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Más que pronosticar lo que podría ocurrir el próximo domingo durante las elecciones, haré un bosquejo de lo que me gustaría que ocurriera en términos generales. Conviene hacer la distinción, pues como sabemos una cosa es lo que quisiéramos que sucediera y otra lo que realmente pueda ocurrir. A veces se confunden inconscientemente ambas dimensiones, lo que sesga el análisis y eleva la probabilidad de error en el pronóstico (ahí está Trump). En principio, ya no me entusiasman las alternancias, que han probado ser poco eficaces en lo que se supone lo serían: una vigilancia entre partidos que pusiera fin a la impunidad, y por ende, reducir la corrupción. Hasta ahora todos los partidos se benefician de la corrupción, y se intercambian impunidades. Las elecciones son hoy una consulta sobre cuál partido prefieres que te robe. Pese a lo cual, me parece mejor que se dé una alternancia ahí donde no se ha registrado nunca; al menos eso permite ver de qué madera está hecho el partido que llega a gobernar (madera hasta ahora muy endeble y algo putrefacta), sobre todo donde el gobierno saliente (del PRI en estos casos) entrega cuentas de enorme corrupción o endeudamiento ilícito (como es frecuente).
Las coaliciones PAN-PRD tampoco resultaron muy alentadoras ahí donde lograron conquistar el poder; en muchos casos, porque llevaban un candidato surgido del PRI. Y ahí cabe la pregunta; ¿los ganadores de verdad hubieran gobernado de manera distinta de haber llegado bajo las siglas del PRI en lugar de hacerlo por el PAN, el PRD o una coalición de ambos? No parece haber gran diferencia. Las siglas partidarias son un mero pretexto para conquistar el poder, más que garantía de nada. Quizás ahí donde esas coaliciones resultaron fallidas (en cuanto a resultados), no vendría mal una sanción del electorado para una nueva alternancia… pero probablemente ésta sería a favor del PRI (lo que tampoco suena alentador). En Oaxaca el gobierno surgido de una coalición PAN-PRD-MC, con Gabino Cué, en realidad no gobernó, lo hizo uno de sus aliados electorales: la Sección 22 de la CNTE. Hubo también enorme corrupción (raro sería que no la hubiera). Pero la opción que ofrece el PRI evoca a uno de sus muy malos gobiernos del pasado reciente, por lo que no deja mucho para dónde hacerse. En Tampico parece que habrá alternancia, pero varios panistas que conocen bien al candidato de su partido no dan de él buenas referencias que digamos.
En Veracruz se pone también al electorado ante un dilema: un PRI que deja pésimos resultados o un candidato del PAN-PRD que viene de lo más añejo del PRI, con todas sus mañas y triquiñuelas. La alternancia estaría bien con algún candidato sin partido, pero no tienen probabilidad. Suena como mejor opción un triunfo de Morena, cuyo candidato no ha tenido cargos de responsabilidad (y quizá por ello no tiene acusaciones de corrupción). Pero eso representaría una gran plataforma de proyección al candidato presidencial de ese partido, abriéndole las arcas jarochas de par en par para continuar con su campaña. No representa una alternativa que me entusiasme demasiado.
Me parece también que la mejor forma para presionar a la partidocracia en su conjunto son los candidatos sin partido, pero todo parece indicar que se confirmará la tendencia marcada el año pasado: que el electorado, salvo excepciones, no ha reconocido esa figura como forma de presión (aun en Nuevo León no ganó ningún candidato sin partido para diputado federal o local). Peor aún, en Chihuahua el candidato sin partido podría constituirse en aquello que muchos temían: en un hoyo que ayudará al PRI a preservar el poder (pese a los pésimos resultados que entrega en esa entidad). Un eventual triunfo de Javier Corral (que se ve difícil si el voto antiPRI se mantiene pulverizado), podría abrir un esperanzador aliento de mejoría en Chihuahua, incluyendo un combate serio a la corrupción (aunque el PAN en general ha sido decepcionante en esa materia, y por eso suena hueco su discurso denunciando la corrupción del PRI. ¿Creen los panistas que estamos en 1999?).
Profesor del CIDE