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Las reglas políticas sin duda han cambiado, pese a que pareciera que en muchos temas siguen igual. Aquí hay una regla que cambió, aunque no sea esencial para mejorar el desempeño de nuestro régimen político. A diferencia de la época de la hegemonía priísta, ahora conviene más moverse para salir en la foto presidencial, que permanecer callado. Son varios los que han levantado ya la mano, para que al menos el ojo de la opinión pública —y las encuestas— lo tenga en cuenta. Probablemente desde que en 1997 Vicente Fox dijo claramente que quería ser el candidato presidencial del PAN para el año 2000, se modificó esa regla. Fox se adelantó dentro de su partido, y no hubo quien pudiera hacerle frente más tarde, quedando así como único precandidato, pese a que los líderes de su partido lo veían más bien con recelo. Diego Fernández de Cevallos pudo haber sido un contrincante ganador en esa época, pero no quiso contender (porque al parecer en realidad nunca quiso ser presidente, ni siquiera jefe del gobierno capitalino en 1997). Por su parte, Cuauhtémoc Cárdenas volvió a ser precandidato en automático al ganar la capital en 1997, aunque por lo mismo no tuvo que anunciar públicamente su aspiración. No hacía falta.
Después, se adelantó Felipe Calderón en la contienda para 2006, recibiendo una reprimenda pública por parte de Fox, lo que lo orilló a renunciar a su cargo en el gabinete. Pero paradójicamente, el regaño de Fox le sirvió a Calderón, pues lo hizo aparecer como el polo opuesto del foxismo, del que demasiados panistas ya recelaban, sea por el peculiar estilo del presidente o por sentirse excluidos. El rebelde y adelantado obtuvo un aparatoso triunfo frente al favorito y disciplinado (Santiago Creel) para obtener la candidatura del PAN. Por su parte, Andrés Manuel López Obrador había también iniciado su precampaña presidencial desde la jefatura de gobierno, por más que insistiera en que lo “dieran por muerto”, Su candidatura estaba asegurada. Hacia 2012, el propio AMLO había hecho todo lo necesario para garantizar nuevamente la candidatura perredista, pese a haber, ahora sí, otro aspirante; por vía del PT se anunció que AMLO sería candidato de una u otra forma, así hubiera ruptura dentro de la izquierda. Sirvió esa presión para que Marcelo Ebrard aceptara hacerse a un lado. En el PAN, quien primero levantó la mano fue Josefina Vázquez, lo que le dio una ventaja determinante sobre cualquier otro aspirante, ganando de calle la candidatura. Algo que Calderón no le perdonó, haciéndole el vacío durante la campaña presidencial, en la que terminó en tercer sitio.
Adelantarse no garantiza el triunfo para la Presidencia, pero sí ayuda, y mucho, para obtener la candidatura del partido. Si a eso se agregan algunas amenazas de ruptura, las cosas pueden ir mejor. El único candidato seguro ahora es López Obrador; nadie dentro de Morena se atrevería a levantar la mano como aspirante alterno (sería lo último que hiciera en ese partido). Margarita Zavala es la más probable candidata en el PAN, pero no la tiene segura. Haber levantado la mano a tres años de distancia le será de cualquier modo redituable en su propósito. Pero en el PRI no hay nada seguro. Puede ocurrir lo que sea, mas ninguno de los aspirantes visibles asegura el triunfo a ese partido. ¿Podría haber una ruptura por parte de quien no obtuviera la candidatura tricolor, para optar por una candidatura apartidista? Se ve difícil, pero no imposible (como no lo fue en el PRI de Nuevo León, el año pasado). Y aunque Miguel Ángel Mancera también decidió levantar la mano, no parece tener asegurado nada en la izquierda (el PRD deberá enfrentar el riesgo de una nueva y grave ruptura si decide ir con candidato propio, distinto a AMLO). Si bien Mancera podría también lanzarse como apartidista. En todo caso, lo que ahora queda claro es que conviene sacar la cabeza anticipadamente para tener mejores oportunidades. Y de ahí que el proceso mismo haya iniciado de manera informal pero real, tres años antes de la elección misma.
Profesor del CIDE
Facebook: José Antonio Crespo Mendoza