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Se cumplieron los primeros cien años de cuando Venustiano Carranza presentó el 1 de Diciembre de 1916, en el Teatro Iturbide, hoy llamado de la República, el proyecto de Constitución reformada, ante el Congreso Constituyente que estaba integrado por 152 diputados, en la ciudad de Querétaro.
En una ceremonia republicana, esto es austera y sencilla, sin pretensiones megalómanas, el Jefe del Ejército Constitucionalista, al presentar la nueva propuesta de texto político fundamental, ofreció un mensaje que no tiene desperdicio alguno, para entender las razones y el fin último que perseguía el nuevo contrato social sugerido: Encontrar la paz y bienestar en todos los asuntos domésticos por medio de un nuevo acuerdo de reglas sobre el acceso y ejercicio del poder, que pudieran corregir los defectos del diseño institucional que tenía la Constitución de 1857, la que también es conocida como la Constitución liberal y que fue severamente criticada en distintos momentos por diversos juristas, como fue el caso de Justo Sierra y Emilio Rabasa.
Aún y cuando Carranza propuso reformas de orden social para estimular la protección de derechos de trabajadores y campesinos, su propuesta más importante estuvo pensada principalmente para crear un nuevo pacto de gobierno que hiciere más funcional el ejercicio del poder público, por medio de un sistema presidencial renovado y fortalecido. La idea era simple. Había que revertir el desequilibrio de poderes que había dejado la Constitución de 1857, en donde claramente el Poder Legislativo tenía mayor relevancia y competencias que el Ejecutivo, y también porque se requería de nuevos instrumentos de gobierno que pudiesen enfrentar los saldos de ingobernabilidad que dejaba una revolución armada. Carranza optó por el poder personal antes que el poder colegiado, para resolver la crisis de gobierno del proceso posrevolucionario.
Un mérito a reconocer en Carranza, entre muchos otros, fue su capacidad para entender que nadie podría pacificar al país con un sistema de reglas que incentivó la instauración de una dictadura de más de 30 años, o bien, un doble magnicidio que terminó por desatar la lucha por el poder presidencial, por medio de la violencia y la imposición y no por medio de los votos y las instituciones.
Si bien la propuesta de Carranza incluyó a todos los poderes públicos en todos los niveles de gobierno, destacaron las reformas que prohibían que las autoridades administrativas pudiesen imponer penas de cárcel, dejando únicamente a la autoridad judicial esta facultad. En compensación, se reubicó el trabajo del Ministerio Público, para que quedaran asignadas sus nuevas competencias en la esfera del Poder Ejecutivo.
En materia económica, impulsó una severa restricción de los monopolios, así como una regulación en donde la propiedad era antes que nada del Estado, y al permitir la propiedad privada, lo hacía con límites y restricciones, creo que para hacerse de medios de defensa frente al poder que habrían de hacer valer diversos grupos, que eran antagónicos a la revolución, como era el caso de la iglesia católica, los ex hacendados y los prestanombres de inversionistas extranjeros.
En la parte electoral, llama la atención su conservadurismo o idealismo, dado que sugirió que únicamente tuvieran derecho al voto los hombres con instrucción mínima de la primaria. En aquel momento, la mayor parte de la población era rural y no tenían estudios. Fue una propuesta compleja y difícil de entenderla, dado que la revolución buscó emancipar a los más desposeídos y no para privilegiar a los mismos de siempre.
El derecho al voto de la mujer tuvo que esperar más de treinta años para hacerse realidad.
En la política institucional, claramente impulsó un sistema presidencial muy fuerte, incluso expresó las razones del porqué México no debía de transitar hacia un sistema parlamentario, en buena medida porque no tenía un sistema de partidos propio para el parlamentarismo y porque no tenía a la clase política apropiada para este sistema. Y creo que no se equivocó en su diagnóstico de aquel momento y del tiempo presente, también.
Con más de 600 reformas y un incremento de casi el triple de palabras con las que se aprobó originalmente la Constitución de 1917, en breve darán inicio una serie de festejos que nos habrán de invitar a pensar en la vigencia de un pacto que fue creado para hacer gobernable al país, por vía de las leyes y los votos, y no por medio de la violencia. Un pacto que nació para proteger al débil frente al poder político y económico. Un pacto que buscó erradicar la pobreza y la desigualdad social. Un pacto para hacer más civilizada nuestra convivencia e integración, en donde el abuso, la impunidad, la corrupción, la injusticia y la incompetencia, no fueron parte de las reformas que propuso Carranza ni que aprobaron nuestros Constituyentes de Querétaro.
Académico por la UNAM.