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Los gobiernos suelen cambiar de colaboradores de primer nivel para enfrentar retos y condiciones cambiantes. Lo raro sería que no lo hicieran a lo largo de su respectiva administración.
No hace mucho, apenas pasadas las elecciones, hubo un cambio de gabinete que fue interpretado como un ajuste de tipo político, tanto como consecuencia de los reclamos ciudadanos a partir de los hechos de Iguala, como de los resultados de los comicios, por más que fueron relativamente favorables al PRI.
Pero también fueron leídos como una preparación para la sucesión presidencial, al abrir la baraja significativamente, incorporando a la liza tanto a Aurelio Nuño como a José Antonio Meade (en una posición más competitiva), e incluso algunos encartaron a la nueva canciller, Claudia Ruíz Massieu. Otro mensaje entonces fue la preservación de Miguel Ángel Osorio Chong en Gobernación, como señal de confianza frente a la fuga del Chapo Guzmán.
Los cambios de ayer, en cambio, tienen menos tinte político y son más de tipo financiero-administrativo. Lo más relevante es el recambio en Pemex para enfrentar la crisis en los precios del petróleo y realizar los ajustes requeridos y recomendados por el Banco de México. Varios analistas asumen además el distanciamiento de Emilio Lozoya con Luis Videgaray. Lozoya es sustituido por José González Anaya, hasta ayer director del IMSS, y que será remplazado en esa institución por Mikel Arriola, funcionario transexenal.
El nombramiento de José Narro tiene en cambio cierto tinte político, pero evidentemente no de tipo sucesorio; Narro no dejó de realizar desde la UNAM actividad política, en temas que evidentemente rebasaban las labores de esa casa de estudios, y en los últimos tres años al menos, lo hizo con un claro respaldo al gobierno actual. Aún antes de dejar la UNAM se daba por hecho que ocuparía un cargo en el gabinete; se habló incluso de que podría ir a la SEP, y no haber sido incluido en los cambios del año pasado sorprendió a más de uno. Era cosa de tiempo. Su actual nombramiento puede ser visto como un pago por servicios prestados desde la UNAM.
Por supuesto, cuando se realizan cambios en el gabinete no hay explicaciones de por medio; el presidente se limita a agradecer a quienes se van y dar la bienvenida y felicitaciones a los recién llegados y reciclados, además de dar instrucciones.
No se sabe, por ejemplo, de un mal desempeño de la secretaria de Salud saliente, la doctora Mercedes Juan. Las razones y racionalidad de las decisiones se dibujan a través de trascendidos e interpretaciones diversas y quizá contradictorias. Es parte de la actividad adivinatoria que inevitablemente acompaña a la política en todos los países, incluyendo los más democráticos (entre los cuales México no está, por supuesto). Pero pueden entenderse estos cambios como ajuste ante la difícil situación económica por los que atraviesa el país y los retos que eso implica para el resto de la actual administración, que no son menores.
Profesor del CIDE
Facebook: José Antonio Crespo Mendoza