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No sorprende que Jorge Castañeda haya declinado de buscar la presidencia como candidato independiente. Los requisitos para ser registrado como tal son sumamente elevados. La partidocracia hizo algunas concesiones en 2012 a la sociedad civil en materia de participación, pero siempre de tal manera que los partidos preservan el control de esos procesos. Exigieron para ser candidato independiente a la presidencia más o menos las mismas firmas requeridas para formar un partido político (cerca de un millón). Es probable que otros aspirantes a competir como independientes tampoco logren reunir los requisitos legales o la viabilidad política para ello. Y si llegaran a registrarse, lo harán con bajas probabilidades de triunfo. El fenómeno Bronco fue más la excepción que la norma, y para la Presidencia será todavía más difícil ganar que hacerlo a nivel estatal y municipal, o de una diputación federal o local.
Castañeda manejó entre sus potenciales promotores empresariales la idea de que él (u otros independientes) podrían quitar a López Obrador suficientes puntos para impedir que ganara la Presidencia. No está claro que eso pudiese ocurrir. En parte porque el segmento electoral al que Castañeda u otros pudieran apelar no es el mismo que el que respalda a López Obrador. Quizá la eventual candidata del EZLN podría, ella sí, quitar algunos puntos al obradorismo, porque se dirige al mismo electorado que AMLO (si logra reunir las firmas). De cualquier manera, es poco probable que un ciudadano que estuviera pensando seriamente en votar por López Obrador —que tiene posibilidades reales de ganar—, de pronto cambiara por un independiente sin posibilidades de triunfo. Sería más o menos lo contrario de un voto útil, que es racional pues traslada su preferencia hacia un candidato con posibilidades de ganar (la segunda opción, o el menos malo de los punteros). Pero hacerlo a la inversa es irracional; sería un voto no sólo inútil, sino “anti-útil”. De ahí que sea difícil suponer que los votos que eventualmente vayan a los candidatos independientes se le quiten a AMLO. En cambio, es más probable que los independientes atraigan votos del bloque anti-obradorista, que incluso si es mayor que el bloque obradorista, se puede ver fragmentado en varias opciones, facilitando así la victoria del tabasqueño. El bloque obradorista, en cambio, tiene una sola opción.
En efecto, existen varios ciudadanos que recelan del triunfo de AMLO y sin embargo aseguran que no votarán por el puntero que lo pueda derrotar, si pertenece al PRI o al PAN. El hartazgo alcanza a obradoristas y no obradoristas. Y por ahora no se ve que el competidor de López Obrador pueda surgir de otro lado que no sea el PRI o el PAN. Entonces, varios anti-obradoristas podrían optar por votar por algún independiente que les inspire más confianza que los candidatos de partidos tradicionales, como podrían ser Armando Ríos Piter o Emilio Álvarez Icaza (si logran las firmas requeridas). Y de no haber un independiente más o menos confiable a los ojos de tales electores, podrían éstos mejor abstenerse o anular su voto (lo que también ayudará a AMLO). Hasta ahora López Obrador ha condenado como lacayos de la mafia a independientes, abstencionistas y anulistas, primero porque no están con él, y segundo porque presuntamente con su voto independiente o su no voto ayudarán al PRI. Pero en esta ocasión esos electores favorecerían claramente a López Obrador. Y es que, lejos de pensar que la fragmentación del voto ayudaría al PRI (como sí podría ocurrir en Edomex), ahora más bien tenderá a dividir al amplio bloque antiobradorista, facilitándole así el triunfo al candidato de Morena, aún con una exigua mayoría relativa. En todo caso, falta por ver si quienes quieren competir como independientes mantienen su empeño o declinan como Castañeda, o bien si logran reunir el casi millón de firmas que exige la ley. No se ve fácil. Mientras más independientes se registren, mejor para AMLO, pues ampliarían las alternativas de los antiobradoristas.
Profesor del CIDE.
@JACrespo1