En las 14 campañas presidenciales estadounidenses desde que se inauguraron los debates televisados, en 1960, nunca había adquirido México tan preocupante relevancia en las intervenciones de un candidato surgido de uno de los dos grandes partidos. Lo más parecido ocurrió en 1992, con un candidato sin partido, el millonario Ross Perot, quien se lanzó con la bandera de impedir la aprobación del Tratado de Libre de Comercio de América del Norte (TLCAN). Su discurso antimexicano mantenía un leve parecido al del también millonario Donald Trump, el actual candidato adueñado de la franquicia del Partido Republicano, coincidentemente lanzado con la bandera de echar abajo el TLCAN, entre otras declaraciones de hostilidad.
Asimismo, en los 25 inicios de periodos presidenciales de Estados Unidos cubiertos por EL UNIVERSAL en sus cien años de existencia, nunca se habían generado expectativas tan inciertas para el futuro de las relaciones con nuestro país como las que se ventilan con miras al inicio del próximo periodo de gobierno, en enero de 1917.
De eso y otros temas se trató el conversatorio realizado ayer por un grupo de especialistas en el estudio de Estados Unidos con el profesor mexicano de la Universidad de Texas, Jesús Velasco, a propósito de su nuevo libro La derecha radical en el Partido Republicano: de Reagan a Trump. El diálogo se realizó unas horas después del debate del lunes entre el candidato republicano y la candidata demócrata, por lo que fue inevitable convertir el encuentro en una suerte de post debate.
¿Condenación o salvación? Fue un ejercicio altamente desmitificador. De acuerdo al título del libro en inglés, Neoconservatives in the U.S. Foreign Policy under Ronald Reagan and George W. Bush, el estudio identifica el movimiento neoconservador en sus dos generaciones recientes, bajo los mandatos de esas dos presidencias. Y contra las simplificaciones corrientes, lo que deja claro es la honda diferencia, por un lado, entre esos movimientos —verdaderas cruzadas por la democracia en el mundo, la libre empresa, el ‘mundo libre’, así como contra los enemigos que ponen en peligro estos valores— y, por otro, la derecha populista y el nacionalista vulgar de Trump y sus propuestas de darle la espalda a los compromisos y responsabilidades de su país en materia comercial y de seguridad.
Y también contra los efectos propios de las confrontaciones polarizadas, en las que solemos reducir los escenarios a la condenación o a la salvación eternas, según si gana uno u otro candidato, el conversatorio dejó en claro otras realidades de mayor viabilidad. Por ejemplo, ni un eventual triunfo de Trump le permitiría cumplir sus principales amenazas (Texas se opondría a perder más de un millón de puestos de trabajo si se cancelara el TLCAN y no habría fondos para pagar 19 millones de dólares por milla que costaría el muro) ni el probable triunfo de Clinton alejaría las tentaciones proteccionistas anti libre comercio de las que es portadora, junto con sus pulsiones de exportación-imposición, al resto del mundo, de los valores ‘americanos’ promovidos por los movimientos neoconservadores.
Disonancias. Pero si el gran muro parece resultar imposible de costear —el profesor Velasco agrega las cuantiosas indemnizaciones que exigirían los propietarios privados en la franja fronteriza— hay otros muros construidos por la incomprensión y los resentimientos acumulados por décadas en nuestros países, hoy agudizados por las disonancias surgidas del proceso electoral del otro lado. Tras 170 años de aprendizaje de generaciones de mexicanos a percibirse víctimas del poderío militar estadounidense, desde la guerra de 1847, y de la penetración posterior del poder imperialista, económico y cultural, hoy ahonda la discordancia el alegato cacofónico de Trump, a la vez prepotente y lastimero, amenazante y vendedor de terror, de un Estados Unidos que se hace pasar por víctima en busca de venganza de México y de los mexicanos, de su comercio y de sus migrantes.
Director general del Fondo de Cultura Económica