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Un saludo a René Delgado
Al margen de cuáles sean finalmente los resultados, en el proceso electoral del Estado de México los partidos cometieron errores en distinto número e intensidad. Pero todos lo hicieron. El ganador lo será pese a sus errores, y los perdedores deberán su derrota en buena parte a sus errores. El principal error del PRI, en realidad de Peña Nieto, fue su candidato. Uno que representa justo aquello contra lo que la mayoría de la gente estaba; un aristócrata que encarna al grupo Atlacomulco. Vinculado con el Presidente política y familiarmente, debía arrastrar su baja popularidad. Su imagen y estilo recuerdan en mucho a los de Peña Nieto, unos que fueron muy efectivos hace cinco año, pero se han agotado por completo. La alternativa era Ana Lilia Herrera, secretaria de Educación, en una contienda entre mujeres. Pero ella no es del círculo de Peña, sino de Eruviel Ávila, razón por la que fue vetada por Peña. Grave error. Si el PRI finalmente ganase, habrá sido gracias al aparato y la compra de voto más que por Del Mazo.
El PRD debió insistir en buscar la alianza con el PAN desde un inicio, con la cual probablemente hubieran ganado la gubernatura. Pero perdió tiempo valioso sondeando como candidato a un abierto obradorista, Alejandro Encinas, que más bien torpedeó la coalición (como hace seis años). Para sorpresa de nadie, Encinas terminó apoyando a Morena. Cierto que era difícil ponerse de acuerdo sobre si el candidato debía provenir del PAN o del PRD, pero pudieron hacer un mayor esfuerzo en ello. Para no hablar del traspié de Alejandra Barrales anunciando fuera de tiempo y lugar una posible alianza con el PAN para 2018, como aceptando su derrota anticipadamente. Pese a todo, Juan Zepeda resultó una sorpresa para los propios perredistas. Haría un mucho mejor candidato presidencial que cualquiera de las opciones que se barajan para ello en el PRD, pero quién sabe si sus dirigentes se percaten de ello (últimamente andan bastante atolondrados).
Morena tuvo un gran desempeño. Probablemente fue acertada la designación de Delfina Gómez como candidata (al menos algo más afortunada que la designación de Eva Cadena en Veracruz), pese a los trapos sucios que le sacaron durante la campaña, y a pesar de surgir del grupo del impresentable y muy cuestionado Higinio Martínez. Pero en realidad la campaña y el triunfo fueron de López Obrador. No fue error haber aceptado la ayuda de Elba Esther Gordillo, pues pudo haber aportado puntos decisivos, y el costo político de ello será menor, pues los feligreses de AMLO no lo cuestionarán ni abandonarán haga lo que haga, y están dispuestos a creer ciegamente en las versiones de su líder, por inverosímiles que puedan ser. Pero para asegurar el triunfo pudo haber contemplado desde un inicio la coalición con el PRD. Morena no lo vio como importante en un primer momento, pero después lo llevó a buscar la declinación de Zepeda de manera incondicional y bajo amenaza. De haberla buscado como hacen todos los partidos en el mundo, mediante el diálogo y la negociación, quizá la hubiera logrado. Pero AMLO no quiere aliados; quiere súbditos. El debate de tú a tú con Zepeda, hizo crecer a éste último.
Finalmente el PAN hubo de elegir a la única figura que aparecía como competitiva en las encuestas. Los demás simple y sencillamente aparecían en el suelo. Para infortunio de los panistas, Josefina Vázquez ha demostrado una y otra vez ser una pésima candidata. Pero el mayor error del PAN fue no haber forzado a Josefina a declinar a favor de Zepeda cuando ello se planteó, y formar una alianza que pudo rascar y quizá lograr el triunfo. Al menos los panistas hubieran logrado una posición más digna. Y es que el PAN, como mucho se ha dicho, no sólo pierde el Estado de México, sino que pone en riesgo su posibilidad de competir por la Presidencia. En todo caso, los partidos deberán aprender de sus errores si es que quieren competir o al menos incidir en la elección presidencial. Mientras tanto, tenemos ya una tradición en la que todos se declaran triunfadores.
Profesor del CIDE.
@JACrespo1