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Muchos temen que ante la gran cantidad de candidatos en 2018, incluyendo quién sabe cuántos apartidistas, el voto se fragmentará a tal grado en que el ganador lo hará con una votación mínima. También se dice que la fracturación favorecería al PRI, cuyo aparato electoral y voto duro son los más sólidos, y es el único con presencia nacional (aunque en la Ciudad de México dejó de ser opción de gobierno). Incluso por eso calculan que algunos candidatos sin partido podrían ser apoyados secretamente por el PRI para que disperse la votación e incluso quite votos a otros candidatos de oposición, en particular a Andrés Manuel López Obrador. Y en efecto, hay dos elementos que están ayudando al PRI y podrían seguirlo haciendo en los comicios por venir; la fractura de la oposición (en particular la de izquierda), en contraste con la gran coalición que el PRI forma en torno suyo.
Recordemos, de nuevo, que en los comicios federales del año pasado, si la izquierda se hubiera presentado en coalición hubiera obtenido 45 diputados de mayoría más, mismos que fueron a dar al PRI-PVEM (40) y al PAN (5). Sin esos diputados, la coalición gobernante no hubiera alcanzado la mayoría absoluta en la Cámara Baja. En la elección extraordinaria de Colima, el PAN obtuvo más votos que el PRI, pero éste, con sus aliados, logró ganar por 10 mil votos. En cambio, Movimiento Ciudadano alcanzó un porcentaje de 12%, que de haber ido en coalición con el PAN hubieran derrotado al PRI. Desde luego, Movimiento Ciudadano puede decir, con todo derecho, que no simpatiza con el PAN (aunque recluta muchos panistas ya separados de ese partido). Además, parece serle buen negocio ir por su lado con candidatos populares que han dejado otros partidos para elevar significativamente su votación y financiamiento.
Otro tanto ocurre con Morena; su discurso es que todos son miembros o servidores de la mafia del poder, menos ellos, y por tanto cualquier coalición sería en sí misma una traición. PT, MC y PRD se corrompieron ya. Desde luego, que el PAN y el PRD hagan alianza contra el PRI en varios estados no checa con que los tres son parte de la mafia, pero eso no perturba el discurso obradorista. Pero la determinación de ir solo más bien parece una estrategia para que el PRD termine por hundirse, y quizá hacia 2018 decida respaldar la candidatura de López Obrador, y se provoque una nueva ruptura que termine por mandar al PRD al fondo. Mientras tanto, que Morena vaya por su lado en este año contribuirá a fragmentar el voto y, en esa medida, a facilitarle al PRI mantener o recuperar varios estados en disputa.
Lo curioso es que el criterio para descalificar a diversos políticos como corruptos o secuaces de la mafia no es lo que hayan hecho, sino de qué lado están; mientras están fuera de Morena son descalificados, pero si de pronto deciden sumarse a Morena, entonces quedan exonerados de toda culpa. Así ocurrió con Evaristo Hernández Cruz (calificado como corrupto por AMLO) quien fue candidato del PRI al municipio de Centro, Tabasco, y al anularse esa elección el PRI ya no lo respaldó. Decidió solicitar posada en Morena y lo consiguió. Dijo al respecto López Obrador: “Hernández Cruz ha tomado la decisión de sumarse a esta lucha y eso lo exonera. Todo el que está en el PRI y decide pasarse a Morena, y se arrepiente de todo lo que pudo haber hecho mal, nosotros pensamos que se le debe de perdonar” (La Jornada, 4/feb/16). Muy cristiano, pero no muy congruente políticamente. Se aplica aquí la consigna de que “el que no está conmigo, está contra mí”. Hagan lo que hagan, quienes no están en Morena son corruptos y cómplices de la mafia, y quienes se integran a Morena quedan exonerados. Cualquier corrupto de cualquier partido podrá pedir su ingreso a Morena… y asunto resuelto. Pero AMLO no aceptó a Carlos Joaquín, de Quintana Roo, quien también le pidió asilo, pues “si fuera otro su hermano (Pedro Joaquín) lo apoyaríamos”; la corrupción no importa, la familia sí.
Profesor del CIDE
Facebook: José Antonio Crespo Mendoza