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Las marchas de ayer son expresiones de rechazo al orate de la Casa Blanca y señales al mundo (y a nosotros mismos) de que no estamos impasibles ante ello. Pero las propias marchas han reflejado en más de un sentido la desunión y desconfianza que en realidad prevalece entre nosotros. La pregunta era, ¿hasta dónde somos capaces de hacer un lado (así sea sólo por dos horas) las diferencias internas frente a una grave amenaza externa? Es natural que haya divergencias en materia de políticas públicas, economía y opciones políticas. Pero podría pensarse que en ciertos momentos se exprese la coincidencia en rechazar públicamente a Trump y lo que representa. Pero al imponerse las diferencias en política interna, surgió de inmediato división y desconfianza. En la convocatoria de Vibra México se hablaba no sólo del repudio a Trump y lo que representa (aunque claramente era el principal objetivo) sino también de exigir un buen gobierno, y rechazo a la corrupción, desigualdad y la impunidad, por ejemplo. Esos temas no son irrelevantes pero pueden ser y han sido materia para otros esfuerzos y movilizaciones (y el sentido del voto, como el año pasado). Mezclar agendas internas con el repudio a Trump, en cambio, logró debilitar el empeño, provocando que muchos marchistas potenciales dejaran de asistir, pese a tener una disposición general a ello (por su antitrumpismo). No podemos saber cuántos dejaron de asistir por tales razones, pero al menos en debates en redes, prensa y personales pude constatar que eran más que quienes se decían dispuestos a asistir pese a las diferencias en materia de política interna (quizá alguna encuesta pudiera darnos una aproximación de cuántos deseaban expresarse contra Trump, pero no en las marchas de ayer).
Muy pronto surgió la sospecha de que Vibra México se tornaría en una marcha pro-Peña (pese a que algunos convocantes, como Cencos, claramente dijeran que incluirían su demanda de “Fuera Peña”). Muchos mantuvieron la acusación de que la mano que mecía esa cuna era progobiernista, y buscaba conseguir un respaldo tácito a Peña. Las razones que oí o leí para no asistir a la marcha (pese al deseo de expresarse contra Trump) eran del siguiente tipo: 1) que era una jugada de Televisa, dado que en una mesa ahí se habló de la conveniencia de una marcha anti-Trump; 2) que los convocantes más visibles en realidad son cercanos al PRIAN; 3) o lo son a la iniciativa privada (y viven en colonias caras); 4) que en realidad son proclives a la globalización y el neoliberalismo y querían defender tales modelos con la marcha, como reacción al proteccionismo y aislacionismo de Trump; 5) que en la convocatoria no se incluyó el “gasolinazo” o los 43 de Ayotzinapa; 6) que el rector Enrique Graue debió haber consultado a los órganos internos de la UNAM antes de sumarse a la convocatoria. Es decir, Trump resultó ser lo menos importante en esta decisión de concurrir o no a la marcha.
Pese al carácter gobiernista que muchos leyeron en Vibra México, surgió otra convocatoria, (Mexicanos Unidos, convocada por Isabel de Wallace, entre otros), que proponía claramente un respaldo expreso a Peña Nieto en tanto jefe de Estado y gobierno, y por tanto responsable de llevar la negociación en los próximos dos años. Pero esa marcha alternativa logró introducir más rechazo y reservas. Y el acuerdo entre los convocantes de ambas marchas para coincidir en el Ángel de la Independencia fue interpretado por otros como que, ahora sí, Vibra México había claudicado de favor del gobiernismo. Así, muchos dijeron que irían específicamente a expresarse contra Peña, y otros a hacerlo a favor de Peña. Otros dijeron que irían prioritariamente a expresar su consigna de política interna, pero que no cantarían el himno junto a personajes para ellos impresentables (ni siquiera el himno logra unir). Total, que lo que quedó claro en este suceso es nuestra incapacidad para hacer de lado nuestras diferencias en política interna (ni siquiera por dos horas) para expresar un fuerte rechazo a la amenaza externa que representa Trump.
Profesor del CIDE.
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