¿Quién se benefició más en la visita de Donald Trump a México? La respuesta es obvia. Pero al menos en la percepción social, por las reacciones que han tenido por igual, tanto la opinión pública como la opinión publicada nacional e internacional, claramente el que mayor provecho sacó de este encuentro inexplicable, fue el candidato del Partido Republicano a la presidencia de los EUA.

Incluso, en días recientes, el mismo Trump señaló que la renuncia de quienes organizaron su viaje a México, era una señal de qué tan bien le había ido en su visita por nuestro país. La realidad es que el resultado ha sido desastroso para todos, sociedad y gobierno, pero en especial para millones de nacionales indocumentados que viven en los EUA, por toda la incertidumbre que genera la posible victoria electoral de quien ha demostrado, en hechos y palabras, una abierta actitud discriminatoria, xenófoba e intimidatoria en contra de sus derechos e intereses.

Y en efecto, más allá del humor social, Trump se benefició de la reunión con el Presidente Peña Nieto, a la que le dieron un nivel de reunión binacional en al menos tres rubros. En primer lugar, por el nuevo repunte que logró en las encuestas electorales, lo cual le reportó, en segundo lugar, nuevas aportaciones económicas a su causa y, lo peor, nuevas expectativas para ganar la elección presidencial, cuando antes de su visita tenía una tendencia decreciente en las preferencias electorales, por todos los errores e inconsistencias que había cometido en fechas recientes. Por ello es explicable la urgencia que tuvo para visitar al Presidente en tan corto tiempo.

En tercer lugar, se fortaleció internamente su discurso antimexicano y sus propuestas de campaña para la construcción de un muro fronterizo que, sin saberlo, debemos de pagar todos los mexicanos.

Para nuestro gobierno, en cambio, queda un saldo negativo complejo y a la espera de ver quién gana la elección presidencial del próximo mes de noviembre. Digo a la espera porque la candidata Clinton ya anunció que no tiene a qué venir a México antes de que terminen las elecciones. En otras palabras, no aceptó la invitación que le extendió el Presidente para establecer un diálogo estratégico y oportuno, en donde se resalten las fortalezas de la relación bilateral.

No hay que ser un acucioso especialista en temas internacionales para darse cuenta de la reacción que ha tenido la candidata del Partido Demócrata, Hillary Clinton, frente a este desliz: Dime con quién andas y te diré quien eres. Independientemente de las especulaciones futuras que se puedan generar al respecto, lo que es claro es que en la búsqueda de los votos indecisos, el discurso de ambos candidatos se puede endurecer y con ello un ambiente social más hostil del que ya ha generado el discurso de Trump contra México.

En lo interno, la visita dejó enfrentamientos institucionales entre el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo. Aún y cuando en una democracia estos desencuentros son normales, por la naturaleza y el tono de las manifestaciones que han expresado algunos legisladores, es un tema que seguramente no abona para impulsar otros temas que tienen ambos poderes conjuntamente.

Por la lectura de algunas columnas de prensa, también se puede inferir que el gabinete quedó dividido sobre el tratamiento que se le dio al tema.

Ni hablar del sentimiento social de diversos sectores de la población que, en muchos casos, esperaban la oportunidad para que por voz del Presidente, se hiciera explícito un mensaje de rechazo y reivindicación ante las ofensas del candidato Trump.

En un primer control de daños, se ha hecho un reajuste al gabinete. Sin embargo, creo que se va a requerir en el futuro cercano, algo más que rotaciones en los cargos públicos relevantes del gobierno. Sea cual fuere la nueva estrategia a seguir, es importante estar unidos para enfrentar conjuntamente a un factor de alto riesgo que a todos nos afecta por igual.

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