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En la marcha anti-Trump de hace una semana apareció una manta que me parece fue de las más precisas: “Unidad nacional; fake news”. En efecto, quedó evidenciada la falta de voluntad para hacer a un lado nuestras diferencias internas y enviar un mensaje enfático de rechazo a Trump. Ese fue el mensaje real enviado al orate de la Casa Blanca, aunque la intención era la contraria. Se dijo en redes sociales y en mantas en la marcha que nuestra verdadera amenaza es interna (mal gobierno, corrupción, etcétera), como si eso implicara que la amenaza externa no existiera o no pudiera hacernos daño. Muchos de quienes asistieron lo hicieron incluso para dejar en claro que lo más importante era nuestra problemática interna antes que el desafío trumpiano, minimizando éste.
Guardadas las distancias, algo parecido ocurrió en 1847, pues aquel suceso exhibió nuestro divisionismo histórico frente a desafíos externos. Muchos mexicanos (la mayoría) ya en plena invasión, dijeron que la verdadera amenaza no era James Polk, sino Santa Anna, o Gómez Farías, o la Iglesia, o los liberales, o los centralistas o… Y por ello más bien aprovecharon la invasión para golpear a sus respectivos rivales o sacar algún provecho particular. Todo lo cual favoreció el triunfo de Estados Unidos (que pudo haber sido mucho más complicado de haber hallado un país unido, así fuese temporalmente, en su contra). Múltiples oficios e informes de generales y diplomáticos norteamericanos dan cuenta de tal divisionismo, lo que fue aprovechado por Polk. Incluso, se percataron de que, de así quererlo, podrían quedarse con todo el país y no sólo parte de él (surgió allá el movimiento All Mexico). Para su sorpresa, había también en México grupos (liberales puros) interesados en que eso ocurriera; que todo México fuera anexado de una vez.
Por otra parte, Santa Anna logró acorralar a las fuerzas de Taylor en La Angostura, donde un ataque más pudo haber implicado una sonora victoria para México. Pero en lugar de dar el golpe decisivo, Santa Anna decidió ir a enfrentar la rebelión de los Polkos que la Iglesia había organizado en la capital —con ayuda norteamericana— para proteger sus intereses. La Iglesia ofreció a los yanquis que excomulgaría a todo mexicano que tomara las armas en su contra. Pero Santa Anna, al llegar a la ciudad, lejos de sofocar la rebelión… la apoyó. En Puebla no hubo resistencia e incluso el alto clero recibió a Scott con un Te Deum, como “invitado distinguido”. Cuando el gobierno nacional solicitó a los gobernadores cercanos que enviaran sus tropas para defender la capital, muchos (Juárez incluido) se negaron, esgrimiendo que la verdadera amenaza para México no era Polk, sino Santa Anna. Otros estados, para no involucrar a sus fuerzas armadas, se declararon “neutrales” ante la invasión (como si fueran países distintos). Mientras tanto, Yucatán declaraba su independencia para no enfrentar a los yanquis, y después les solicitó su anexión. Por su parte, Aguascalientes y Zacatecas orientaron sus fuerzas a combatirse mutuamente en lugar de enfrentar a los norteamericanos. Así, debido a la poca resistencia que encontraron los yanquis, de 12 mil 500 soldados que murieron aquí, sólo mil 500 lo hicieron en combate (el resto murió por la diarrea y otras enfermedades).
Así, el nacionalismo expresado en nuestro Himno es en realidad más una aspiración que una realidad. En cambio, una de sus estrofas reconoce nuestro histórico divisionismo, al grado de exhortar que “Ya no más de tus hijos la sangre, se derrame en contienda de hermanos”. Nunca hemos superado nuestro divisionismo histórico y no parece fácil hacerlo frente a Trump, para su regocijo y conveniencia si es que sabe aprovecharlo (como sí lo hizo Polk en su momento). Por cierto, el artículo XVI del Tratado de Guadalupe-Hidalgo de 1848, dice que “Ambas repúblicas podrán fortificar su frontera”, lo que implica nuestro visto bueno para el muro. Pero ese tratado no estipula que sea el vecino quien deba pagar dicha fortificación, como pretende Trump en abierta provocación diplomática.
Profesor del CIDE.
FB: José Antonio Crespo Mendoza