible).
Otro punto es que, si bien el PRI perdió terreno cuantitativamente, proporcionalmente perdió lo mismo que el PAN. Si el voto fue esencialmente para castigar a los gobiernos locales, el PRI perdió seis de nueve estados donde gobernaba, es decir dos terceras partes de su dominio en disputa; pero la alianza PAN-PRD perdió dos de los tres estados que gobernaban; es decir, dos terceras partes, igual que el PRI. Lo que significa que el electorado castigó en la misma proporción (aunque no en términos absolutos) al PRI, al PAN y al PRD. Si el PRI perdió cuantitativamente más es porque, como partido nacional, gobierna en más entidades. Pero esa pérdida cuantitativa no debe confundirse con la pérdida relativa, en la que se igualan PRI y PAN-PRD. Ni el PAN ni el PRD han dado acuse de lo que les corresponde en cuanto a corrupción y mal desempeño de sus gobiernos. Están celebrando la ganancia cuantitativa —sobre todo el PAN—, omitiendo el análisis cualitativo de la elección, que también habla de su mal desempeño ahí donde gobernaban.
Profesor del CIDE